Cuando me encuentro con personas y grupos de distintas latitudes que preguntan sobre la desigualdad en mi país o en otros países de la región, o cuando converso con alguna persona que intenta analizar la pobreza social y económica existente bajo el lente de que “América latina no avanza porque no tiene la disposición para hacerlo”, hago el esfuerzo de ser empático con su perspectiva, ya sea de quien pregunta o de quien afirma, para tratar de entenderla. Pues entiendo que la empatía es una clave de toda lógica comunicacional que quiera ser fructífera.

Después de escucharles, trato de decirles las ideas que pongo en estas líneas. Estas ideas son unas pinceladas generales (así como se dan en un diálogo informal) que intentan dar una explicación inicial sobre la inequidad existente, en gran medida histórica, que se da en América latina y el Caribe, aunque también de nuestra responsabilidad en el presente.

Igualmente entiendo que parte de este análisis puede ser extensible al llamado continente americano. Las pinceladas parten de dos elementos vinculados a nuestra historia: la colonización y las independencias.

Colonización: el poder y las decisiones están fuera

Vayamos al primero, colonización. Antes de la llegada de los europeos a finales del siglo XV vivía, en el llamado continente americano, una población entre 40 a 60 millones de personas, compuesta por distintos grupos autóctonos, siendo los aztecas, mayas, incas, sioux, apaches, y en esta isla los taínos los más mencionados. En el inicio de la época moderna, los navegantes salieron de Europa con un espíritu de aventura y de búsqueda de riquezas. En el día de hoy diríamos que fueron emprendedores.

Su fortaleza militar y organización política, en gran medida basada en su historia, hicieron posible que los distintos grupos autóctonos fueran dominados por una espada bendecida por la religión. Por el oro, la plata y las riquezas naturales de estas tierras, los grupos indígenas fueron masacrados, esclavizados. Otros para poder sobrevivir se dejaron cooptar por el poder colonial mientras que otros huyeron y se mantuvieron alejados de los colonizadores. En los casi trescientos años de expansión colonial, se fue consolidando una estructura social semejante en el continente, aunque con algunas diferencias entre el contexto de América latina y el Caribe y lo que son hoy Estados Unidos y Canadá.

Si analizamos esta estructura social, y si la vemos en forma de pirámide nos podremos encontrar que tenemos a los españoles/portugueses[1] en la cúspide, seguido por los criollos (hijos de los españoles nacidos en estas tierras), mestizos/mulatos, e indígenas y negros. Existían de por sí unos vasos comunicantes entre la estructura social, lo político y lo religioso que afectaban y permeaban una u otra estructura.

Con esto no estamos afirmando que antes de la llegada de los europeos a estas tierras no existiese entre los pueblos autóctonos desigualdad social y económica. Lo que queremos decir es que el proceso de colonización homogeneizó, aún con sus leves diferencias entre colonia y colonia, una estructura social, económica y política común, la cual tenía su centro de poder, no en el “mismo continente”, sino fuera, en Europa. Esto, además de la religión, puede ser una razón de por qué, para ciertas capas sociales del Caribe y de América latina, las personas y/o los grupos no tienen poder final sobre las propias decisiones ni de propio futuro: pues el centro de poder, de dónde se tomen las decisiones no está dentro, ni del país ni de sí mismo, sino que está fuera (en la sede del poder colonial o en la imagen impuesta del Dios de los colonizadores). Esto sería un buen tema para dialogar sobre la externalidad y el concepto de desarrollo humano de Amartya Sean con el Profesor Miguel Ceara-Hatton[2].

Si la colonización homogeneizó una estructura social, lo cual explica parcialmente la desigualdad en América latina, las independencias y el modo en que éstas se dieron nos pueden dar otra pista para que esta desigualdad e inequidad se hayan mantenido en el tiempo.

Independencias y su liderazgo

Un segundo factor que puede explicar la pobreza y la desigualdad en América latina y el Caribe está vinculado a las independencias y a sus liderazgos. Varios elementos sirvieron como caldo de cultivo para las independencias latinoamericanas: la crisis y reforma de Los Borbones en el siglo XVIII que entre otras cosas, estaban poniendo en jaque el estatus social y riqueza de los criollos; las ideas de la Ilustración y de la Revolución Francesa; la independencia de los Estados Unidos de América y de Haití  sirvieron de empuje para que las clases criollas de la región, que veían tambalear su estatus y poder adquisitivo, se abocaran a las independencias. Los criollos tenían serias limitaciones para negociar entre colonias, y negociar con el nuevo país que se había independizado en el siglo XVIII ubicado en el norte del llamado continente americano: Estados Unidos de América.

Los criollos buscaban que, en vez de que los centros de poder estén en Europa, el poder ha de estar en la región y en algunos casos, en cada país que se constituiría.

Los criollos, hijos de españoles nacidos en estas tierras, liderearon en gran medida las independencias. Otros héroes independentistas habían nacido en España y ya habían vivido por muchos años en la región para “criollizarse” con todo lo que eso implicaba: ser en cierto modo, españoles de segunda clase.

Los criollos, previo a la independencia, se encontraban en la cúspide de la pirámide. Tenían los puestos más altos dentro de las ciudades, y gozaban de los privilegios de clase, entre ellos la posibilidad de recibir la mejor educación acorde con los tiempos (todos estudiaron en Europa durante algún período) y la visión del ser humano y del mundo que ésta puede dar. Además, por supuesto, de la variedad de relaciones que pudieron tener con personas de distintos lugares lo cual puede ayudar a ensanchar la visión que pueden tener del mundo y de la realidad.

Si los criollos eran los líderes independentistas, los indígenas, negros, mestizos y mulatos participaron en su mayoría en el frente de batalla sin tener luego las recompensas sociales y económicas que tuvieron los líderes de las independencias. Cuando ya se logran las independencias, al menos en su oficialidad, el estatus social y político siguió igual: criollos en la cúspide de la pirámide, mestizos/mulatos en el siguiente escalafón, y más abajo mulatos, mestizos, negros e indígenas. Todavía en algunas ex colonias se mantenía la esclavitud de manera formal[3].

Como factor clave diferenciador, los criollos seguían estudiando en Europa, mientras los indígenas y negros seguían sin tener la posibilidad para la educación. Los independistas del Caribe, América Latina, y Estados Unidos limitaban la educación para los esclavos e indígenas. Cito un texto que es atribuido a Carl Sagam al respecto, haciendo referencia a los Estados Unidos de América:

"(…) Había una norma muy reveladora: los esclavos debían seguir siendo analfabetos. En el sur de antes de la guerra, los blancos que enseñaban a leer a un esclavo recibían un castigo severo. "[Para] tener contento a un esclavo —escribió Bailey más adelante— es necesario que no piense. Es necesario oscurecer su visión moral y mental y, siempre que sea posible, aniquilar el poder de la razón".

Y esto vemos que prosigue hasta el siglo XX y XXI.

Aunque América latina y el Caribe han crecido poblacionalmente de manera exponencial, los círculos de pobreza (indígenas, mulatos, mestizos y negros) se han mantenido. Y en la misma medida, los descendientes de los criollos españoles están en la cúspide del status quo, siguen teniendo un liderazgo ya sea político y económico dependiendo del contexto.

Todos los criollos independentistas tenían una sólida formación académica, humanista, propia del siglo XIX, mientras que la mayoría de la población indígena y negra del siglo XIX carecían de una sólida educación académica.

Ahora bien, cuando converso con personas y grupos de distintas latitudes que preguntan sobre la desigualdad en América latina y el Caribe o cuando escucho alguna persona que intenta analizar la pobreza social y económica existente bajo el lente de que “América latina no avanza porque no tiene la disposición para hacerlo”, o “que el pobre es pobre porque no quiere trabajar”, les comparto, después de haber dialogado sobre el colonialismo y su legado, como del liderazgo de los criollos en las independencias. Dialogo con ellos del papel que puede jugar la educación en la transformación de condiciones de pobreza e inequidad que puede vivir una persona o país. Se puede convertir como elemento diferenciador de cómo nos concebimos a nosotros mismos, para poder cambiar nuestra sociedad, y el modo en que podemos actuar sobre ella (siendo agentes, no víctimas, sin actuar en base a la externalidad). Una educación de calidad crítica, humanista y que forme en habilidades para el buen vivir será un elemento clave para que no solo los individuos, sino la sociedad, pueda dar el salto cualitativo para vivir en una sociedad más equitativa.

Al final cuando converso con unos y con otros, les digo que esta idea sobre la importancia de la educación para el cambio social me la enseñó mi papá, que paradójicamente con respecto a lo escrito arriba, fue un hombre que con solo un cuarto grado de primaria, tenía una visión muy amplia de la familia, de la sociedad y del país, y que valoraba la importancia que tenía la educación. Quizá por eso, por su carencia en su educación formal, se esforzó, junto a mi mamá, para que sus hijos e hijas, mis hermanos y hermanas, podamos acceder a la mejor educación que ellos podían ofrecer.

El tema de la educación y su calidad es un imperativo ético que tenemos para ser una mejor  República Dominicana.

[1] Nos concentraremos en el Caribe y en la Latinoamérica hispano o portugués parlante por las similitudes del proceso de colonización y las independencias.

[2] En su tiempo de Coordinador del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo (2003-2011), en la República Dominicana se realizaron algunas de las mejores investigaciones sobre desarrollo humano y de las mejores jornadas de formación en desarrollo humano bajo el enfoque de desarrollo y agencia de Amartya Sen fueron dirigidas por él durante ese período. Lamentablemente para el país, estas iniciativas fueron descontinuadas por esta agencia.

[3] Decimos de manera formal, pues después que algunos países abolieron formalmente la esclavitud, siguieron en gran medida atados a su patrón o a su empleador para poder ganarse el sustento para vivir o sobrevivir, lo cual deviene en ser otra forma de esclavitud. Ver para esto, Hannah Arendt, La Condición Humana, y su distinción de “animal laborans, homo faber, la vida activa y la vida contemplativa”.