Diversos e inquietos personajes de la expresión artística dominicana hicieron durante más de cincuenta (50) años su mayor esfuerzo para producir y exhibir una o varias obras cinematográficas, persiguiendo siempre la tan anhelada creación del cine nacional. La conquista planteada ya era un hecho tangible en muchas naciones hermanas del Continente y el mundo. Lamentablemente, cuestiones políticas, económicas y sociales incidieron para que el país postergara la creación de su industria hasta el año 2010.
Para algunos colegas de naciones hermanas resulta difícil de entender el fenómeno de esa postergación cuando somos de los escasos países del Continente en recibir el cine como espectáculo en el mes de agosto del año 1900. Sus conjeturas también inquieren sobre el extenso período transcurrido para realizar nuestra primera película documental y nuestra primera de ficción. La primera “La Leyenda de Nuestra Señora de la Altagracia”, es rodada en la ciudad de Santo Domingo, en 1922 por Francisco Arturo Palau Pichardo (1879-1937, Santo Domingo, República Dominicana). La misma fue exhibida al público el 16 de febrero de 1923, en los Teatros Colón e Independencia de la misma ciudad.
La segunda, ¨Las Emboscadas de Cupido¨, fue realizada por el mismo Palau Pichardo, quien para la historia cinematográfica dominicana es considerado el pionero del oficio de las imágenes en movimiento en el país. Esta siguiente obra fue exhibida al público el 19 de marzo del 1924. Posterior a esta etapa, el país es gobernado durante treinta y un (31) años por una férrea dictadura que aparentemente se oponía de manera radical al desarrollo del Séptimo Arte en el país, pues ese mismo sistema político radical fue muy flexible y benigno con otras manifestaciones artísticas como el teatro, la pintura, la música, el canto y la literatura, claro, bajo los controles de una implacable y despiadada censura. Luego del tiranicidio, ocurrido el 30 de mayo del 1961 sólo podemos destacar como un legado importante de esos terribles años de represión, el crecimiento y consolidación de la infraestructura física de cines y teatros en toda la geografía nacional, la exhibición permanente de películas (bajo fuerte censura) internacionales, y la creación de la radiotelevisora estatal ¨La Voz Dominicana¨.
De todas maneras, de 1962 hasta finales del Siglo Veinte (XX) cineastas y cinéfilos siempre mantuvieron el deseo y voluntad de desarrollar de manera permanente la producción nacional de películas. Entre uno y otro momento de ese extenso periodo (48 años) se producen documentales, cortos de ficción, algunos largometrajes de ficción y documentales, así como especiales de televisión y una dinámica e intensa producción televisiva diaria, heredada de la extraordinaria labor artística y técnica desarrollada por La Voz Dominicana (Radio y Televisión) desde el año 1942 a 1961. Esa cíclica producción audiovisual es la cualidad más acentuada de esos años pretéritos, aun con la instalación de nuevas plantas televisoras, productoras de cine y televisión, así como de agencias publicitarias.
Esa condición se mantiene hasta llegados los primeros diez (10) años del siglo veinte y uno (XXI), con todo y que ya el Sector Cultural Estatal había estrenado el funcionamiento del Ministerio de Estado de Cultura en el año dos mil (2000).
La Actividad Cinematográfica Dominicana en todas sus vertientes recibe un gran flujo de transformaciones a partir del año dos mil diez (2010) con la formulación e implementación de la Ley Nacional (108-10) de Fomento Cinematográfico. Ese importante instrumento legal y económico que recoge experiencias nacionales e internacionales, ha facilitado la producción y exhibición anual de diversas películas largometrajes de ficción y documentales, así como acciones formativas habituales y extraordinarias de nuestra industria, con cargo a los impuestos que día tras día paga la Sociedad Dominicana.
Independientemente de esa positiva realidad legal y económica de la que hoy disfruta el cine dominicano, el cineasta debe contar siempre con la estrecha colaboración profesional de talentos de diversas disciplinas artísticas, técnicas y artesanales para alcanzar la materialización objetiva de cualquier propuesta audiovisual. Buscando habilitar una empática relación de criterios entre el extenso grupo de seres humanos que por un riguroso periodo de tiempo une voluntades estéticas, administrativas y técnicas para concebir y producir una película en el país y el mundo, propongo una serie de reflexiones e interacciones bajo el denominador común de Diálogos Multidisciplinarios del Cine Dominicano.
Con una propuesta integrada por veinte y un (21) diálogos, procuro establecer metodologías y líneas de acción entre cineastas y los renglones profesionales que hacen posible la concepción estética de la Obra Cinematográfica.
Resulta justo reconocer que en estos últimos diez (10) años (2010- 2020), hemos asistido a uno de los momentos más trascendentes del arte dominicano. En una empresa de amplias exigencias económicas, creativas y técnicas como la cinematográfica, hemos logrado armonizar criterios funcionales en los tres renglones fundamentales del Sector, como son: Producción, Distribución y Exhibición. Esa dinámica interacción ha dado como resultado la creación de numerosas fuentes laborales, tanto para el sector artístico como para profesionales, técnicos y artesanos de diversas especialidades.
A ese hecho tangible y evidente se suma también la condición de que nuestro espacio geográfico y la ley de cine, proveen de amplias facilidades logísticas y económicas a productores y producciones internacionales. La Ley Nacional (108-10) de Fomento Cinematográfico es buena y favorable a nuestro cine, no nos cabe la menor duda. Como instrumento inicial y guía del proceso de crecimiento del cine dominicano que recién iniciamos en el año dos mil diez (2010) ha cumplido con los fines y objetivos que le dieron origen. Ese instrumento que norma nuestra profesión merece que lo cuidemos, lo protejamos y lo modifiquemos cuantas veces sea necesario, sin ánimo de que pierda su esencia institucional. Jamás podemos cerrarnos y cerrarla, al fabuloso escrutinio del discernimiento colegiado de todos los actores que inciden en nuestro sector profesional. Ese texto fundamental y sagrado del desarrollo cinematográfico del país, debemos hacerlo un instrumento funcional, dinámico y actualizado ante las demandas estructurales de la industria al transcurrir de los años.
Precisamente, la formulación de estos Diálogos Multidisciplinarios del Cine Dominicano es una apuesta a la funcionalidad plena de la Ley Nacional (108-10) de Fomento Cinematográfico, dado el hecho de que los mismos persiguen implementar una metodología de trabajo eminentemente horizontal, con una buena parte de los hombres y mujeres que sin ser cineastas de profesión, ni haber pensado nunca en estar vinculados de manera estrecha al hecho fílmico, han sido reclamados al set de rodaje a aportar sus conocimientos científicos, creativos, técnicos y artesanales en la realización de una película.
De pronto, gente que sólo había asistido a la sala oscura con el simple interés de divertirse, o conocer de hechos y vivencias inspirados en historias reales, o a partir de las concepciones estéticas elucubradas en el subconsciente de creativos del cine y la narrativa literaria, se encuentran con la extravagante parafernalia que requiere una producción cinematográfica. Adhortos, desnudos intelectualmente, impresionados y alegres ante aquel andamiaje de equipos técnicos, talentos y seres humanos de carne y hueso, procuran dar lo mejor de sus actitudes creativas, técnicas y artesanales para que la obra cinematográfica adquiera la dimensión plástica que el director y el productor se han propuesto con la intención de conseguir el favor del público a partir del día de estreno y fechas siguientes.
La Industria Cinematográfica Dominicana, cuyo recorrido formal apenas alcanza los diez (2010-2020) años, puede asumir esta metodología laboral que propongo a partir de la implementación de los Diálogos Multidisciplinarios del Cine Dominicano, como parte de una estrategia ampliada de crecimiento creativo y técnico, que comprenda los próximos diez (2020-2030) años de desarrollo de la industria local.
Proponer e implementar este humilde aporte a la clase cinematográfica dominicana, corresponde, si así lo entiende de lugar, al ente regulador estatal del sector, que en este caso lo constituyen el Ministerio de Estado de Cultura y la Dirección General de Cine.
La próxima década de la Industria Cinematográfica Dominicana (2020-2030) debe ser la de la consolidación del producto audiovisual que produce y lanza al mercado nacional e internacional, año tras año. Cineastas, productores e inversionistas de nuestra industria, deben tener muy presente que la competencia internacional a nuestras películas posee una experiencia de años en el mercado, cuya infraestructura técnica y logística es de gran fortaleza operativa. Ese sector empresarial de naciones hermanas, no escatima esfuerzos creativos que le facilitan mantener dentro de las salas de exhibición, así como en los medios masivos y alternativos de comunicación, un número creciente de espectadores tras sus obras cinematográficas.
Esos cinéfilos, que en estos tiempos signados por la alta incidencia de las nuevas tecnologías de información y comunicación, se convierten en una cantidad exponencial de espectadores, dada la penetrabilidad de las plataformas multimedias en todas nuestras acciones de vida en los últimos veinte (20) años, son un blanco de público muy importante para cualquier industria cinematográfica establecida. Para la nuestra son esenciales. Con un objetivo claramente definido, esas herramientas se han establecido como poderosas estructuras de mercadeo, publicidad, proyección y difusión de todo tipo de productos, bienes y servicios. En ese voluminoso conglomerado de transacciones comerciales, el producto audiovisual ocupa un espacio de alta preferencia social y económica.
Ese mercado audiovisual que circula a uno y otro lado del universo debe ser la meta del cine dominicano en la segunda etapa (2020-2030) de implementación de la Ley Nacional (108-10) de Fomento Cinematográfico. Ese espacio exige cada vez más y con mayor contundencia, pro- puestas narrativas y plásticas que satisfagan sus caprichos recreativos, pero a partir de una estructura dramática, creativa y técnica con demostrables rigores de profesionalidad.
Debemos asistir con propiedad y voluntad a esa feria de intereses lúdicos y económicos que promueve el cine mundial, pero lleguemos allí con pleno conocimiento de que estamos presentando un producto diseñado con alto potencial creativo y técnico, pues hemos tenido la oportunidad de analizar de manera sostenida y llana, la concepción argumental de nuestras películas.
Desde este humilde peldaño metodológico, solo aspiramos a que la Industria Cinematográfica Dominicana supere en un tiempo relativamente corto lo que a otras naciones hermanas con la misma realidad de su industria en su momento les exigió treinta (30) y hasta cuarenta (40) años de análisis y reflexión horizontal entre sus apasionados miembros.
Espero podamos dialogar profusamente en la década siguiente, por el bienestar y estabilidad de nuestra industria cinematográfica.