El ‘chivoloquismo clásico’ y el ‘tigueraje popular’ en las capas medias y bajas, y el ‘chivoloquismo Lai’ y el ‘vitrineo positivo’ en las altas esferas de popilandia, son estilos de vida a través de los cuales se filtra, se evade, sopesa y se reduce la realidad. Desde los primeros estratos, se es consciente a temprana edad de que en la República Bananera se salva quien puede y no necesariamente quien quiere y que su buena voluntad y ganas de echar pa’lante no son suficientes, por lo que elaborar una sofisticada armadura mental–moderna, con alarmas integradas, se convierte en un mal necesario. Así es como el ‘tiguere’ se mantiene disparado desde que raya el alba. Estar ‘mosca’ y ‘chivo’ para buscarse lo suyo y sobrevivir es su imperativo moral y categórico, y romper brazos por el ‘pan nuestro de cada día’ su razón práctica.
Por otro lado de la acera, pero “humildes”, están los del ‘chivoloquismo Lai’ y el ‘vitrineo positivo’, buenos cristianos citadinos, calienta pupitres y trabajadores del día a día, que viven en una realidad de ensueño, una isla con las playas más bellas del mundo, entre cocoteros y palmeras, su cinismo mágico-religioso los hace ver gente siempre amable y sonriente, como de anuncio Colgate, con una calidez humana más soportada en la necesidad y la miseria que en la buena voluntad. Cuán insufribles, suelen ver el lado positivo de todo -porque imagínense, podría ser peor el asunto- y todo eso les suscita un inusitado orgullo de ser dominicanos ‘hasta la tambora’ -aunque nadie sabe qué significa eso ni con qué se come-, pero bueno, todo sea por vivir la vida ‘Lai’ y en ‘vitrineo, siempre positivo’. Es un estilo de vida de opulencia embargable, porque todo lo deben, pero ‘hacerse el chivo loco’ de lo que pasa del otro lado de la acera puede deponerse por nada del mundo, la armadura mental-moderna aquí consiste más bien en desactivar todas las alarmas. No serían los vitrinistas positivistas si no. Las alarmas solo están activadas en casos puntuales y moralistas, para censurar lo distinto, juzgar lo contrario a su pensamiento positivo como resentimiento, envidia, amargura, odio y cualquier otro sentimiento, cuanto más radical mejor, para prepararse a emitir su sentencia condenatoria que les permita excluir a cualquiera de popilandia. Su día a día empieza con una máxima positiva de amor a Dios y a su país, acto seguido de la censura a todo habitante que vierta su crítica mezquina y hable en mal del plan de marketing que le hicieron a su República Bananera, porque sin ese parte aguas es imposible que se puedan sentir únicos y diferentes.
Fingir placer y éxito es su razón social de ser y mantener la mente ociosa a requerimiento de entretenimiento y consumo de cualquier estimulante que les permita evadir cualquier cosa, o persona que no pertenezca a popilandia, su razón práctica. Si por obra del Diablo sucediera que se abre un portal al más allá, ellos tendrían bondades que contar y promover del paraíso terrenal, que es su República Bananera, una isla de ensueño inagotable con plan de marketing integrado para ofertar al mundo y que les sirva de barbijo cuando les visite la tragedia.
Mientras, en una tercera dimensión habita la plebe de comodín, la de los que llevan en su seno la desgracia y la tragedia; los fatalistas, los pesimistas, los inconformes, los resentidos, los amargados, los comunes y corrientes que no pueden vivir del chivoloquismo clásico ni del trigueraje, porque los primeros languidecen tanto del hambre que las pocas fuerzas que les quedan para vivir las emplean para autodestruirse y, los demás, cuentan con un poco de dignidad para desafiar la fatídica máxima de la gravedad “todo lo que sube tiene que caer”, absortos y en una nube del mundo del trabajo y pagando impuestos por cada uno de sus respiros, cayendo en picada, precipitándose a su fin un poco más cada día… Tampoco pueden vivir del chivoloquismo Lai ni del vitrineo positivo porque están desbordados de realidad, como lo está todo el que no la evade como para participar de un circo tan execrable. Una realidad hecha a medida para los Reyes del tráfico de drogas, un Rolando Florián, un Figueroa Agosto, un Arturo del Tiempo y para un “no culpable” como el abusador del César de las drogas del Caribe, el amo y señor del bureo y el alíviale que deleitan a los mansos y los cimarrones en el mundo del ‘artitaje’ del vitrineo positivo, lo que sea a fin de inflar la burbuja selecta de crecimiento ilusorio, útil para atraer inversionistas y turistas, pero que fluyan los activos que aquí les lavamos los trapitos para que los 190 príncipes del Estado, los privilegiados del sistema, los “Elegidos”, los “enviados” como Moisés a “salvar y representar” al pueblo, puedan disfrutar de la bonanza creada por su estirpe Letrinezca.
La realidad que el caso FM esconde
Que la exdiputada Gladys Azcona pasara de tener en su cuenta 1,900 pesos a manejar millones, específicamente 117.4 millones de pesos de su hijastro en 2011, con el objetivo principal de blanquearlo, es una de las tantísimas evidencias que anuncian un secreto a voces: que los popis y los tigueres no les interesa conocer la vereda real y transitable de esta República Bananera; es que está apta para que los príncipes de estirpe Letrinezca sigan dando sus pininos hacia la constitución de un Narcoestado.
Que para un ciudadano esté vetado comercializar postres con formas de genitales humanos, porque esto atenta contra las buenas costumbres; es decir que trabajar formal y dignamente se considera censurable y vergonzoso, mientras todo tipo de actividades ilícitas se fraguan y se llevan a cabo a la orden del día al amparo de la ley durante años, con anuencia no solo de las autoridades del cuerpo del orden de este Caos organizado sino también de los honorables 190 príncipes y demás privilegiados del sistema, todo esto sin entrar en detalles en cuanto a la corrupción e impunidad y el golpe contundente asestado a la institucionalidad. Es una muestra fehaciente de que no se legisla para personas, se legisla en contra de la persona, a favor y al servicio de una estirpe Letrinezca que solo está dispuesta a recoger los frutos de sus gansteriles abusos. Todo sea porque la burbuja de la realidad personal no se explote, aunque el precio a pagar deba ser demasiado caro después.
Sigan viendo…
“Nunca me he desprendido de la infancia, y eso se paga caro. La inocencia es un lujo que uno no se puede permitir y del que te quieren despertar a bofetadas”. Ana María Matute. Infante Terrible.