Los economistas no nos cansamos de hablar de estabilidad macroeconómica, pero al parecer todavía el país no valora en su justa dimensión este concepto. Y es entendible porque no existe una clara definición de lo que es.

Veamos lo que dice el Fondo Monetario Internacional: “La estabilidad macroeconómica existe cuando relaciones económicas claves se encuentran balanceadas. Por ejemplo: la demanda doméstica con la oferta, la balanza de pagos, los ingresos y gastos del Gobierno, el ahorro y la inversión. Esto no significa que estas relaciones deban estar en un balance perfecto. Bien puede haber déficits fiscales, déficits comerciales o de la cuenta corriente; y esto es perfectamente compatible con estabilidad económica, siempre y cuando estos desbalances se puedan financiar de manera sostenible.”

Una gran parte de los lectores ya debe tener dolor de cabeza con esa definición. Así que vamos a ver cómo aterrizamos eso un poco. Claramente el concepto de estabilidad macro está asociado a desbalances insostenibles en las cuentas fiscales, en las cuentas externas; o en el sector monetario y financiero de un país, por citar algunos casos. Cuando las políticas económicas no son sostenibles, generalmente hay brotes inflacionarios, grandes devaluaciones o tasas de interés altísimas.

Como ahora hay inflación, cabe preguntarse ¿Hemos perdido la estabilidad? Claro que no. Esta inflación no es fruto de un desbalance interno de las políticas públicas. Es un fenómeno mundial. Pero las inflaciones (y devaluaciones del peso) que vivimos en 1990 y en 2003 sí fueron desestabilizadoras. Entonces podemos concluir que inflaciones por encima del 20 o 30% anual reflejan un gran desbalance y que se ha perdido la estabilidad. Estos son umbrales arbitrarios, pero nos dan una idea.

En 2020 el peso dominicano se devaluó 10%, la mayor tasa de depreciación de nuestra moneda en muchos años. ¿Se perdió la estabilidad macro? Tampoco. Este fue un movimiento totalmente compatible con la condición de crisis mundial que se estaba viviendo. Así que podemos concluir que movimientos razonables y predecibles del tipo de cambio, digamos hasta 15-20% en un año, no necesariamente reflejan inestabilidad. También es un umbral arbitrario. Simplemente no existe un manual que nos diga con certeza cómo escoger el número.

En 2020 la economía tuvo su mayor caída en varias décadas: un 6.7%. Y en medio del desastre los economistas decíamos que el país había conservado la estabilidad macro. ¿La razón? Las políticas monetarias y fiscales no provocaron esa caída. Al contrario, se movieron rápidamente para empujar la economía a un espectacular rebote (y recuperación) al año siguiente.

 

El argumento que se utiliza para criticar la estabilidad macroeconómica (al igual que al crecimiento) es que eso no llega a todo el mundo, que la gente de a pie no lo percibe. Hagamos entonces el ejercicio inverso: ¿Qué pasa cuando se pierde la estabilidad? Cae el crecimiento económico, alta inflación, devaluación descontrolada de la moneda, aumento del desempleo, tasas de interés por encima de 30 o 40%, aumento de la pobreza y de la desigualdad. Y al final, como siempre, quienes más sufren son los más pobres.

No es por casualidad que el Gobierno ha volcado el Presupuesto para amortiguar el impacto de la inflación externa, sobre todo en los segmentos más vulnerables de la sociedad. Y es que ya se aprendió desde hace mucho que las crisis tienen un impacto asimétrico y desproporcionado en los más pobres. ¿Qué significa esto? Durante las crisis todos nos afectamos, pero los pobres aún más. El problema es que cuando viene la recuperación, éstos son también los más lentos en levantarse.

En resumen, no hay parámetros fijos para medir la estabilidad: este año con una inflación de 9% tenemos estabilidad; y en 2020 con una devaluación de 10% y un crecimiento negativo también tuvimos estabilidad. Es decir, el concepto no está atado a un número, pero casi siempre hay un elemento común en las crisis macroeconómicas: problemas en el sector financiero. Por eso es un sector tan regulado y supervisado.

Históricamente, la República Dominicana es un país de baja inflación, alto crecimiento y estabilidad macro. Todas condiciones necesarias para atraer inversión extranjera, reducir la pobreza y abrir el camino al desarrollo. Los gobiernos que se han sucedido en las últimas décadas han entendido esto y han puesto el objetivo de la estabilidad como uno de los principales, supeditando todo lo demás. Y así debe ser. “¡Porque la estabilidad macroeconómica no lo es todo, pero sin ella no se tiene nada!” (El-Erian, agosto 2022)