La apelación a situaciones excepcionales ha conducido a la violación de los derechos humanos en nuestro continente latinoamericano y el Caribe. Lo vimos cuando el golpe de Estado en Bolivia en el 2019 y recientemente la política de El Salvador para enfrentar las pandillas, creando campos de concentración que llaman cárceles. Una condición semejante señala Bosch en las dictaduras caribeñas en el contexto de la Segunda Guerra Mundial. “…encarecieron renglones de producción nacional, como carne y leche cruda, precisamente en los que casi todos los tiranos del Caribe estaban personalmente interesados. A la vez que esto sucedía la guerra propiciaba la promulgación de leyes que prohibían las huelgas, la petición de salarios más altos o cualquiera actividad que pudiera mejorar la situación de los pueblos. El resultado fue un número impresionante de movimientos populares en cadena, que se produjeron en el Continente entre 1944 y 1945, favorecidos por la obligada propaganda a favor de la democracia”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 279-280) En el caso dominicano esa situación generó hambruna, ya que el tirano se enriquecía vendiendo a precios elevados lo que Estados Unidos necesitaba y no podía producirlo porque tenía a sus jóvenes peleando en Europa y el Pacífico.
Semejante a la situación que vivimos con la emigración haitiana, una parte pobre que únicamente puede laborar en la construcción y la agricultura, y otra que acude a nuestras universidades para formarse profesionalmente ya que en su país no tienen opciones de formación universitaria, sucedió también entre Costa Rica y Nicaragua durante el conflicto mundial que terminó con la detonación de dos bombas nucleares en poblaciones civiles en Japón, el acto terrorista más grande que haya conocido la humanidad. “…entre Nicaragua y Costa Rica ha habido siempre una estrecha vinculación comercial, política y cultural. El río San Juan, que hace frontera entre los dos países hacia el Caribe, es la salida obligada de productos nicaragüenses y costarricenses; las llanuras de Chontales en Nicaragua son ricas en ganado que se consume —más bien, se consumía— en Costa Rica, para llegar a ciertas zonas de Costa Rica hay que internarse en territorio nicaragüense, y en la llamada Frontera Norte, hacia el Pacífico, el tráfico comercial entre nicaragüenses y costarricenses es constante. Debido a su proverbial democracia y a la facilidad de llegar hasta ella desde su vecina del norte, Costa Rica es el refugio de los desterrados de Nicaragua; además, en la zona bananera costarricense hallan trabajo millares de compatriotas de Sandino. Por último, sobre todo después que a resultas de los movimientos populares de 1944 Somoza cerró las universidades, buen número de jóvenes estudian en San José”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 282) Conocer la historia de nuestras sociedades es muy útil para enfrentar problemas que se han repetido varias veces, pero a nivel local en la actualidad lo que se hace insensatamente es promover el racismo antihaitiano.
La historia de las dictaduras caribeñas y de los populismo que hoy reinan son una evidencia del sufrimiento que nuestros pueblos padecieron y padecen para beneficiar las arcas de las oligarquías y varios de los grandes empresarios. Pero incluso en situaciones tan dramáticas la democracia se abre camino, no en todas las naciones, pero sí en aquellas cuyos líderes se encuentran comprometidos con el bienestar de su pueblo. Bosch continúa con el caso de Costa Rica y Nicaragua. “Pero los fundamentos de la democracia costarricense eran sanos; y de ellos surgió un caudillo de la dignidad nacional y un haz de notables jóvenes que le secundaron. Ese caudillo fue José Figueres. Alzado en armas y seguido por una juventud brillante y de coraje, Figueres mostró una inesperada capacidad militar que nadie hubiera sospechado en un costarricense, gente de paz. La organización de sus tropas, la audacia de sus planes y la corrección de su ejecución asustaron a Somoza, quien, cuando vio en peligro a sus asociados de San José, envió hombres y armas a defenderlos. Pero fueron batidos inexorablemente. Entonces Somoza envió su Guardia Nacional sobre el país vecino, con el beneplácito del gobierno de Costa Rica”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 284). Frente a esa situación Costa Rica hizo una revolución que barrió con los colaboradores de Somoza en el poder y en dicha acción participaron muchos dominicanos que se ganaron el puesto de héroes entre los ticos y los dominicanos. La democracia costarricense se fundamento sobre base firmes que le ha permitido tener hasta el presente una sociedad desarrollada a la escala posible en nuestra área geográfica.
El valor de los costarricenses afectó el criterio del Departamento de Estado de Estados Unidos que durante unos breves años creó las condiciones para que nuestros pueblos lucharan por su libertad. Las postura norteamericana era “…difícil después de 1944, especialmente a raíz de haber pasado a ocupar la presidencia Harry S. Truman tras la muerte de Franklin Delano Roosevelt. La sangre de Sandino era una mancha demasiado fuerte en la Política del Buen Vecino. Por otra parte, la guerra había logrado ampliar en grado importante los conocimientos del pueblo norteamericano sobre dictaduras y democracias fuera de sus fronteras, la propaganda contra la dictadura hitlerista alcanzaba también, por extensión, a las de la América Latina”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 289) Los regímenes autoritarios de Alemania, Italia y Japón se asemejaban tanto a las dictaduras latinoamericanas que no era posible obviarlo para muchos de los analistas norteamericanos. Lamentablemente la Guerra Fría comenzó casi de inmediato y para el gobierno norteamericano eran mejores las dictaduras que las democracias siempre que defendieran los intereses de la potencia del Norte y sobre todo extirparan de sus sociedades a los comunistas. No obstante la revolución democrática en Costa Rica se abrió paso y pudo sobrevivir a ese nuevo escenario. Trujillo y Somoza se fortalecieron y fueron derrocadas las democracias de Guatemala y Cuba.