En 1945 ocurre, por casualidad el hallazgo arqueológico de una biblioteca gnóstica y su posterior estudio, ordenamiento, edición, interpretación, crítica textual que ha producido libros, revistas, congresos, cátedras, tesis, ensayos de interpretación, monografías, conferencias especializadas y equipos de publicaciones significativos para el conocimiento y relectura de la teología cristiana, y de los estudios culturales del Antiguo y del Nuevo testamento. Se trata de “los manuscritos de Mar Muerto” encontrados en un sitio cercano a Belén, Jerusalén y Cisjordania, Palestina, en el norte del valle del Mar Muerto.
La biblioteca de Qumrán se ha convertido en un símbolo, un camino, una revolución textual, religiosa, literaria, hermenéutica, poética, neoexegética y testimonial de tablillas desconocidas hasta el momento mismo de sus descubrimientos como corpus, huella y espacios de escrituras.
Es importante destacar los aportes literarios, religiosos, teologales, filosóficos y editoriales de estudiosos como Antonio Piñero, José Monserrat Torrents, Francisco García Bazán, Fernando Bermejo, Ramón Trevijano, María Luz Mangado, y Alberto Quevedo para la impresionante edición en español referida en Textos gnósticos. Biblioteca de Nag Hammadi I, Tratados filosóficos y cosmológicos; Textos gnósticos II, Biblioteca de Nag Hammadi; Evangelios, Hechos, Cartas; y Textos gnósticos III, Apocalipsis y otros escritos, siendo los tres volúmenes editados bajo la responsabilidad de Antonio Piñero y un equipo de filólogos bíblicos ya mencionados. (Editorial Trotta, Madrid, (Vol. I, 1997. Vol. II, 1999; Vol III, 2000).
El estudio de literaturas veterotestamentarias, intertestamentarias y neotestamentarias ha propiciado una nueva visión en torno al biblismo, la Biblia y los evangelios como espacio de investigación, mensajes, y reconocimiento de lecturas que desde el día 18 de febrero de 1948 han causado y escrito los estudios sobre la historia del judaismo y la historia del cristianismo, produciendo interpretaciones y búsquedas que, aún hoy, constituyen un punto de partida para los estudiosos de las religiones, la dogmática simbólica, la mariología y la cristología entre otros dominios y codominios humanísticos orientales y occidentales. Los diversos catálogos de la llamada Biblioteca de Qumrán han hecho que arameistas y hebraístas norteamericanos, ingleses, alemanes, israelíes, franceses, españoles e italianos, entre otros, se sitúen en una búsqueda ligada a las escrituras sagradas y al establecimiento y recontextualización de interpretaciones, a partir de una crítica textual y comparativa unida a un nuevo concepto de archivo, geneología y lectura que han logrado enriquecer las perspectivas religiosas, literarias, arqueológicas, políticas, neoxegéticas y antropológicas de las religiones, en el contexto del Extremo Oriente, el Cercano Oriente, la geografía bíblica y otros dominios de las ciencias bíblicas.
En efecto, la lectura que asegura el conocimiento de estratos simbólicos, religiosos, arqueológicos y bibliológicos en los Apócrifos neotestamentarios como El libro de Henoc, Libro de los jubileos, El evangelio de María, la Oración de Nabónida, El Libro de los judíos, Amram, Melquísedec, Regla de la comunidad (IQS1), Regla de la congregación(IQS2) y otros, facilitan una investigación orientada a la interpretación y comprensión, no solo del texto masorético, sino también al acercamiento textual, crítico, visionario y poético del texto bíblico, prebíblico y postbíblico y a las diferentes versiones de las biblias vertidas a los diferentes idiomas y dialectos del mundo.
Toda una bibliografía crítica ilustra la importancia de los hallazgos de los Manuscritos o rollos del mar muerto, conocidos como la Biblioteca de Qumrán y a la vez del nacimiento de una investigación que resulta de aquel descubrimiento excepcional que ha logrado subvertir, incluso los datos y creencias de hebraístas, arameístas, coptólogos y helenistas consumados. (Véase el respeto, Antonio González Lamadrid: Los descubrimientos del mar muerto, Ed. BAC, Madrid, 1985; para una crítica más específica de toda la situación creada al respeto, véase, Otto Betz y Rainer Riesner: Jesús, Qumrán y El Vaticano, Ed. Herder, Barcelona, 1994).
La interpretación de Betz y Riesner, ambos estudiosos alemanes, a propósito de la aparición de obras que falsifican el proceso, los datos y la cuestión textual como procedimientos de lectura y conjunción de historicidad, es no solamente pertinente en cuanto al dominio, de las tradiciones históricas de Israel y las historias críticas de los diversos registros y procesos de conocimiento del llamado Documento Q y sus consecuencias interpretativas de lo literario (oral) y lo literario escrito (narrativo) y cultural.
Todo este fenómeno presente y (pasado de la historia) y además valiosa desde la perspectiva de cierto cristianismo crítico, pero sobre todo, desde la dimensión adoptada por cierta filología bíblica poliglota que practica y asume una visión más abierta de la problemática de los Rollos del Mar Muerto y su incidencia en investigadores y biblistas franceses, españoles y norteamericanos eminentes, pide un acercamiento prudente de las narrativas y exámenes de los mensajes cardinales de textos apócrifos del antiguo y el nuevo testamento.
Las puntualizaciones hechas por estos dos (Betz y Reisner) en 1993 (ver, trad. española en 1994, en Ed. Herder, Barcelona), explican el porqué es necesario hoy que el lectorado curioso por asuntos de sectas, religiones y aspectos teológicos, dogmáticos sea cauteloso, a propósito de cierta vertiente falsificadoras de los hechos o descubrimientos sobre la historia y vida de las religiones en el contexto del judaísmo, el cristianismo, la gnosis y el judeocristianismo. El hecho de que se integre una tradición oral y escrita en sus puntos focales de su desarrollo dinamiza el conocimiento y la interpretación del orden simbólico-religioso, exegético, mítico y textual.
La visión que motiva un acercamiento a todo tipo de Scripta aramaica, judaica o helénica en el espacio multidinámico de las culturas mediterráneas, obliga a que toda una tradición de la enseñanza y la lectura legitimen un conocimiento de las ciencias simbólicas y culturales, a través de una visión histórica del lenguaje y sus posibilidades en este sentido.
La Praeparatio evangélica escrito por Eusebio de Cesarea en el 312 entendida como Praeparatio christiana se instituye desde el siglo III, IV y V mediante una línea de reconocimiento, interpretación y representación de la cristiandad ligada a vertientes del conocimiento comunitario, divino y sobre todo, de una devoción multiplicada en los diversos órdenes que oponían Roma a Jerusalén, Grecia a Israel. La voz de Cristo y la Voz de Dios fueron huellas teologales de procesos testimoniales que movilizaron toda una creencia acerca de los comienzos y los fines últimos de la existencia histórica.
En tal sentido los orígenes, las visiones y versiones apocalípticas situaron las reflexiones de los Santos padres de la iglesia del desierto, la Filocalía griega y latina, a propósito de “verdades terrenales” y “verdades reveladas” a través de misterios, éxtasis, viajes místicos y otros fenómenos ligados a creencias ascéticas y ascensionales.
En efecto, el estudio que desde la Escuela bíblica de Jerusalén y los estudios culturales, arqueológicos y textuales que se han llevado a cabo por biblistas germánicos de comienzo del siglo XX, tanto desde la teología católica como desde la teología protestante, han indicado y constituido escuelas que ayudan a conocer definir, aclarar, describir, establecer y particularizar aspectos, elementos, estructuras, lecturas y símbolos específicos del judaísmo, el cristianismo y el helenismo. (Ver, en tal sentido, Luis Alonso Schökel: Manual de poética hebrea, Ed. Cristiandad, Madrid, 1987).
Pero lo más importante en este sentido es el hecho de que la teología practicada por estudiosos como Welhausen, Von Rad, Joachin Jeremias, R. Bultmann y otros ha sido objeto de una lectura procesual y atenta a los estudiosos de cierta literatura específicamente narrativa, histórica de la tradición oral y escrita, que le sirve de fundamento o marco explicativo para las búsquedas sobre la Vida y hechos de Jesús, el cristianismo primitivo y el posterior a los siglos V, VI y VII de la era anterior a la nuestra.
Las especulaciones de novelistas, poetas, pintores, narradores, dramaturgos, cineastas, periodistas, y músicos en torno a algunas mentalidades cristianas ortodoxas o subversivas, provienen muchas veces de una lectura ocasional y fragmentaria de los textos y sobre todo de las ideas, creencias religiosas, la tradición escrita y oral en la que se conforma el ideal cristiano y sus hechos principales.
De esta manera, las lecturas, talmúdica, coránica, zohárica y bíblica, asisten hoy a una refundición de sus principales contenidos en novelas, poemas, dramas, biografías, autobiografías y una serie de escritos que pretenden impresionar o causar sensación a nivel editorial, sirviéndose o aprovechándose de estos temas y sus posibles repercusiones en el contexto editorial de nuestros días.
Un escrito apócrifo cristiano revelado en cuanto a esta travesía es La cueva de los tesoros. Este relato que se conoce hoy como La cueva de los tesoros es un testimonio de tradición popular que hoy ha sido divulgado de forma oral como tradición de la memoria y los escritos de autores cristianos antiguos. Pero su popularidad llegó a incidir en el Arte cristiano Antiguo y medieval que divulga la historia de los gestos de la cristiandad oriental y occidental. Para una lectura con acentos culturales y teologales (véase La cueva de los tesoros traducida de la versión siríaca y árabe por Pilar González Casado en Ediciones Ciudad Nueva, Madrid, 2004).
La traductora refiere un hecho importante e indicador:
“Como ya hemos señalado al principio de la publicación de la versión árabe de La cueva de los tesoros tiene como objetivo complementar la visión siríaca debido a que los manuscritos (mss.) árabes… son cronológicamente muy anteriores a los siríacos que sirvieron como base a las recensiones publicadas por Su Ming Ri”. La traductora y filóloga enfatiza aún más su doxa aclaratoria:
“…la versión árabe está incorporada a una obra que no lleva por título La cueva de los tesoros sino El libros de los rollos. Esto obedece a que la versión árabe de este relato siríaco pertenece al Corpus de obras pseudo- clementinas y que se desarrolló dentro de la literatura árabe cristiana durante el periodo anterior o muy poco posterior a la conquista musulmana” (Vid.p.293, Introducción).
¿Qué demuestra esta movilidad interliteraria e intertextual de tradiciones de escritura? Indudablemente, lo que hoy se malentiende como lectura crítica olvida, sin embargo, tradiciones literarias que han influido, en el caso de nuevos y novísimos escritores en sus diferentes prácticas narrativas, poéticas, ensayísticas, y artísticas en general; inducir a esta lectura es importante para que veamos otras influencias en la producción textual en la República Dominicana marcada por la religión y la religiosidad diversa.
La memoria como biblioteca cultural activa, en nuestro caso una “oralitura” y escritura ligada en muchos casos a la cristiandad subcontinental y occidental, como el archivo mixto y la arqueología de Foucault, la gramatología de J. Derrida, el canon abierto y cerrado de H. Bloom, el ensayismo talmúdico de E. Levinas y La poética de la cábala, de Mario Satz.