“La ineficiencia del gobierno en el manejo de los servicios públicos es tapada con una inversión en publicidad nunca vista que destina más dinero a impedir que salga la verdad que a medicinas para enfermos pobres”.

 

El párrafo anterior es una cita del artículo “Publicidad mentirosa oculta ineficiencia”, del colega Alfredo Freites, recogido de su columna fija “Punto de Mira”, que publica en un prestigioso diario local, en cuyo trabajo también subraya que “la estrategia del gobierno es la consabida fórmula alemana de mentir sobre mentiras”.

 

La opinión del colega Freites me llevó a buscar una cita del escritor español Luis Arroyo, que en su libro “El poder político en escena”, atribuye al ex primer ministro, premio nobel de literatura, Winston Churchill, quien entiende que “en la guerra (y la política es la continuación de la guerra por otros medios, acotación de RM), la verdad es tan valiosa que siempre debería ir custodiada por una escolta de mentira”.

Una simple observación a las estrategias comunicacionales del Gobierno de Luis Abinader y del Partido Revolucionario Moderno dejan pocas dudas de que aplican a pies juntilla una estrategia comunicacional atendiendo a lo que el citado autor, Luis Arroyo, establece de que “si la política está expuesta constantemente al escrutinio de la gente, entonces los líderes responderán a escrutinio dramatizando su papel”.

Pero también con el citado autor, parece que no es aventurado afirmar que el gobierno del presidente Abinader, y el propio mandatario en particular, parecen “gobernar la sociedad por episodios, incidentes y erupciones”, y con ese estilo de actuación “no pueden gobernar”, o más más bien, no deberían manejar las políticas de Estado, que ha sido la constante en la presente administración.

Oportuno es traer a colación el planteamiento de Churchill en el sentido de que existen dos tipos de políticos: “Los que piensan en las próximas elecciones y los que piensan en las próximas generaciones”, y si dejamos por sentado la actual administración del Estado se ha caracterizado por gobernar “la sociedad por episodios, incidentes y erupciones”.

Partiendo de lo establecido en el párrafo precedente nos vemos en la obligación de concluir que la actuación diaria del presidente Abinader se ajusta al gobernante “que piensa en las próximas elecciones”, NO “en las próximas generaciones”, con lo que evidentemente desdeña la categoría de estadista.