Mucho se habla en estos tiempos de la eventual desaparición del dólar como moneda de intercambio comercial, medio de acumulación de reservas y garantía de estabilidad y seguridad para las naciones. Mi percepción es que tal cosa va a ocurrir, pero no a la vuelta de la esquina, pues la economía de los Estados Unidos sigue siendo la principal, ese país es el de más influencia y la mayor potencia militar.

Sin embargo, parece ser que las mismas acciones de EUA están contribuyendo a acelerar el surgimiento de monedas alternativas. Y si esto ocurre, no es tanto porque ese país haya perdido su preponderancia económica, sino porque ofrece poca confianza debido a que, en el esfuerzo por mantener su hegemonía, lo ha utilizado como arma de persuasión y guerra, estableciendo sanciones económicas, comerciales y financieras.

Recordemos que Estados Unidos se ha autoerigido en el árbitro de las virtudes humanas, con capacidad de decidir quién es bueno y quién es malo en el mundo y, por lo tanto, establecer sanciones, premios y castigos. Y en esa condición de árbitro, el rasero que utiliza resulta inconcebible: castiga a Cuba como Estado Terrorista mientras apoya ciegamente a Israel. Pero resulta que de Cuba no se conoce haber promovido acciones terroristas en el último medio siglo, al tiempo que no hay otro gobierno que haya cometido más actos de terrorismo que Israel, usando su armamento y tecnología para cometer homicidios en diferentes países y continentes.

Lo más increíble ha sido el rompimiento de una de las reglas más sagradas del capitalismo, el respeto a la propiedad, al congelar y expropiar el dinero y el oro mantenidos por otros países como reservas en las bóvedas de Nueva York y Londres, así como congelar cuentas bancarias a cualquiera que no se muestre flexible ante sus designios o amenacen directamente sus políticas e intereses. Es casi seguro que el reciente acercamiento de Arabia Saudita al bloque oriental ocurre tras haber visto lo que les está pasando a otros. Imagínense, un país que tiene tanto dinero acumulado.

Mucha gente se formula una pregunta cuya respuesta no es tan sencilla: ¿Con qué derecho puede Estados Unidos prohibirle a una empresa de Colombia comerciar con una de Venezuela? ¿O a una de Asia comerciar con otra de Irán? Si esas empresas no son del gobierno estadounidense, ni de ningún capitalista de ese país, ni están en su territorio ¿por qué tendrían que obedecerle?

La razón fundamental es que el poder norteamericano ha ideado un código llamado SWIFT (Society for Worldwide Interbank Financial Telecommunication), mediante el cual todo banco en el mundo que quiera participar en una transacción en dólares, sea un pago, un depósito, un préstamo o una transferencia, necesita tener ese código y poner en conocimiento dicha transacción al gobierno de los EUA. Así que cualquier empresa que realice comercio que no sea del gusto estadounidense, puede ser anulada del escenario internacional con un simple cotejo. Ningún banco se atrevería a romper esa regla, por las consecuencias que puede acarrearle.

Basado en ese rígido control e intentando castigar gobiernos, Estados Unidos ha provocado enormes sufrimientos a otros pueblos. He visto un reportaje en el que se muestra a niños de Afganistán, hambrientos y desnutridos, quejándose de que su país tiene dinero para adquirir alimentos, pero no puede usarlo porque está congelado por Estados Unidos. Algo parecido pueden decir los niños de múltiples países.

Pero de alguna manera, muchos han sobrevivido durante décadas, y están apareciendo nuevos métodos que permiten salirse de esa telaraña. El desarrollo tecnológico y con ello, la aparición de monedas digitales, si bien se pueden prestar a muchos negocios sucios y lavado de activos, al menos tienen la virtud de que posibilitan que algunos gobiernos realicen esas transacciones sin estar sometidos a control estadounidense.

A su vez, la emergencia de China como potencia económica, ha viabilizado el surgimiento de su propio código de relacionamiento bancario, con aquellos países y empresas que estén siendo impedidos de uso del SWIFT. Esto va a permitir también que los países realicen transacciones en otras monedas, como el yuan u otras, y que el dólar vaya perdiendo terreno en el comercio mundial y que probablemente sea desplazado en el futuro.

Se atribuye a Marx la frase “el oro circula porque vale, el papel moneda vale porque circula”.  No es que el desplazamiento del dólar vaya a ocurrir de la noche a la mañana, pero el primer paso para el derrumbe de una moneda es la pérdida de confianza por parte de los que van a usarla. Y además de confianza, se requiere que cualquier moneda alternativa esté disponible y abunde en otros países.

Para que haya abundante yuan circulando en otras partes, tendría que ocurrir que China genere déficits en su balanza de pagos, lo que demandaría que se convierta en un país consumista, que no ahorre tanto y compre mucho en otros países y lo pague con su moneda, como hizo EUA. Pero este es un cambio trascendente que no ocurre a la ligera, y que incluso podría dar al traste con el propio crecimiento económico.

Y lo mejor es que cuando haya un sustituto, no sea la moneda de un país en particular, sino una que haya nacido de un consenso de la comunidad internacional, como se planteó hace mucho. Ningún país debería tener el poder de usar la moneda internacional como arma para sus intereses.