La recién anunciada dimisión de la primera ministro de Inglaterra Liz Truss, con tan solo 45 dias en el ejercicio de su cargo, ha puesto de manifiesto una vez más la falta de liderazgo dentro de las filas del Partido Conservador británico, así como la ausencia de un programa de gobierno viable dentro de las filas de dicha bancada. Con una militancia de alrededor de 150,000 partidarios, el electorado tory, altamente exclusivista eligió con apenas 80,000 votantes a Truss. La mayoría de los cuales son blancos, acomodados de clase media de los centros urbanos de Inglaterra y con una edad promedio de 60 años. Muestra inequívoca de un déficit democrático en la nación. Poco antes de su renuncia, ya los medios ingleses intuían su caída al tiempo que otras voces ya hablaban de una posible defenestración.
Identificada con el discurso neoliberal inaugurado por la extinta primera ministra, la conservadora Margaret Thatcher durante los 80s, la hoy renunciante fundamento su discurso, poses, estilo y hasta la misma vestidura de quien fuese conocida como la Dama de Hierro. Aun así, la ortodoxia neoliberal de su plan económico fue incapaz de sortear la crisis prevalente en el Reino Unido y no pudo devolver la estabilidad macroeconómica a una economía estancada en la última década; ni la tranquilidad a los ingleses todavía en ascuas por los múltiples escándalos que acompañaron la pasada gestión de Boris Johnson y la abrupta salida del país de Brexit.
Luego de 12 años en el poder y aun contando con la mayoría parlamentaria con 71 asientos, Truss asumió la jefatura del gobierno esgrimiendo una agenda de carácter neoliberal que en ningún momento tomo en cuentas la realidad económica de los ciudadanos ingleses. Sin ningún tipo de empatía ni tomando en cuenta la incertidumbre política internacional a raíz de la pandemia de la COVID-19, el conflicto ucraniano y el colapso en el standard de vida de los británicos. Sin explicar cómo ni donde habría de equilibrar la turbulencia fiscal imperante, Truss y su flamante ministro de Economía Kwasi Kwarteng anunciaron el 23 de septiembre, un paquete de medidas impositivas que habrían de beneficiar a los sectores más pudientes con exenciones tributarias y subsidios a las corporaciones que ya han tenido ganancias exorbitantes durante el último año y que según los cálculos costarían 45 billones de dólares en 5 años y sin ningún tipo de cobertura para los mismos.
Dichas políticas eran las mismas formuladas por los think tanks de derecha como el Instituto de Asuntos Económicos (Institute of Economic Affairs), el Instituto Adam Smith y el Centro de Estudios de Políticas (Center for Policy Studies). Y claro, el gobierno alego como siempre que dichos cortes redundarían en más inversiones que habrían de extenderse a lo largo de la economía. Erróneamente calcularon que tantos los votantes como inversionistas aplaudirían la implementación del nefasto paquetazo.
El desatinado plan, de inmediato desencadeno una reacción que enfureció a los mercados. La libra, por ejemplo, descendió a su nivel más bajo frente al dólar en los últimos 37 años. Los empresarios e inversionistas protestaron enérgicamente alegando que las exenciones a los más pudientes desencadenarían un aumento en la deuda pública. El ciudadano común, rechazo de inmediato el paquete ya que el anunciado estímulo en las circunstancias actuales es contraproducente en un país donde miles de hogares se debaten entre comprar alimentos o pagar la factura de la electricidad. Inclusive, el mismo Fondo Monetario Internacional mostro su alarma ante tal dislate.
La vergonzosa renuncia de Truss, forma parte de una cadena de tropezones y medidas impopulares como la decisión inglesa en el 2016 de abandonar la Unión Europea (Brexit). La movida inauguro una era política marcada por una línea de lideres débiles como Theresa May, Boris Johnson y la actual Liz Truss. Su renuncia no solo representa una colosal humillación para un país desarrollado como lo es Inglaterra, sino que además representa una vez mas el descredito que a nivel mundial el dogma neoliberal y sus recetas experimentan. Carente del más mínimo sentido de empatía y conexión con las necesidades del pueblo Ingles; la renunciante en su campaña electoral se concentro en un mensaje altamente populista en donde comentaba sobre el champan, que la gente consuma mas queso Ingles y no Frances; o que la BBC exprese opiniones mas patrióticas.
Tras su dimisión, Rishi Sunak habrá de convertirse en el próximo primer ministro luego de la dimisión de otros candidatos a la jefatura del Partido Conservador. Con 42 años, el ex ministro de finanzas se ha de convertir en el tercer primer ministro en menos de dos meses además de ser el primer ocupante no blanco del cargo ya que es de ascendencia hindú. Sunak, dejo e oscuras al público al no pronunciar un discurso, de hecho su intervención solo duro apenas 83 segundos. Al asumir el cargo, tendrá la tarea de encauzar la estabilidad de una nación que todavía tambalea tras años de crisis política y económica. El nuevo primer ministro, tendrá que afrontar la engorrosa tarea de reencausar la crisis económica por la que atraviesa la nación a través de cortes fiscales sustanciales para así evitar una recesión. Estará a su cargo, además, lograr el consenso necesario que le permita aumentar las pensiones de los trabajadores y las prestaciones sociales sin aumentar la inflación.
Todo esto en medio de una población en ascuas, que protesta por el desabasto energético, la desaforada alza de los combustibles, una inflación desbocada y el reclamo colectivo por el regreso de Inglaterra de nuevo a la Unión Europea. La debacle de Liz Truss, debe pues alertar a los políticos de turno, a los académicos, a los formadores de opinión pública y los empresarios defensores del credo neoliberal de la negativa de los pueblos a continuar rindiéndose al tradicional recetario neoliberal ante las nuevas realidades que enfrentan los países hoy.