A veces, no siempre, las crisis de sistemas políticos (autoritarios o democráticos) ocurren en cadena, fuera por un hecho de gran trascendencia (el caso de las crisis financiera del 1929) o por la semejanza de regímenes contiguos (la caída de las dictaduras sudamericanas y de Europa oriental o la llamada primavera árabe). Y cada caso evoluciona de diferentes maneras, a veces con signos opuestos. Con la crisis del 29 se abrió camino la democracia en España y Cuba, pero surgió la dictadura de Trujillo.

En el 1955 Bosch percibe la posibilidad de un efecto dominó en la caída de las dictaduras caribeñas: “Una grieta que se abra en el frente despótico del Caribe está llamada a tener consecuencias serias. Los tiranos viven en estrecha alianza, y eso lo saben los pueblos. Los líderes democráticos de Santo Domingo, de Nicaragua, de Venezuela y de Cuba son perseguidos por cada una de las tiranías como si se tratara de enemigos domésticos. Por su parte esos líderes han aprendido a conocerse, a estimarse; en muchos casos han convivido bajo un mismo techo; han estudiado juntos los problemas comunes, han cambiado ideas y comprobado experiencias. La unidad democrática del Caribe está siendo gestada en el destierro, y como esa unidad es un deseo muy vivo de los pueblos no es osado esperar que al presentarse la primera grieta en el frente despótico ella irrumpa violentamente desde abajo haciendo trizas una serie de convenciones que hasta hoy han mantenido al Caribe dividido en numerosos países débiles”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 380-381)

Precisamente el carácter de exiliados contribuyó a fuertes alianzas entre los demócratas del Caribe, cuestión que varió una vez cada uno de ellos pudieron regresar a sus países. La unidad caribeña que forjó la lucha contra las tiranías se fue diluyendo en el mismo grado de que cada grupo de exiliados se centró en las cuestiones de sus pueblos una vez derrotados los tiranos. En el caso dominicano únicamente Juan Bosch y Peña Gómez mantuvieron una perspectiva más amplia que los 48 mil kilómetros locales, hacia el Caribe, América del Sur, Estados Unidos, Europa y hasta Asia. Y no debo dejar de mencionar a Hatuey Decamps que bajo el influjo de ambos mantuvo buenas relaciones con los demócratas haitianos, latinoamericanos y europeos. Lamentablemente mucho del liderazgo demócrata actual en República Dominicana tiene su cabeza carcomida por la xenofobia y tendencia hacia el racismo. Les falta visión amplia.

Bosch señala como las dictaduras caribeñas no fueron semejantes del todo. “El machadato actuó en Cuba como el somocismo en Nicaragua. Machado no aplastó a los partidos tradicionales sino que se apoyó en uno de ellos y en parte del otro. También como en Nicaragua esos dos partidos se llamaban liberal y conservador. El liberal ha seguido subsistiendo, pero casi más como un recuerdo que como una realidad, y no tardará en desaparecer del todo visto que su existencia no tiene razón de ser ya en un ambiente cargado de nuevos conceptos sociales y políticos. Su actual alianza con Batista será su sentencia de muerte. Pero la obra de Batista, es decir, la que él está llamado a provocar por reacción no va a circunscribirse a ese terreno, porque si bien no con la organización de Acción Democrática, por ejemplo, Cuba tiene fuerzas renovadoras en el autenticismo y en la ortodoxia. La enseñanza que dejará la tiranía de Batista es que para mantener la democracia hay que esforzarse en conservar la moral política y administrativa, y que sin esa moral los partidos democráticos no pueden aspirar a ser seguidos por el pueblo. Los llamados a gobernar en Cuba después de Batista tendrán que vivir en casas de cristal, de manera que las masas puedan verles en todo momento las manos limpias de peculado”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 382-383)

Una primera consecuencia de esa cita es que para Bosch la dictadura trujillista fue anómala en su grado de hegemonía social, económica y política, los casos de Nicaragua y hasta el cubano de Machado, muestra dictaduras conviviendo con partidos políticos diferentes. Una segunda consecuencia es que efectivamente la gran reserva política de Cuba fueron los ortodoxos, que asaltaron el Cuartel Moncada y luego desembarcaron para combatir a Batista y lograr una revolución que trascendió la ideología ortodoxa hacia el socialismo. La tercera enseñanza es que efectivamente la degeneración moral de los liderazgos democráticos, sobre todo en el robo del erario, debilita dicho régimen y abre las puertas para el ascenso de un líder populista como Chávez o la degeneración mental y política del matrimonio Ortega-Murillo. El grave problema es que una vez ese tipo de liderazgos patológicos toma el poder cuesta sangre y vidas retomar el cauce democrático.

Igual en el 1955, como en el 2023, son miles, millones, los que apuestan por la democracia en el Caribe. “Toda esa gente abriga la esperanza de que se presente una coyuntura favorable para conquistar la libertad. Mucha de ella lucha, va a las cárceles, muere en las calles. El resto es el gran ejército inmóvil de la democracia, un ejército que un buen día se echa a andar y atropella cuanto encuentra a su paso, hasta quemar el germen último de los tiranos. De entre ellos sale el oficial que no pudiendo resistir más se rebela un día; el capitán que encabeza el motín, el mártir inesperado. En ellos hace mella la prédica de los hombres que propagan la buena nueva de la justicia social para los oprimidos y la libertad para todos; la prédica de los que han visto en medio de la noche el rostro del porvenir, la otra faz del Caribe”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 385) Falta mucho por hacer para que las sociedades caribeñas puedan vivir en libertad y progresando materialmente, con acceso a la educación y la salud, unidos todos para fortalecer la democracia y demostrar el derecho que tenemos para existir como parte de las sociedades más civilizadas del planeta.