En la actualidad existen pocas dudas que las sociedades a nivel global, están atravesando un proceso de transición caracterizado por la erosión de las instituciones democráticas y, el auge de los discursos y prácticas autoritarias. Los ejemplos sobran, pero los más paradigmáticos son la invasión de Rusia a Ucrania, el ascenso de la ultraderecha en Europa, el desarrollo de las ideologías del trumpismo en Estados Unidos y el bolsonarismo en Brasil que tienen la capacidad de convocar y movilizar a millones de personas en sus respectivos países.

A nivel nacional, los casos más recientes de las prácticas autoritarias, de negación de un Estado de derechos, se expresan en la aprobación del código penal sin las tres causales, la devolución de la ley contra la trata de personas, la ley sobre los partidos de la junta central electoral que, a decir de los especialistas, significan un retroceso en las luchas por los derechos de las mujeres, contra la trata de personas y, falta de consecuencias por el uso excesivo de los recursos económicos en los procesos electorales.

En ese sentido, esta transición política conservadora que estamos experimentando, plagada de complejidades e incertidumbres, nos lleva necesariamente a preguntarnos: ¿cuáles son las causas que están detrás del auge del conservadurismo político en la sociedad dominicana? Y, si partimos del hecho que los políticos y partidos conservadores están llegando al poder con los votos de las mayorías de los ciudadanos, entonces, la pregunta debería dirigirse a entender que está pasando en la cultura política del pueblo dominicano, es decir de las mayorías de los ciudadanos. Podemos irnos más lejos y preguntarnos: ¿cómo se ha transformado la cultura de los trabajadores, la clase media, intelectuales, profesionales, pequeños empresarios, de las mujeres y los jóvenes dominicanos en las últimas cuatro décadas que están dispuesto a votar por partidos y políticos conservadores?

Frente al incremento del conservadurismo y la falta de garantías de un estado democrático de derecho en el país, los analistas e intérpretes de la sociedad dominicana tienen una diversidad de opiniones, asociada a la tradición del autoritarismo, el clientelismo y la corrupción en la cultura política dominicana, la deficiencia de los partidos de izquierdas en canalizar las demandas de los ciudadanos, la falta de independencia de la sociedad civil, la cooptación y desmovilización de los movimientos sociales progresistas y, el predominio del espectáculo, el entretenimiento y, del miedo en la opinión pública.

Sin embargo, vale la pena también poner en juego la imaginación y aventurarnos a pensar la influencia de cuatro décadas de neoliberalismo en la cultura política del pueblo dominicano. Con este objetivo, siguiendo a Anthony Giddens y otros sociólogos, vamos a proponer una distinción entre la llamada política emancipatorias, la política de la gobernabilidad y la política de la vida.

De manera que nuestras conjeturas son: 1), con la caída del muro de Berlín y la crisis del socialismo real, se ha deslegitimado la política emancipatorias, las luchas ideológicas entre capitalismo y socialismo. Es decir que, frente al fracaso del capitalismo de mercado-neoliberal por no garantizar cierto nivel de igualdad y bienestar social y, la crisis del socialismo real por no garantizar bienestar social, ni libertad política, la nueva generación no se deja seducir por las grandes ideologías políticas emancipatorias.

2), frente a las grandes debilidades de la democracia de partidos y la política de la gobernabilidad en la era neoliberal, que no produce políticas públicas que impacten el mejoramiento de la calidad de vida del pueblo. Las grandes mayorías de los sectores populares dominicanos, se ven obligado a refugiarse en la gestión de su vida privada, asociada a la búsqueda de un empleo, educarse, migrar a otros países, tratar de garantizar el bienestar económico, la seguridad individual y, certidumbre existencial.

La implementación de las políticas económicas neoliberales en el país, ha producido una privatización, un encarecimiento de los servicios públicos. Una educación pública que no garantiza calidad ni un empleo, un servicio de salud privatizado, un servicio de energía eléctrica de mala calidad, un auge exorbitante de los costos de las viviendas, un transporte individualizado, el auge de la inseguridad ciudadana y existencial.

En ese sentido, estamos experimentando las consecuencias política-culturales más significativas y trascendentales de cuatro décadas de implementación de las políticas económicas neoliberales, de desmontes de las instituciones sociales, produciendo una cultura asociada a la privatización e individualización de nuestras formas de vida.

Hemos transitados desde la década del noventa, de una cultura política ciudadana crítica contestaría, de luchas por la libertad política en la era de Trujillo, por la democracia y la ampliación de las libertades públicas en los doces años de Balaguer, a una cultura neoliberal donde se privilegia la esfera privada, el dinero, el mercado, la rentabilidad, el bienestar individual, el orden familiar y religioso tradicional.

Por tanto, no es de extrañar que los ciudadanos dominicanos, frente a la ausencia de otras opciones de políticas progresistas, están dispuestos a votar por los partidos y candidatos conservadores que compiten y se afanan por ofrecer las cifras de desarrollo económico y, demostrar quién es mejor desarrollista. Pero, pocas veces, se refieren a las debidas garantías de un Estado social de derechos que ataque la desigualdad social y, garantice los derechos de todos los ciudadanos dominicanos.