El poder, bajo cualquier forma de gobierno –democrática o autoritaria-, tiene siempre un discurso sobre la cultura, aun allí donde no lo dice expresamente. Lo que dice o no dice el poder sobre la cultura es elocuente. La ausencia de un discurso del poder sobre la cultura es ya un discurso, como la falta de política cultural es ya una política. La ausencia no es olvido, sino omisión consciente: una manera de cancelar lo no nombrado.

 

El lugar de la cultura en una agenda gubernamental se puede abordar también a partir de los discursos presidenciales (el discurso del poder los incluye, pero no se limita a ellos). Sus enunciados pueden declarar propósitos y agendas, tanto como ocultarlos. La cuestión consiste en determinar, más allá de una simple mención, cómo y cuánto el tema de la cultura está presente en el discurso oficial de un gobierno y de un partido gobernante. De lo que se trata es de analizar no sólo lo que se dice, sino también lo que no se dice; lo que se omite, lo que no se pronuncia y se calla, lo que no se nombra y se cancela en el acto mismo de no ser nombrado.

 

El primer discurso: la cultura, la gran ausente

 

En el primer discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader ante el Congreso Nacional, del 27 de febrero de 2021, la cultura estuvo totalmente ausente. Apenas un par de menciones sobre obras por construir y embellecimiento de la Ciudad Colonial de Santo Domingo. Más turismo cultural que cultura propiamente dicha. Nada de gestión cultural a nivel nacional, ni regional, ni provincial, ni municipal; nada de planes, programas y proyectos artísticos y culturales.

 

El discurso decepcionó a buena parte del sector cultural y creativo del país que había votado en las elecciones generales de 2020 por un cambio real en todos los órdenes de la vida nacional, incluida la cultura. La omisión del tema “cultura” sorprendió a la propia gente del Frente Cultural del PRM que esperaba otra cosa y provocó reacciones críticas. Roldán Mármol, un destacado gestor cultural y artístico, calificó el discurso presidencial como una decepción para el sector cultural porque no se refirió a ninguna de las ejecutorias del gobierno a través del Ministerio de Cultura. Así lo declaró a la prensa: “Nuevamente la decepción total para el sector artístico y cultural del país…se habló de todo, señores; sin embargo, la cultura estuvo en total ausencia”.

 

Mármol tenía razón. Se atrevió a señalar en público lo que mucha gente de su sector, decepcionada como él, criticó en privado o prefirió callar. En mi informe mensual como asesor de mecenazgo a la ministra de Cultura de entonces, Carmen Heredia, de fecha 29 de marzo de 2021, escribí:

 

“La comunidad artística y cultural del país sigue aguardando la promulgación del decreto del Poder Ejecutivo mediante el cual se establece el Reglamento de Aplicación de la Ley No. 340-19, del 17 de julio de 2019, con la que se establece el Régimen de Incentivo y Fomento del Mecenazgo Cultural en la República Dominicana (mejor conocido como Ley de Mecenazgo Cultural). Este Reglamento de Aplicación crearía la estructura administrativa, gerencial y operativa necesaria e indispensable para la puesta en marcha del referido Régimen.

 

En su comparecencia ante el Congreso Nacional del pasado 27 de febrero de 2021 el presidente constitucional de la República no hizo mención particular de la aprobada Ley de Mecenazgo Cultural, ni de su Reglamento de Aplicación, aún por aprobar. Esta última pieza legislativa se halla aún en manos de los equipos de expertos legales. Es deseable que el estudio técnico finalice pronto y se pueda recomendar la aprobación de este importante instrumento jurídico”.

 

El segundo discurso: la cultura sigue ausente

 

En el segundo discurso de rendición de cuentas del presidente Luis Abinader ante el Congreso Nacional, del 27 de febrero de 2022, la cultura volvió a estar ausente casi por completo. Anunció la revitalización de la Zona Colonial como patrimonio, como legado arquitectónico e histórico (“valorar el legado más importante de nuestra historia tenía que ser una prioridad”). Mencionó el impacto de la industria audiovisual sobre la economía y el empleo -industria que, si bien forma parte de la llamada economía naranja, no representa todo el vasto e intangible dominio del arte y la cultura de una nación. Identificó, en clara confusión, la cultura con el llamado turismo cultural. Me sorprendió la frasecita light que nos reduce al habitual cliché: “Somos sol, playa, y también cultura. Por eso, debemos cuidar este sector”. Entiéndase bien: el sector turismo, no el sector cultura.

 

El presidente Abinader lo reconoció: ¡somos también cultura! Solo que no somos también cultura –como apéndice, añadido, relleno. Somos esencialmente cultura.