De acuerdo a lo establecido en el artículo 50 de la ley 33-18 sobre Partidos, Agrupaciones y Movimientos Políticos, el presidente Luis Abinader tiene hasta este próximo jueves 17 de agosto como fecha límite para decidir si aspira o no a la reelección de su mandato presidencial por cuatro años más y, por ende, tendrá que anunciarlo al país en esta misma semana.

Sin embargo, al ser consultado en innúmeras ocasiones sobre el particular, en diversas entrevistas, ruedas de prensa, actos públicos y conversaciones particulares, el presidente ha sido cauto y ha dicho que lo está pensando, que lo está analizando y que está consultando con diversos sectores y personalidades.

Algunos no le creen y están convencidos de que el presidente tiene ya su decisión tomada desde hace mucho tiempo, y que por eso, el 30 de enero del 2022, a través de una Asamblea Extraordinaria, se modificaron los estatutos de su Partido Revolucionario Moderno (PRM) y se eliminó el artículo que prohibía la reelección presidencial que establecía dichos estatutos.

Se recuerda también que el 20 de junio del 2022, en el acto donde se juramentaron las reelectas autoridades nacionales del PRM, el presidente Abinader dijo en su discurso que “el pasado era corrupción e impunidad, despilfarro e ineficiencia, atraso, pobreza y abuso de poder” y terminó sus palabras con lo que pareciera ser su nuevo slogan y frase emblemática de campaña reeleccionista: “¡no mires pa’ tras!”.

Sin embargo, personalmente entiendo que el presidente está en una posición muy difícil para tomar una decisión, a la que si bien es cierto que está conminado, por no decir obligado, es una decisión que le afecta en lo personal y emocional, tanto a él como a su familia, su esposa y sus hijas, que son los seres que más amamos y el presidente no es la excepción porque, aunque algunos no quieran creerlo, antes que político y antes que presidente él también es humano.

Abinader es un hombre joven y su esposa también, con tres hermosas hijas que están al final de la adolescencia, entrando a la adultez, y ellos no pueden disfrutar de su vida matrimonial ni familiar como una pareja normal, común y corriente. No pueden viajar, salir a cenar a un restaurante, no pueden irse de fin de semana, no pueden ir al cine o ver una obra de teatro, tampoco pueden salir en familia para ir a la playa ni a una piscina o un río o una finca, como hacen las mayorías de las parejas y las familias de nuestro país.

Yo le creo al presidente cuando dice que la principal oposición a su reelección, la tiene dentro de su propia casa. Creo que Hipólito y Danilo la tenían también. Balaguer no, porque no tenía esposa ni familia funcional y Leonel era divorciado y su segunda esposa resultó ser política, igual que él, por lo que las comparaciones en esos casos no aplican.

Pero aquí, en República Dominicana, la cultura de la actividad política es completamente incompatible con la cultura de las tradiciones y costumbres familiares. El hombre o la mujer que en nuestro país quiera dedicarse a la política tiene primero que saber que debe escoger entre la actividad política o su familia.

No se puede ser político, padre y esposo responsable al mismo tiempo. Y si alguna excepción a la regla pudiese existir, creo que Hipólito Mejía es el ejemplo que más se le acerca, pero solo fue presidente por un período, aunque lo intentó en tres ocasiones, quizás por eso sea más feliz y sienta más orgullo como padre y esposo que como presidente, porque tuvo más tiempo para dedicarle a su esposa, a sus hijos y a sus nietos, que a sus compañeros y compañeras de partido y de gobierno.

Ahora bien, en el orden político, Abinader no puede dejar de aspirar a la reelección. No es cierto que el PRM gana con cualquiera. Aunque hay compañeros y sectores dentro de su partido y de su gobierno, que le sonríen y que dicen apoyarle, tienen desde hace mucho tiempo una estrategia montada, apostando a que él no vaya, para ellos poder sustituirles, pero si el presidente decidiera no aspirar nuevamente se desatarían los demonios de la lucha interna fratricida y atentarían contra la permanencia del PRM en el poder, porque ninguno de ellos, tiene los niveles de influencia, control y simpatías, que presenta Abinader hoy en día.

En sus pensamientos más íntimos consigo mismo, estoy seguro que el presidente Abinader se auto analiza frente a la historia y debe verse en el espejo de las salidas del poder de Balaguer en 1978 y en 1996, de Antonio Guzmán en 1982, de Salvador Jorge Blanco en 1986, de Leonel en el 2000 y en el 2012, de Hipólito Mejía en el 2004 y de Danilo Medina en 2020 y estoy seguro que se debe comparar con ellos y aprender de sus experiencias.

En su análisis seguramente se pregunta cómo le hubiese ido a Danilo Medina si no hubiese optado por una reelección en 2016 o si Hipólito Mejía no la hubiese buscado en 2004.

Pero en política no se hace lo que se quiere, sino lo que conviene. Lo que más debe preocuparle al presidente Abinader, después del tema personal de su familia, es la difícil situación económica y social del mundo en que vivimos hoy y la realidad de nuestro país ante esas circunstancias.

El nuevo período de gobierno que pudiera tocarle gobernar de 2024 a 2028, no será ni por asomo, parecido al del 2020 al 2024. Ya la post pandemia de la COVID-19, ni la guerra en Ucrania, ni la corrupción o los errores de gobiernos pasados, podrán ser excusas para presentar a las exigencias y descontentos de la población, pero aún peor, la economía del país, a partir del 2025, ya no aguantará más préstamos ni más colocación de bonos, sin aumento de la presión tributaria, por lo que una verdadera y profunda reforma fiscal integral, será inminente e impostergable.

El presidente Abinader sabe que su campaña a la reelección correrá un sendero relativamente fácil, por los niveles de reconocimiento y popularidad a su figura, (no así a su gobierno ni a su partido), por la estabilidad macroeconómica que se ha logrado en estos tres años, por su gran capacidad de trabajo, por su liderazgo y control a lo interno de su partido y aliados, y sobre todo, por la marcada división de la oposición.

Ahora bien, así como pudiera resultar ser de fácil el sendero de su reelección, será de difícil un nuevo mandato de una segunda administración de gobierno, porque a veces en la vida lo más difícil no es llegar, sino mantenerse, y nunca olvidaré dos frases de mi padre, el Dr. Víctor Gómez Bergés, un veterano político y estadista que me decía: “el poder es como un tigre, que cuando te subes a él, puedes domarlo y controlarlo, pero tienes que tener cuidado en cómo te desmontas de él, porque una vez te apeas, puede herirte, lastimarte y hasta devorarte”, para luego agregar: “recuerda siempre hijo mío, que las escalinatas del Palacio Nacional son más difíciles de bajar que de subir”.