El cambio de lógica en lo relativo a lo económico quedó plasmado en la Segunda Cumbre de las Américas, realizada en Santiago de Chile en 1998, cuyo Plan de Acción contiene la constitución del Área de Libre Comercio de las Américas (ALCA). Esa propuesta comercial hemisférica era una gran promesa para los países latinoamericanos de acceso al capital, la tecnología y al inmenso mercado interno de EE.UU. Para este país, también representaba un reaseguro del acceso al creciente mercado latinoamericano, pero, más importante aún, una gran oportunidad con miras a sus objetivos extra-hemisferio. De haberse concretado el ALCA, la posición negociadora de EEUU en la OMC se hubiera fortalecido considerablemente. Vale la pena recordar que, a principios de los años 90s, el estancamiento de las negociaciones de la Ronda Uruguay había generado un sentimiento de “negotiation fatigue” y de creciente frustración de parte de EE.UU. y Canadá. Por ello, el proyecto del ALCA representaba la oportunidad de alcanzar, a nivel regional, los objetivos que no se alcanzaban a nivel multilateral. Como parte de ese cálculo estratégico, se enviaba una clara señal a la Unión Europea y a Japón, en el sentido de que su reticencia a comprometerse seriamente con las negociaciones del GATT/OMC, terminaría privándolos de los beneficios del libre comercio en las Américas.
La Tercera Cumbre de las Américas, celebrada en Quebec, Canadá, en 2001, es la manifestación más evidente de que la democracia, como valor y como sistema de gobierno, está en el centro de la escena en el Sistema Interamericano. En dicho encuentro se aprobó la “Carta Democrática Interamericana”. Sin embargo, este encuentro sería el comienzo de la pérdida de vitalidad de la cooperación hemisférica. El hecho que marca ese quiebre ocurrió, casualmente, el mismo día en que se aprobó la Carta Democrática: el 11 de septiembre de 2001. Los atentados en Nueva York, no solo opacaron la noticia del instrumento adoptado, sino que forzaron un golpe de timón en la política exterior de EE.UU.
Ese cambio en la política exterior quebraría la sintonía momentánea de los años 90s. El desencuentro entre EE.UU. y América Latina se impondría nuevamente como constante de la relación. Sin perjuicio de ello, cabe advertir que el nuevo rumbo de la política exterior de EE.UU. no parece haber impuesto su dirección al Sistema Interamericano que, a pesar de esa realidad, continúa con la ampliación de su agenda de prioridades, como quedó plasmado en las Cumbres posteriores. En efecto, la Cuarta Cumbre de las Américas, realizada en Mar del Plata, Argentina, en 2005, reflejaría sendas cuestiones. Por un lado, el conflicto de intereses entre latinoamericanos y EE.UU. manifestado a través de la oposición de los países del Cono Sur al esquema del ALCA promovido por EE.UU. Esos países armaron un Bloque (MERCOSUR + Venezuela), cuidadosamente construido por la diplomacia brasileña para desarticular definitivamente el proyecto del ALCA. Por otra parte, en la Declaración final intitulada “Crear Trabajo para Enfrentar la Pobreza y Fortalecer la Gobernabilidad Democrática”, se dejarían plasmadas las nuevas preocupaciones de la nueva lógica del Sistema Interamericano.
La Quinta Cumbre, llevada a cabo en Puerto España, Trinidad y Tobago, en abril de 2009, se siguieron tratando preocupaciones que responden a la nueva lógica del Sistema Interamericano. Comienza a advertirse que la ampliación de la agenda de la OEA va en desmedro directo de su capacidad de acción y concreción de objetivos. Por ello, la Declaración de Compromiso del encuentro, denominada “Asegurar el futuro de nuestros ciudadanos promoviendo la prosperidad humana, la seguridad energética y la sostenibilidad ambiental”, ha pretendido establecer objetivos y plazos de realización al estilo a los que serían implementados a partir de 2015: Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS) de la ONU. Uno de los puntos tratado en Trinidad y Tobago, fue la determinación de la sede del próximo encuentro, para que no ocurriese lo mismo que en la reunión de Mar del Plata. Por eso, quedó establecido que la Sexta Cumbre sería realizada en Cartagena de Indias, Colombia, en 2012.
En efecto, entre el 9 y 15 de abril de 2012, los 34 jefes de Estado y de Gobierno abordaron el lema central de la Sexta Cumbre de las Américas, bajo el título: “Conectando las Américas: socios para la prosperidad”, el cual se enfocó en el rol de la integración física y la cooperación regional como medio para alcanzar mayores niveles de desarrollo y superar los desafíos del hemisferio en varias áreas claves, incluyendo pobreza y desigualdad, seguridad ciudadana, desastres y, acceso y uso de tecnologías. La Cumbre ofrece la oportunidad a los países para definir conjuntamente una agenda hemisférica al más alto nivel que aborde los desafíos urgentes e impulse un cambio positivo.