¿Para qué quiere un político el poder?
Es una pregunta que es menester hacerse ahora que hay tres aspirantes a sentarse en el palacio de la calle México.
No podemos dejar la respuesta a la frivolidad. Porque, aun cuando queramos desentendernos de la política, las consecuencias generadas por el ejercicio del poder político nos persiguen siempre.
Aquellos que se desentendieron de la política y dejaron que un demagogo, psicológicamente inapto para el alto cargo de dirigir un país, se apoderara del poder, y comenzara a experimentar con la sociedad sus proyectos fantasiosos, han pagado muy duramente las consecuencias. Solo basta observar a Venezuela, a Nicaragua, los que actuaron con frivolidad, los que hicieron un mohín de no me importa porque no soy político, ahora andan en las selvas de Darién o en las depravadas fronteras de México con Estados Unidos, con las familias desperdigadas y sus proyectos de vida completamente destruidos.
No podemos tomar a la ligera la decisión electoral. Debemos tener presente quién puede ocupar el mando de la cosa pública. En las próximas elecciones del 19 de mayo, debemos hacer un balance de las distintas opciones. Conviene que el lector haga sus comparaciones y llegue por sí mismo a la conclusión de qué es lo que más le conviene al país.
¿Para qué quiere el poder Leonel Fernández?
Estuvo al mando de la cosa pública durante tres largos períodos presidenciales. Durante los ocho años que van del 2004 al 2012 hizo setenta viajes al exterior y estuvo fuera del país por 392 días. Estuvo acompañado por comitivas de 1.556 personas y se gastó la suma de 49.1 millones de dólares. Lo cual nos muestra una de las vertientes de su estilo de poder. Tendencia a la dolce vita, le place alternar con reyes de las más rancias monarquías, con jeques del Oriente Medio o con los grandes de este mundo que suelen reunirse en Davos. En sus horas de gloria, un general estaba a cargo de cuidarle la silla presidencial y de llevarla a los más recónditos lugares del país.
No pudo resolver ninguno de los problemas que hoy le sirven de bandera electoral. Durante los gobiernos del período mencionado la inflación interanual alcanzó 23,2%. En el actual período con el cual pretende compararse, no ha rebasado el 12,64%.
No pudo, o quizá no hubo, intención de controlar la corrupción que campaba por sus respetos en sus gobiernos. Y eso que en sus gobiernos se crearon seminarios grandilocuentes, comisiones con muy buenos honorarios, leyes e incluso se fundaron instituciones para perseguirla como el DEPRECO. Su primer incumbente Justo Pedro Castellanos renunció por carecer de medios. El segundo incumbente de la lucha anticorrupción, Hotoniel Bonilla, se quejaba entonces de que no contaba con ningún recurso para llevar a cabo su labor “ni siquiera para hacer fotocopias”.
Nada hallaron y a nadie sometieron. Sin embargo, la corrupción estaba a ojos vistas en el caso Sund Land, el PEME, en los aviones Tucano y en una veintena de casos más. Y, en vista de la abundante documentación, la historia no lo absolverá.
No logró atenuar, sino que agravó la inmigración ilegal.
En actualidad, rodeados del mismo equipo ya gastado y quemado, no tiene ningún proyecto, no constituye ninguna esperanza para este país, que no sea volver al boato, a la _dolce vita, de un rey holgazán, acostumbrado a ser alabado y adorado por sus seguidores como un semidios.
En cuanto a Abel Martínez ¿para qué querría el poder?
Bien es verdad que no tiene la tasa de rechazo de Fernández (36%) con quien comparte el mismo pastel electoral. Pero buena parte de los sus grandes dirigentes se halla imputada en los más sonados casos judiciales. Es un candidato sin proyecto ni encarna ningún ideal que no sea el poder por el poder.
Luis Abinader
El tercer candidato ha definido, cuando menos una tarea de gobierno clara. 1) se ha dedicado a luchar por la independencia del poder judicial, 2) se ha comprometido a reformar a la policía, empezando por mejorar las condiciones laborales de los que han de velar por la seguridad ciudadana, 3) ha llevado a cabo un gobierno sin crispación, alcanzando metas tangibles en el turismo, en la agricultura, en la estabilidad cambiaria, en la modernización del transporte y en la producción de alimentos.
Todos los organismos internacionales han reconocido el ejercicio de gobierno del presidente Abinader:
Transparencia internacional ha elogiado la lucha contra corrupción, la DEA ha reconocido el récord de captura de alijos de drogas en el actual período de gobierno que supera los dieciséis años anteriores, la FAO ha hecho parejo reconocimiento en la superación de la subalimentación.
Queda sobradamente claro que la única opción que representa un freno al desatino, y que constituye una señal de esperanza es el candidato Abinader.
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