Toda condición que repercute en las actividades básicas de la vida diaria puede ser sujeta de ser una discapacidad. Comúnmente, las limitaciones físicas se consideran la causa principal de una disfunción en las actividades que tenemos que desarrollar cotidianamente, hacernos cargo de nuestro autocuidado y de la toma de decisiones. Sin embargo, las causas invisibles siempre son las más discapacitantes, porque se tarda más tiempo en identificarlas o, incluso, porque nunca son detectadas.

Denominamos “tener conciencia de enfermedad” cuando sabemos que tenemos un problema de salud. En estos casos, por supuesto, es más fácil aceptarlo. Y, desde luego, los síntomas somáticos alejados de la mente también son más fáciles de asumir debido a los grandes prejuicios que persisten sobre las enfermedades mentales. Cuanto más tiempo se tarde en acudir a los profesionales, más se demorará la identificación de los síntomas y la obtención de un diagnóstico.

La Organización Mundial de la Salud considera que los trastornos de los afectos como la depresión son una de las patologías más discapacitantes, puesto que repercuten en las actividades cognitivas y de la vida laboral y social de quienes los padecen. Está demostrado que los trastornos depresivos no solo afectan a nuestras emociones, sino también a nuestras funciones relacionadas con el pensamiento y el procesamiento de la información que recibimos del exterior. Capacidades como la memoria de trabajo, que es la que en el día a día nos ayuda a recuperar y almacenar la información básica, pueden estar afectadas. Sin embargo, son síntomas muy inespecíficos y su disfunción muchas veces puede pasar desapercibida.

Es importante tener conciencia de que las enfermedades mentales configuran un gran abanico y espectro que afectan no solo al orden del pensamiento, sino que las más frecuentes son las que afectan a los sentimientos. Así, las personas que padecen depresión se sienten incomprendidas; normalmente, por su tendencia a la apatía pueden simular que son menos vitales o que se esfuerzan poco para conseguir sus objetivos. Son personas enfermas de sus emociones tanto bioquímicamente como psicológicamente.

¿Cómo podemos determinar o precisar cuando sufrimos depresión? Algunos elementos que pueden tomarse en cuenta son cuando nuestras capacidades están disminuidas o la repercusión en el manejo de las relaciones sociales. Asimismo, en muchas ocasiones puede manifestarse como síntomas accesorios: dolores crónicos, cansancio, cefaleas resistentes, trastornos gastrointestinales, insomnio, falta de vitalidad, y tristeza, incapacidad de disfrutar de las actividades habituales…

En estos casos, todos los síntomas posibles pueden configurar el “disfraz” de un trastorno que va a limitar enormemente la vida de estas personas y la de su familia. Con una cultura sanitaria adecuada para el autoconocimiento de los síntomas, podríamos evitar o limitar el curso evolutivo de una de las enfermedades más discapacitantes: la depresión.