Paul Krugman, Premio Nobel de Economía ha escrito en varias oportunidades sobre las crisis y las desigualdades sociales en los Estados Unidos, en la que ha puntualizado que “naciones ricas en recursos, talentos y conocimientos, tienen los ingredientes necesarios para alcanzar la prosperidad y un nivel de vida decente para todos, sin embargo, se encuentran en un estado de intenso sufrimiento”.
¿Cómo llegamos a esta situación? Y, sobre todo, ¿cómo podemos salir de ella? Se preguntaba Krugman.
Los capitalistas nos venden la idea de que la solución a la pobreza es de tipo educativa y no de transformación social radical; pero no dicen ni una solo palabra sobre la responsabilidad de los mecanismos financieros internacionales hechos a la medida del saqueo a los países más pobres.
El 9 de abril de 2023, el profesor Robert Reich, de la Universidad de California, escribió en Twitter que 728 multimillonarios de este país acumulaban más riqueza que el 50% de los hogares estadounidenses. “La desigualdad se está tragando a este país”.
Alarmados, algunos periodistas fueron a buscar las fuentes de tal afirmación, a ver si se sostiene. Pero resulta que un reporte de noviembre de 2022, tomando datos de Forbes, estimó la riqueza colectiva de ese número de multimillonarios,728 en total, en el equivalente a 4,48 billones (12 ceros) de dólares.
De acuerdo con la Reserva Federal de este país, el 50% de los hogares acumulan una riqueza equivalente a 4,16 billones:”4,48 billones que poseen 728 multimillonarios son más que 4,16 billones que tienen el 50 % de la población total.”
Pero ya que estamos metidos en cifras, los multimillonarios estadounidenses en total gozan de una riqueza igual a la del 64% de la población del “país de las maravillas y del sueño americano”. El exclusivo 0,01 % en la misma cúspide de la riqueza, controla 17,6 billones de dólares.
Hace unos meses me réferi, en un artículo publicado en Acento, sobre la bancarrota del Banco Silicon Valley, en la que entre otras cosas decía “que este banco tiene entre sus clientes algunos de los mayores negocios tecnológicos de Estados Unidos, que le brindaba servicios a cerca de la mitad de los emprendimientos tecnológicos y farmacéuticos del país”.
Los activos del banco ascendían a 220 000 millones de dólares, de acuerdo con el reporte de la Reserva Federal. El colapso ocurrió en menos de 48 horas, cuando los depositantes retiraron unos 42,000 millones de dólares, por miedo a perderlos.
Frente al pánico, el presidente Joe Biden salió rápidamente a decir:” El pueblo de Estados Unidos y los negocios del país pueden tener confianza en que sus depósitos estarán allí cuando lo necesiten”.
Algo parecido ocurrió en el colapso financiero de 2008. En esa ocasión se estima, de acuerdo con la opinión de expertos economistas, que 5,5 millones de ciudadanos norteamericanos perdieron sus puestos de trabajos y que 3,1 millones perdieron sus hogares. En aquel momento, el gobierno del presidente George W Busch no estuvo allí para ellos; a pesar de similar retorica.
¿Y para los banqueros ricos y los inversores? Bueno, a ellos no le fue tal mal. Me dice un amigo gringo, dirigente de izquierda, que John Paulson, por ejemplo, se hizo de 20,000 millones durante la crisis, un dinero, en buena parte, proveniente de los rescates que el Gobierno les dio a los bancos norteamericanos. Un solo ejecutivo banquero fue a parar a la cárcel, y aunque muchos resultaron despedidos, se marcharon con paquetes compensatorios en el orden de los millones.
Para no perder el hábito, Greg Becker, el gerente al frente del Banco Silicon Valley que acaba de quebrar, dice mi amigo George Gruenthal, que se embolsilló el año pasado cerca de diez millones de dólares, y poco antes del colapso vendió acciones por más de 3,5 millones de dólares. A pesar de los llamados a que devuelva el dinero, algunos expertos legales consultados dicen que será difícil obligarlo a ello si el procedimiento de venta fue legal.
Pocos analistas políticos, sin embargo, hablan del vínculo de esa realidad y la desigualdad económica internacional. Menos aún hablan del vínculo entre el sistema político oligárquico de Norteamérica y la desigualdad económica y social en la nación.
Dejar los análisis políticos en la superestructura es parte de esa manipulación ideológica a la que someten a esta población víctima de la desigualdad social. Es que resulta más conveniente ver las pajas en el ojo ajeno que vérsela así mismo.