Cuando del Departamento de Estado de Estados Unidos aceptó el golpe de Estado de Batista, el 27 de marzo del 1952, no solo contribuyó a destruir la democracia en Cuba, sino que puso en marcha un proceso histórico que pondría en riesgo la propia existencia de su nación una década después, en el conocido octubre del 1962. Dos años después la CIA elaboró un plan para destruir la democracia guatemalteca mediante el derrocamiento de su presidente constitucional Jacobo Arbenz Guzmán. El 18 de junio del 1954 un esbirro del imperialismo, criminal bien conocido, el Coronel Carlos Castillo Armas invadió su propio país y 9 días después renunció Arbenz. Un hecho curioso es que Ernesto -Che- Guevara vivió esos hechos en la misma Guatemala, de primera mano, y fue un hecho que reafirmó su radicalización política. La democracia guatemalteca y el gobierno de Arbenz valían mucho menos para el gobierno de los Estados Unidos que las ganancias de la United Fruit Company. Nueve años después el Gobierno de Bosch también fue derrocado y la democracia dominicana importó un bledo para los hacedores de política internacional de la potencia del norte.
El caso de Costa Rica es curioso. Fruto de la anulación de las elecciones del 8 de febrero del 1948, con muchas evidencias de fraude, José Figueres se alza en armas el 12 de marzo y comienza la gran revolución costarricense que convertirá esa nación en modelo de democracia durante el resto del siglo XX y hasta el presente. En dicha revolución participaron varios dominicanos de manera destacada y se utilizaron armas que iban a ser empleadas en la expedición de Cayo Confites, abortada por militares cubanos aliados de Trujillo. Desde el 8 de mayo de 1948 Figueres era presidente de la Junta Fundadora de la Segunda República y organizaron unas elecciones que ganó Otilio Ulate Blanco, luego en la segunda elección para la presidencia la ganó José Figueres quien fue juramentado el 8 de noviembre de 1953, por lo tanto, tal como vimos en la entrega pasada, el destino natural de Juan Bosch era Costa Rica para evitar la persecución que se desató en su contra luego del asalto del Cuartel Moncada por parte de las juventudes ortodoxas cubanas.
Aunque el propósito de Póker de espanto en el Caribe no era autobiográfico, no es posible que Bosch obviara su participación en procesos tan trascendentes para la historia del Caribe. Bosch había huido de la dictadura trujillista en enero del 1938 y ahora debía partir de Cuba precisamente por el surgimiento de un tirano: Batista. Para nuestro autor el tema de las dictaduras y las ansias de democracia en la zona del Caribe se insertan en una compleja lógica política. “…la historia enseña que los regímenes unipersonales que no se basan en una tradición política arraigada, como es el caso de las monarquías, desaparecen con sus titulares. Son muy contadas las excepciones, por lo menos en América, y obedecen siempre a condiciones peculiares de los medios en que se han dado. Pero en el caso de las tiranías del Caribe no hay esas peculiaridades. Los pueblos despotizados por Trujillo, por Somoza, por Pérez Jiménez y por Batista entienden que el clima político en que ellos deben vivir es el de la democracia. El sentimiento democrático es consustancial con su naturaleza; lo desean, lo necesitan, y sólo se explican las tiranías como monstruosidades históricas”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 379) Los pueblos caribeños sometidos a tiranos están conscientes de que ese no es el modo político de vivir decentemente y que tarde que temprano algo deberá hacerse para deshacerse de esos engendros de la historia. De los cuatro mencionados por Bosch fue precisamente Trujillo el único degollado en su propio país, los otros huyeron de sus países antes de enfrentar semejante destino.
Salvo que un pueblo tenga un espíritu masoquista, y no conozco ningún caso, la expectativa es que en algún momento el gobierno que les conculca la libertad, los reprime, explota y los hunde en la miseria, debe ser expulsado del poder. ¿Cuáles circunstancias favorecen eso? ¿Quién o quiénes deben ejecutar esa acción por la salud de su pueblo? Indudablemente que cambiar un régimen político usualmente es provocado por una crisis y genera una crisis. Bosch lo percibe de esta manera. “Una crisis puede ser general, y en ese caso está llamada a afectar una gran zona; pero puede ser también parcial, en un país determinado, o en más de uno, por causas ajenas a la situación económica o política del mundo; puede provocarla una enfermedad que mate el ganado o destruya plantaciones, puede provocarla una sequía o un aumento en las lluvias; puede determinarla la baja de precio de un artículo fundamental en la economía de un país dado: el cacao en Santo Domingo, el café en Nicaragua, el petróleo en Venezuela, el azúcar en Cuba. Una crisis parcial puede ser el germen de un movimiento social y político llamado a transformar la situación; depende de cuáles sean las fuerzas democráticas que haya en el país donde se presente esa crisis, de la capacidad de sus líderes, la disciplina de sus hombres, la claridad de sus propósitos”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 380) Si las crisis no siempre son predecibles, el preparar organizaciones de hombres y mujeres prestos a defender la democracia si se puede planificar, fuera en los años 50 del siglo XX, como en el presente. La democracia nunca es totalmente plena, ni está garantizada, demanda un esfuerzo constante para ganarla, conservarla y ampliarla.
Las crisis de orden natural, financiera y bélica siempre provocan cambios en el orden político. Un caso que siempre invita al análisis fue la crisis financiera del 1929 que el Caribe generó cambios de orientación política de diversas naturalezas. Dos ejemplos: mientras en Cuba debilitó la dictadura de Gerardo Machado y al caer ese régimen en 1933 la sociedad cubana constituyó una democracia, en el caso dominicano la misma crisis contribuyó al ascenso de Trujillo y condenó a nuestra sociedad a formas autoritarias de poder hasta 1978, incluido el golpe de Estado contra la democracia, en el derrocamiento de Juan Bosch. El ciclo democrático cubano duró poco más de una década y a partir del 1952 ha estado sometido dicho pueblo a regímenes autoritarios. En el caso dominicano desde 1978 la democracia se ha fortalecido paulatinamente, salvo el difícil periodo de debilitamiento de la democracia entre 1990 y 1994.