Siempre que una comunidad, municipio o provincia se inundan por precipitaciones de lluvias erradamente culpamos al río o a la cañada que se desborda y anega las viviendas, bienes y propiedades.

Pocas veces se asocia el impacto de los fenómenos naturales, como las vaguadas, con la educación ambiental. La gente cree que las cañadas y ríos se desbordan debido a la cantidad de agua que cae del cielo, y pensar así es una verdad a media.

En el tiempo que llevamos observando el comportamiento de las inundaciones urbanas y rurales en el país, podemos decir que ellas están directamente coligadas a la relación existente entre el ser humano y la naturaleza.

Entender que los afluentes son culpables de desbordamientos es un juicio que la sociedad dominicana arrastra por la falta de educación ambiental; esa idea ha permitido en el tiempo profundizar las barreras de la indiferencia y apatía que la población tiene frente a los problemas ambientales comunes.

La educación ambiental es desarrollo sostenible, salud, justicia, solidaridad, responsabilidad y derechos humanos. Las teorías filosóficas de la educación ambiental abordan la necesidad de que los seres humanos vivan en armonía con el ambiente sin dañarlo y sin agredirlo.

Un pueblo inculto, ambientalmente hablando, sufre las consecuencias del desconocimiento. Uno de esos sufrimientos es el impacto que las aguas provocan cuando inundan determinadas zonas como consecuencias de las prácticas inapropiadas cometidas contra el medio ambiente.

La primera, es la ligada a la quema de bosques y talas de árboles. Esa práctica acaba con el efecto de amortiguamiento de los bosques naturales, lo cual ocurre cuando las lluvias caen sobre los árboles, y al no darse ese proceso, el impacto de los aguaceros erosiona el suelo, arrastrando toneladas de sedimentos que terminan en los cauces de los ríos, reduciendo la capacidad de conducción de las aguas que inundan a uno o más pueblos.

La segunda, es el comportamiento de los ciudadanos que viven en sectores urbanos que al salir de la basura que producen terminan lanzándola en las calles, contenes, cañadas y ríos.

Esas son conductas inadecuadas que provocan inundaciones repentinas en áreas específicas, sobre todo al verse represados los caudales normales de las cañadas y ríos con los desperdicios que generan sus hogares.

Existen otros ejemplos nocivos, sin embargo, lo que queremos señalar es que el deterioro del medio ambiente y los recursos naturales son causas directas de la falta de educación ambiental.

Necesitamos políticas claras, programas de educación ambiental permanentes. Si seguimos como vamos la naturaleza nos seguirá pasando facturas que se traducirán en pérdidas de vidas y bienes.

Tal como definen algunos escritos: “la educación ambiental es un proceso en el cual el ser humano reconoce valores y aclara conceptos que le permiten desarrollar capacidades para comprender la necesidad de relacionarse de manera armónica con el medio ambiente y la naturaleza”.

Si educamos a la población en los temas ambientales, se reducirá el riesgo de inundación en muchas comunidades.