La discusión en torno a la democracia, en el siglo XX, y ahora, tiene la peculiaridad de que a la misma apelan todos los gobiernos, democráticos o autoritarios, porque es difícil sostener un discurso en defensa de la dictaduras. Luego de las grandes revoluciones burguesas del siglo XVII y XVIII la apelación a la libertad y el bienestar del pueblo son consignas que impregnan casi todos los discursos políticos. Incluso gobiernos autoritarios como los de Europa Oriental en el siglo XX o Corea del Norte se denominan democráticos. Por supuesto plantean los defensores de esos regímenes, como el caso cubano, que entienden la democracia de “otra manera” diferente a la de Estados Unidos. Incluso Bosch a partir del 1966 plantea la inviabilidad de la democracia representativa al estilo estadounidense o de Europa Occidental, llegando a escribir una obra titulada Dictadura con respaldo popular, cuyo análisis desarrollaremos en otro momento.

Además es evidente que en el caso del Caribe y América Latina el Departamento de Estado de Estados Unidos no ha sido el mejor defensor de las democracias en nuestra área, una larga lista de golpes de Estado patrocinados por ellos o con su indiferencia así lo demuestra. Esto llevó a Bosch en 1955 a formular el gran problema de las dictaduras caribeñas que pretendían asumirse como demócratas. “La propaganda de las tiranías no se ha hecho sobre la base de que el despotismo dé más provecho a los pueblos que el que ofrece la democracia, porque los tiranos saben que a nadie podrían convencer de tal monstruosidad, ni se refiere a la superioridad moral o intelectual de los dictadores sobre los líderes democráticos. No hay manera de probar que el lobo y el tigre, porque aterrorizan a sus víctimas, son más inteligentes o más útiles que otros animales. Pero lo que mucha gente no advierte es que los tiranos —y nos referimos concretamente a esos cuatro déspotas del Caribe— no han sido capaces de aportar ni siquiera una idea provechosa al acervo cultural, político o económico de nuestros pueblos”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 385-386) Los cuatro a los que se refieren eran Trujillo, Batista, Somoza y Pérez Jiménez.

En el caso de Trujillo siempre celebró elecciones regularmente donde ganaba con el 100% de los votos emitidos. Era obsesivo con el ritual electoral e incluso integró el voto femenino a partir del 1942 para que el volumen fuera mayor. Esto último no niega que debamos reconocer la gran lucha de las sufragistas dominicanas para alcanzar ese objetivo. Al descabezar el tirano en 1961 a nadie se le ocurrió quitar el voto a las mujeres, igual que se mantuvo el divorcio civil, implementado por el tirano para poderse divorciar. Esa fue parte de la impronta dejada por la tiranía a la sociedad dominicana. ¡Y no es una alabanza!

La democracia en el Caribe no solo tuvo a grandes luchadores que durante el siglo XIX y XX empujaron mediante acciones políticas y bélicas la construcción de regímenes con mayores libertades y el reconocimiento de los derechos de todos los seres humanos, también tuvo a grandes pensadores que aportaron ideas y propuestas para desarrollar nuestras sociedades tomando en cuenta nuestras particulares características. Él lo señala de manera precisa: “El Caribe, sin embargo, ha sido campo propicio a la formación de ideas nuevas. Ya desde los días de la conquista comenzaron a surgir esas novedades, que no es del caso exponer aquí. Y en los últimos tiempos, en la lucha entre los opresores y los abanderados de la libertad, han aparecido algunas que dan la medida de por qué los líderes de la democracia caribe son hombres estimables en la zona de la actividad intelectual. No son sólo hombres de acción establecidos en el campo de los valores más altos de la moral occidental; son también estudiosos de los problemas políticos, económicos, sociales, capaces de hallar nuevas fórmulas, nuevos derroteros, nuevas normas para completar ese cuerpo de ideas que es el sistema democrático”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 386) Nuestro autor tiene la gloria de que aportó a la democracia y el bienestar de nuestros pueblos en el campo intelectual, en la acción política e incluso en el liderazgo militar, como lo demuestra Cayo Confites y el contragolpe de Abril del 1965. Pocos hombres o mujeres en nuestro continente reúnen esos tres logros.

Refiriéndose al caso dominicano Bosch destaca lo siguiente: “…los dominicanos que se enfrentan a Trujillo han mostrado también su capacidad intelectual. El Partido Revolucionario Dominicano es tal vez la única organización política de América en cuyos documentos fundamentales están sistematizadas las ideas políticas claves para organizar una nueva democracia en los países americanos, y especialmente en los del Caribe. Esos documentos fundamentales son un aporte valioso al estudio de las ideas políticas americanas, cuya evolución está reclamando un estudio serio, porque más que creación intelectual ha sido la obra de los pueblos en su búsqueda de la libertad, la dignidad, el bienestar”.  (Bosch, 2009, v. XIV, p. 388) Detrás de ese legado por supuesto está el mismo Bosch, pero también Cotubanamá Henríquez, a quien Cuba y República Dominicana le debe tanto y es tan poco reconocido. Si vemos la política dominicana actual es evidente una genealogía de hombres y mujeres formados por Bosch o por sus seguidores. El PRD, el PLD, el PRM y hasta FP son hijos o nietos de la actividad formativa política, a él le deben que hayan ocupado puestos políticos tan relevantes, pero la corrupción, eso no es de Bosch.