La cultura popular, es decir todas aquellas formas, expresiones y manifestaciones culturales: formas de pensar, hablar, actuar; los gustos, preferencias, modas e imaginarios de la vida cotidiana de los sectores populares, es algo contextual, vivo, indeterminado, complejo y, en permanente transformación.

En ese sentido, de manera general, los estudios culturales sobre las diversas expresiones de lo popular en un momento determinado, siempre ha sido un objeto de debate en la opinión pública, de investigación de las ciencias sociales y las humanidades, de estudios críticos, semióticos y funcionalistas.

En nuestro país no ha sido diferente, se han realizados indagaciones históricas, psicológicas, antropológicas y sociológicas para explicar los orígenes de la “idiosincrasia del pueblo dominicano” y las características de la cultura popular. En la opinión pública, a diarios, nos encontramos con análisis críticos al consumo y las industrias culturales, a los medios de comunicación de masas y las redes sociales, con descalificativos de la música popular urbana, los merengues y las bachatas, como también las críticas a las formas de vestir, al uso del cuerpo y la sexualidad de los jóvenes de los sectores populares.

En las mayorías de los casos, las formas de vida de los sectores populares se piensan de manera unidimensional, como una tragedia de la cultura moderna: la crisis del capitalismo, del consumo de masas que nos ha dejado la revolución tecnológica de los medios de comunicación, el declive del hombre público y el imperio del individualismo, como el reinado del espectáculo y la simulación, en fin, los rasgos de la cultura popular aparecen de muchas formas, pero sobre todos como una forma de alienación.

Para algunos críticos marxistas, las expresiones de la cultura popular son nuevas formas de consumos y dominación cultural que nos vienen con la globalización. Para los que razonan de manera positiva y funcional, el desorden que caracteriza a lo popular, está asociado a la “anomía social”, el individualismo egoísta y, la crisis moral que predomina en la sociedad dominicana.

Sin dejar de reconocer que estas explicaciones son posibles, que las industrias culturales, los medios de comunicación y las redes sociales tienen el potencial de operar como formas de dominación cultural, que el desorden es producto de la “anomía social”, hay que destacar también que la globalización, las industrias culturales, los medios de comunicación y las redes sociales, operan de manera contradictoria, como socialización y subjetivación, como restricción y recurso, que quitan y otorgan poder a los actores de los sectores populares.

En principio, hay que entender que la cultura popular es algo heterogéneo, donde se expresan una diversidad de formas de vida; la de los pobres, los pobladores de los barrios populares, de las ciudades, las mujeres, los jóvenes, es decir que hay de todos, buenos y malos, en las manifestaciones y preferencias culturales de aquellos que no son “educados”, ni letrados.

Se olvida mencionar que con la globalización de las industrias culturales, se han producido también una diversificación de los gustos y preferencias culturales de los grupos populares que, el internet y las tecnologías digitales han contribuido a construir nuevas ventanas para ver y experimentar el mundo, que las redes sociales no solo operan como una infocracia o un nuevo “panóptico”, sino que también, tienen el potencial de convertirse en recursos para democratizar la comunicación y proveer de voz a los no letrados.

Se olvidan que, como ha sugerido Foucault, la historia del cuerpo y la sexualidad es la historia de los discursos de represión, de “normalización” de los deseos, en ese sentido, los nuevos usos del cuerpo y la sexualidad en los sectores populares se pueden pensar también como una liberación del deseo, del goce, del placer y, una forma de autorrealización de los pobres, de los no “educados” e iletrados, en un contexto de precarización, desinstitucionalización e individualización.

Debemos reconocer que, por un lado, las fuerzas estructurales de la globalización cultural actúan en la vida cotidiana de manera compleja y contradictoria y, por el otro, que los actores de los sectores populares procuran producir y reproducir su forma de vida, a partir de los recursos económicos, políticos, sociales y culturales que le provee la sociedad en un tiempo determinado.

De manera que, desde la sociología, siempre es posible pensar la vida cotidiana de los sectores populares de otras formas, como catarsis, ruptura, con la precarización laboral y, la exclusión social, como búsqueda de sentido, de autorrealización individual y reconstrucción de los vínculos sociales.