Póker de espanto en el Caribe de Juan Bosch es un texto clave sobre el problema de las dictaduras y las democracias en el Caribe y por extensión a toda América Latina. Tal como señalamos, es una obra del 1955 a pesar de que se publicó en 1988, lo que nos muestra la lucidez de Bosch en el momento histórico que vivía la región cuando todavía se movía como exiliado por diversos países del continente. Esto nos permite entender la comprensión que tenía Bosch sobre la problemática de edificar una democracia cuando asumió la Presidencia el 27 de febrero del 1963. Dudo que cualquier dominicano en ese momento tuviera cabal compresión del problema como la tenía el primer presidente democráticamente electo de la República Dominicana. Para Bosch en su ejercicio como presidente era más relevante mostrar las virtudes de la democracia para nuestra sociedad que retener el poder a toda costa. Son muchas las evidencias de que Bosch durante sus 7 meses de gobierno rechazó tomar medidas contrarias a lo que era una presidencia democrática.

En la lógica boschista, derrocar a Trujillo no era suficiente, era necesario construir las bases de una democracia para que no tuviéramos otra tiranía sin Trujillo, lo que en los hechos ocurrió cuando fue derrocado. Señala Bosch: “La zona del Caribe viene padeciendo tiranías desde hace tanto tiempo que la opinión general entiende ya que siempre las ha tenido. Se olvida que en el Caribe hay países que nunca han sufrido tiranos, como Costa Rica, o que durante mucho tiempo vivieron en democracia política, como Colombia (Bosch, 2009, v. XIV, p. 199). La democracia por tanto era posible en el Caribe, en República Dominicana en específico, a partir de las evidencias concretas que Bosch muestra, pero necesitaba de políticos comprometidos con ese modelo y de un pueblo dispuesto a luchar por un Estado de derecho. Nuestro país necesitaba vivir la democracia para que aprendiera a demandarla, con Bosch o sin él.

Thelma Vanahí Álvarez Bello.

Bosch escribe este libro mientras en su tierra todavía permanecía un dictador como Trujillo y por tanto devela la necesidad de que se construya un clima social favorable para la democracia. El nivel educacional era un argumento recurrente: no era posible una democracia con un pueblo analfabeto. Ya desde inicios del siglo XX se argumentaba de esa forma por parte de los llamados pesimistas. “El argumento que mayor apariencia de bondad tendría sería el de que los pueblos del Caribe padecen de malestar político debido a su escasa cultura general; y en ese caso valdría el ejemplo de la propia Costa Rica, el único en toda la zona —y seguramente en todo el continente, incluyendo a Estados Unidos— que tiene más escuelas que soldados. (Adviértase que decimos “más escuelas”, no más maestros, pues el número de maestros es varias veces mayor que el de escuelas en esa pequeña y admirable tierra, y por tanto varias veces mayor, también, que el de soldados). Pero es que si acudimos a casos alejados de la región hallamos que en Inglaterra no había hace un siglo más alfabetos que en la Cuba actual o que en la República Dominicana, en términos relativos, claro; sin embargo, en Inglaterra había entonces democracia política” (Bosch, 2009, v. XIV, p. 200). Escoger si primero va la educación y luego la democracia Bosch lo rechaza apelando a ejemplos conocidos por todos. Ambas tareas, la educación y la democracia, han de realizarse en conjunto, ya que las dictaduras, incluida la de Trujillo, no iban a favorecer una educación que pusiera en riesgo su control sobre la sociedad. De hecho, en la sociedad dominicana eran muchos más los analfabetos que los hombres y mujeres con algún nivel educativo, y eso era cierto en 1955 y lo fue en 1963. No es fortuito que los votantes a favor de Bosch en las elecciones del 1962 fueron mayoritariamente campesinos con casi ningún nivel educativo.

Bosch analiza la cantidad de colaboradores de las dictaduras que afirman que dichos gobiernos son voluntad de sus pueblos. “Como los “voluntarios” del gobernador dominicano son muchos de los “partidarios” de las tiranías, sea que acudan a votar donde se les diga y cuando se les ordene, sea que aparezcan firmando documentos privados o públicos (…) Ninguno de ellos (los partidarios de las dictaduras) es capaz de tomar el poder y conservarlo virilmente, afirmando que lo ha tomado porque ha querido y que lo mantiene porque es su santa voluntad. Al contrario, todos afirman que el poder les ha sido entregado por los pueblos, que hacen sacrificio de su tranquilidad y casi de su vida para servir la voluntad popular y, además, que son fanáticos de la democracia” (Bosch, 2009, v. XIV, p. 204-205). Este tipo de discursos incluso prevaleció más allá de Trujillo, era el argumento de los golpistas del 1963 y lo fue durante los 12 años del balaguerato. Trujillo y Balaguer procuraron celebrar elecciones regularmente siendo usualmente los únicos candidatos o bloqueando la participación de los opositores. Ya Hobbes en el siglo XVII afirmaba que el origen de la monarquía absolutista era el resultado de un contrato social en los orígenes de la historia humana. Además de falsa, es una idea que define a los hombres como animales que deben ser arreados como bestias.