Cuando se estudia la historia de Bosch y específicamente sus experiencias sociales y políticas en Cuba entre 1939 y 1953 afloran semejanzas curiosas sobre su vida política en la República Dominicana entre 1961 y 1992. Un hecho destacado. Quién involucra a Bosch en la política es Cotubanamá Henríquez, hermano de padre de Pedro Henríquez Ureña, tan temprano como la estadía de Bosch en Puerto Rico en 1938. Desde que Bosch llega a Cuba en enero del 1939 es atraído al liderazgo del PRC-Auténtico, del cual fue fundador e ideólogo el mismo Cotubanamá. A la vez que Bosch desarrollaba un intenso laborantismo en la formación del PRD en Cuba, seguía trabajando con los auténticos, hasta el punto de llegar a ser el secretario personal de Prio Socarrás durante su presidencia y responsable del periódico del PRC-Auténtico. Los dos gobiernos de los auténticos estuvieron plagados de corrupción, tanto el de Grau como el de Prio y por eso se escindió un grupo llamado los Ortodoxos que pretendían hacer política con un sentido ético más riguroso. Al acercarse las elecciones del 1952 los Ortodoxos lucían como los ganadores, incluso un abogado, Fidel Castro, era candidato al Congreso.

De los Ortodoxos dirá Bosch: “Fundamentalmente la oposición era el partido ortodoxo, un desprendimiento del autenticismo. Durante la administración Grau un grupo de líderes auténticos, encabezado por el senador Eduardo Chibás, se alejó del gobierno y fundó la ortodoxia, esto es, la fracción que reclamaba un gobierno de acuerdo con las ideas originales del autenticismo. Entre ortodoxos y auténticos no había diferencias en lo que tocaba al problema social, al económico o al de la doctrina democrática, la diferencia estaba en la moral política y administrativa”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 364-365) La semejanza con la fundación del PLD al desprenderse del PRD es interesante de estudiar. La cuestión de la moralidad pública y privada era vital en Bosch, heredada de Martí y Hostos. Resulta paradójico que sus discípulos traicionaron ese ideal prácticamente desde que se aliaron con Balaguer en 1996, traicionaron a Bosch para subir las escalinatas del Palacio Nacional.

Aunque Batista había sido presidente constitucional entre el 1940 y el 1944, gracias a elecciones libres, su naturaleza más íntima era la de un guardia que venía de abajo y tenía sed de poder y riqueza. La semejanza con la naturaleza de Trujillo también llama la atención. Antes de que Prio terminara su presidencia ejecutó un golpe de Estado el 10 de marzo del 1952 malogrando la democracia cubana. El respaldo de Estados Unidos al nuevo gobierno fue un acto de villanía contra el pueblo cubano, igual que lo sería el de Guatemala dos años más tardes. La aniquilación de democracias en América Latina para favorecer dictaduras criminales es una de las señales más turbias de las relaciones de la potencia del norte con los pueblos latinoamericanas. Ni se imaginaban que la dictadura de Batista produciría la revolución de Castro y una década después del golpe de Batista la seguridad de los Estados Unidos pedía de un hilo con los misiles soviéticos. Si las elecciones en Cuba hubiesen ocurrido como estaban pautadas Fidel Castro sería un congresista y posiblemente luego presidente de Cuba en un entorno democrático.

Sobre Batista señala Bosch: “Batista se proclamó primer ministro, primero, y después presidente de facto. La Constitución fue sustituida por un estatuto de su invención; el Congreso, por una asamblea consultiva de miembros designados por él. Cuando llegó al palacio presidencial declaró que había encontrado cocaína en el escritorio del presidente Prío. Nunca había caído Batista tan bajo. Esa calumnia, aparecida en su boca, lo igualaba a Trujillo. Un hombre que había sido presidente constitucional de su país, no importa si gracias a buenas o malas artes, y que había recorrido América ofreciéndose a los públicos como líder democrático, no debía mentir en forma tan repugnante para justificar su traición”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 368) Recuperar a Batista como un líder cubano defendible es parte de las ignominias de la extrema derecha de origen cubano enquistado en La Florida.

Bosch no se ciega y afirma con razón que en el golpe de Estado no intervino Estados Unidos, como hoy día algunos autores lo señalan en relación al golpe contra Bosch en 1963, pero lo cierto es que el Departamento de Estado terminó reconociendo al gobierno de Batista y a los dictadores del Triunvirato. “Batista había llegado a palacio. Volvía allí (había sido presidente constitucional entre 1940 y 1944) porque las debilidades históricas de su pueblo le habían permitido ser caudillo militar, primero, y cabecilla de un golpe traidor después. Pero aun con su pasado de caudillo de la soldadesca él no habría podido conspirar en 1952 con buen éxito si la corrupción administrativa y política del autenticismo no hubiera favorecido sus planes y si una oposición desbordada no hubiera propiciado el descrédito gubernamental. No hay constancias de que el imperialismo norteamericano haya tenido que ver con su última hazaña. No hay, hasta la fecha, documentos o indicios en qué basar una acusación contra los políticos de Norteamérica por haber intervenido en el derrocamiento del régimen democrático de Cuba. Si los hubiera, en este libro se hablaría de ellos”. (Bosch, 2009, v. XIV, p. 369)

Cierto que para que el imperialismo intervenga de alguna manera en un país de la región es una precondición la debilidad de dicho Estado (por la corrupción, la deuda externa, etc.) y la división de los sectores comprometidos con el bienestar del pueblo. Eso explica que Fidel y el Movimiento 26 de Julio cerraran filas e impusieran un gobierno dictatorial para evitar que los Estados Unidos interviniera, como lo intentó con Bahía de Cochinos, y radicalizó la revolución cubana hasta lograr que se volviera el aliado más fiel de la Unión Soviética en América. La democracia sigue siendo una asignatura pendiente en la experiencia cubana, la pregunta es si al intentarlo favorecería el intervencionismo imperialista. Como en una ocasión afirmó Bosch la democracia en nuestros pueblos no es posible con los Estados Unidos, ni en contra de ellos.