Raza, juventud y petróleo no parecen tener cosa alguna en común, pero los tres están vinculados con el tema de la democracia en el Caribe de los años 50 del siglo XX cuando Bosch escribe Póker de espanto en el Caribe. Los regímenes autoritarios y las democracias populistas siempre se han valido de temas relacionados con la raza o la identidad nacional para generar en el seno de sus sociedades cierto grado de cohesión para que sus pueblos olviden sus verdaderos problemas. En el caso dominicano del siglo XX la ideología pesimista de las primeras décadas y la dictadura trujillista se valieron de esos temas y en la actualidad hay una orgía de racismo antihaitiano que ha distorsionado profundamente el debate político interno y desvirtuada una correcta política exterior.
Tratando el caso venezolano (Bosch trata en su libro los casos de Venezuela, Nicaragua, Cuba y República Dominicana) nuestro autor señala lo siguiente: “Es solamente tontería pensar que los pueblos y las razas son malos o son buenos de origen. El andinismo, por ejemplo, ha hecho mucho mal a Venezuela, pero los andinos tienen virtudes notables; son tenaces, laboriosos, inteligentes. Las consecuencias de su conducta se deben al medio retrasado en que han crecido. Mas cuando los andinos se cultivan en ambientes propicios al refinamiento de la sensibilidad y al desarrollo de un concepto social apropiado, ponen al servicio del pueblo esas virtudes de su raza; y así se explica que los más renombrados mártires de la lucha por la democracia en Venezuela hayan procedido, en los últimos tiempos, de la tierra andina”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 296) No debemos olvidar que muchos de los dictadores y presidentes venezolanos provinieron de Táchira: General Cipriano Castro (1858-1924), General Juan Vicente Gómez (1857-1935), General Eleazar López Contreras (1936-1943), Isaías Medina Angarita (1941-1945), General Marcos Pérez Jiménez (1953-1958) y hasta Carlos Andrés Pérez Rodríguez (1974-1979) y (1989-1993), que es parte de la región andina.
En el caso dominicano la región del Cibao ha producido muchos de los grandes demócratas, por ejemplo Ulises Espaillat, Pedro Francisco Bonó, Juan Bosch y presidentes como Joaquín Balaguer, Antonio Guzmán, Jorge Blanco e Hipólito Mejía. Estudiar los regímenes como factor político es fructuoso, pero no determinante. Como no tenemos una sociedad con determinaciones étnicas el único factor que ha gravitado es la ascendencia haitiana, la cual está presente en dos dictadores: Ulises Heureaux y Trujillo, y en el más grande líder de masas democrático de nuestra historia: José Francisco Peña Gómez. Contra él se empleó la más vil campaña racista que ha conocido este país y que resulta aborrecible que el actual gobierno, heredero político del accionar político de Peña Gómez promueva por diversos medios igual proselitismo racista.
Siguiendo con el caso venezolano Bosch destaca el papel de la juventud en la lucha por la democracia. “Entre los pocos expulsados por el gobierno que sucedió al de Gómez estaba un joven de casi treinta años, que había participado en la sublevación estudiantil de 1928, que había vivido en el destierro manteniendo una constante campaña contra la tiranía y que había vuelto a Venezuela a poco de morir Gómez. Tenaz, infatigable, con sentido nato de organizador, Rómulo Betancourt se dedicó a organizar, con algunos de sus compañeros de destierro, una fuerza política nueva, de ideología y disciplina que la hicieran apta para enfrentarse algún día a los graves problemas del país con soluciones adecuadas, dentro de procedimientos democráticos y con fines claros de justicia social. Perseguido para ser echado al extranjero, se mantuvo trabajando en su obra clandestinamente, casi tres años”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 298-299). Bosch se inspiró en gran medida en la obra política de Betancourt para la segunda creación del PRD a partir de 1961 en nuestro suelo nativo, pero años después se distanciaron cuando el pensamiento de él varió frente a la intervención norteamericana del 1965. Betancourt desde la oposición y el poder mantuvo una acción permanente de colaboración con los dominicanos que se oponían a Trujillo y hasta pagó en carne propia su antitrujillismo cuando el sátrapa intentó matarlo el 24 de junio de 1960, lo que no sabía el tirano criollo que ese hecho era el inicio de su fin porque generó el bloqueo de todo el continente americano a su dictadura y su ahogamiento económico al cerrarse la venta de azúcar dominicana. Bosch mismo el 27 de febrero del 1959 en una conferencia en la UCV de Caracas afirmaría que si Trujillo tenía el país como su negocio particular había que quebrarlo para que el dictador cayera. ¡Y así ocurrió!
El otro factor es el petróleo venezolano, fuente de riqueza inmensa para el desarrollo del país, pero a la vez creador de millonarios debido a la corrupción que tal botín provocó. Afirma Bosch en la relación entre la dictadura y el petróleo -en los años 40 y 50 del siglo pasado- lo siguiente: “Un país como Venezuela, productor de materia de tan alto valor estratégico como el petróleo, no podía ignorar que su destino estaba estrechamente ligado al del frente democrático. El heredero de Gómez procedió, pues, a maniobrar en la selección de un sucesor que, desde luego, debía ser también tachirense. En el orden político no había una fuerza que pudiera sustituir esa vieja base regional y racial del régimen, y los comandos del Ejército seguían siendo de procedencia andina. El presidente debía ser escogido por el Congreso, no por el pueblo, y gracias a la organización gomecista del Estado, que se conservaba incólume, el Congreso seguía estando en manos del gobernante”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 299-300). No valieron los recursos del petróleo para evitar la caída de las dictaduras venezolanas, al final la democracia se abrió paso y solo al finalizar el siglo XX y hasta el presente hubo un gobierno, Chávez-Maduro, que bajo insensatas políticas de destrucción del aparato productivo venezolano, apelando a un socialismo que únicamente existía en sus cabezas, pudo quebrar la economía de ese país.