La Segunda Guerra Mundial generó una alianza entre la principal potencia capitalista del mundo, Estados Unidos, y el Estado comunista más poderoso, la Unión Soviética. Los unió el peligro que representó el fascismo alemán e italiano que amenazaba con conquistar el mundo. No siempre fue así, en los años 30 casi todos coqueteaban con Hitler, Chamberlain por un lado, y Stalin por el otro. Y por supuesto dictaduras como la de Franco, Trujillo y Perón tendían, con gran admiración hacia Mussolini y Hitler, a emular al fascismo europeo. Todo cambió con las agresiones alemanas a Inglaterra y Rusia, y el ataque a Pearl Harbor por el aliado japonés de Alemania e Italia, Estados Unidos no tuvo otra opción que entrar en combate. Es a partir de ese momento en que Stalin, Churchill y Roosevelt sellaron una alianza para derrotar a sus enemigos comunes. En América Latina el Departamento de Estados Unidos motivaba a las dictaduras a liberalizarse y tolerar los comunistas, el Kremlin pedía a sus aliados que detuvieran toda propaganda contra el imperialismo norteamericano.

En el caso venezolano, Bosch lo explica en su obra Póker de espanto en el Caribe: “La guerra mundial había estallado ya, y al parecer desde Washington hubo insinuaciones en el sentido de que Venezuela, garantía del suministro petrolero, debía tener un gobierno de libertades públicas, incluso aliado a los comunistas, a fin de evitar sabotajes en una industria vital para los ejércitos de las democracias. Por lo demás, aun sin esa insinuación y a pesar de sus simpatías por Mussolini, Isaías Medina Angarita, el nuevo presidente, no tenía inclinaciones dictatoriales. Su gobierno fue en parte democrático, y decimos en parte porque no persiguió a la oposición, porque no censuró a la prensa y porque organizó un partido, a favor del poder, para apoyarse en la opinión pública, pero no admitió reformas en las instituciones básicas del orden político, por ejemplo, en el sistema electoral, que seguía siendo el mismo desde los tiempos de Gómez”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 300)

Bosch corrige ese juicio y afirma en la página siguiente: “Sería deshonesto afirmar que el gobierno de Medina Angarita fue una dictadura, pero también sería deshonesto no afirmar que él era el heredero y beneficiario de la tiranía andina. Heredó su fuerza y la mantuvo en el poder; heredó su composición, la base de su existencia y sus vicios. Esos vicios, constitucionales, si así pueden definirse, estaban sobreviviendo a un régimen que ya se hallaba muerto en su entraña. La corrupción señoreaba la vida pública, y la corrupción no puede mantenerse, si hay libertad de expresión, sin poner en peligro la vida del régimen que la ejerce”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 301)

Y ante esta apertura volvieron dirigentes políticos que habían sido exiliados. Rómulo Betancourt y un grupo que gravitaba en torno a su liderazgo formó Acción Democrática en 1941. Ante la resistencia de Medina Angarita a celebrar elecciones libres se ejecutó un golpe de Estado en octubre del 1945 dirigido por Rómulo Betancourt y Marcos Pérez Jiménez (ya el veneno iba dentro) y se celebraron elecciones que ganó Acción Democrática con casi el 75% de los votos con la candidatura presidencial de Rómulo Gallegos (un literato muy reconocido en todo el mundo), él a su vez fue derrocado 9 meses después por un grupo militar donde estaba Marcos Pérez Jiménez. La analogía del caso Gallegos con el de Bosch invita a un estudio. Pero hay otra analogía importante. En 1933, en Cuba, fue derrocado el dictador Gerardo Machado por un movimiento encabezado por Grau San Martín y Fulgencio Batista. Con la Constitución de 1940 ascendieron al poder democráticamente en Cuba Fulgencio Batista (1940-1944), Grau San Martín (1944-1948) y Prio Socarrás (1948-1952) y justo cuando se preparaban las siguientes elecciones, las de 1952, Fulgencio Batista dio un golpe de Estado.

Volviendo al caso venezolano Bosch analiza la transición del 1945 que provocó el golpe de Estado contra Medina Angarita. “ En 1945 la propaganda de ese partido (Acción Democrática) había quebrado las bases del andinismo, que se hallaban en el Ejército. Como su antecesor, Medina Angarita se preparaba a elegir un sucesor, utilizando el mecanismo legal que lo había llevado al poder. Pero ignoraba que la raíz de su régimen estaba podrida. Una promoción de jóvenes oficiales del Ejército, escasamente pagados, estudiosos, veía ante sí el camino cerrado por los viejos generales gomecistas. En ese grupo hacía efecto demoledor la campaña de Acción Democrática, que reclamaba mejor vida para las masas y una organización más moderna del Estado; legislación democrática veraz, participación mayor del país en las utilidades del petróleo y uso patriótico de esas utilidades; honestidad en la administración pública, ampliación de la escuela nacional, más capitales para el pequeño agricultor y mejor jornal para los obreros”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 301-302) En el caso dominicano fueron los militares trujillistas, junto a la oligarquía representada por la Unión Cívica Nacional, que ejecutaron el golpe de Estado contra Bosch para no permitir que la riqueza del país fueran a dar a manos del pueblo y ellos poder seguir con sus prácticas corruptas. Y fueron precisamente una nueva generación de militares, encabezados por los tres coroneles de Abril (Caamaño Deño, Lora Fernández y Fernández Domínguez) quienes unidos a los partidos más progresistas de ese momento, y el apoyo de Balaguer, derrocaron el Triunvirato y tuvieron luego que enfrentar la invasión de las tropas de Estados Unidos.

Tanto el caso de Gallegos, como el de Juan Bosch y la revolución de Abril ocurrieron cuando la alianza entre Estados Unidos y la Unión Soviética se rompió con la Guerra Fría y en el caso nuestro ya había ocurrido la crisis de los misiles en Cuba en 1962 a dos meses de nuestras elecciones y para la potencia del norte era más importante su seguridad que nuestras democracias y preferían dictaduras que les brindarán seguridad frente a una presencia de la Unión Soviética o Cuba en la región.