A diario, estamos acostumbrados a que se disparen las alarmas sobre el incremento de la violencia, la delincuencia, los robos, asesinatos, el tráfico de drogas y el teteo en los barrios populares. Sin embargo, es muy frecuente que estas denuncias, no vienen acompañadas de un diagnóstico sobre las condiciones socioeconómicas, institucionales y territoriales que está produciendo esta situación.
Y es que, la cuestión social, es decir los cambios en el mundo del trabajo, la pérdida de solidaridad del Estado y, el deterioro institucional que experimenta la sociedad dominicana, se expresan con mayor intensidad en los barrios populares de las grandes ciudades.
Esta nueva cuestión social que se les imponen a los actores sociales e individuales como una prueba, una realidad situacional, en la cual deben vivir y desarrollar su proyecto de vida, crean las condiciones estructurales para la falta de cohesión social y la (re)producción de las grandes desigualdades sociales.
Con la implementación del modelo global-neoliberal en la sociedad dominicana, se ha producido un incremento del desarrollo económico, una mayor concentración de las riquezas en las élites empresariales y el desarrollo de una clase media, comercial, profesional que ha hecho posible una enorme expansión de las grandes ciudades y una enorme concentración de la población en las áreas urbanas.
Entre 2005 y 2019, según el Banco Mundial, el país experimentó una tasa de crecimiento económico promedio de 4,5% al año, comparado con menos de 1,4% en América Latina y el Caribe (ALC). Mientras que la proporción de la clase media creció un 37% durante el mismo período. El crecimiento económico ha llevado a un aumento de la clase media, pero también ha impactado las migraciones, trayendo más población a las grandes ciudades. “En los últimos 15 años, más dominicanos se mudaron a las ciudades. La población urbana aumentó en un 50% y el país pasó de ser una sociedad agrícola a una dominada por grandes áreas metropolitanas” (https://www.bancomundial.org/es/country/dominicanrepublic/).
Sin embargo, también, durante el periodo, se ha incrementado la desigualdad social y la concentración de los pobres en los barrios populares, configurando una mayor desigualdad social y territorial en las grandes ciudades.
Según un informe elaborado entre el Gobierno, la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) y el World Inequality Lab, el 10% de la población dominicana de menos ingresos percibe menos del 1% del ingreso nacional, mientras que el 10% de mayores ingresos percibe más de la mitad, con un 55%. De acuerdo con estos datos, se muestra que en el país persiste una enorme concentración de las riquezas en las elites empresariales y una enorme desigualdad social, la mayor de Latinoamérica. (https://eldinero.com.do/221412/rd-muestra-un-alto-nivel-de-desigualdad-economica-en-america-latina-y-el-caribe/).
El crecimiento económico y el desarrollo de una clase media profesional, comercial, con elevados estándares de consumo y calidad de vida ha dado lugar al desarrollo de grandes infraestructuras urbanas: calles, avenidas, elevados, túneles, torres de apartamentos. Consumos de vehículos de gama alta, malls y grandes centros comerciales en las grandes ciudades, como también al crecimiento de las migraciones y los barrios populares, de las villas miserias.
Debido a la crisis fiscal y el déficit de políticas sociales del Estado, los barrios populares han sufridos las consecuencias de la privatización y deterioro de los servicios públicos como salud, educación, energía eléctrica, calles sin asfaltar, vivienda, transporte y han padecido las secuelas del deterioro institucional de la familia, la justicia y la policía.
Estos nuevos barrios populares de las periferias urbanas de las grandes ciudades se han convertido en los territorios donde se refleja y expresa con mayor crudeza y profundidad el incremento de la pobreza, la precariedad laboral, la falta de políticas públicas del Estado y el deterioro institucional.
En las grandes ciudades del país, se ha estructurado una enorme estratificación del espacio urbano, donde coexisten de forma dual las torres de apartamentos de la clase alta y media, con seguridad 24 horas y servicios de calidad, rodeados de barrios populares, sin seguridad y un enorme déficit de los servicios sociales básicos como son: agua potable, energía eléctrica, servicios de alcantarillados, etc.
La población de los barrios populares, como ha señalado el sociólogo Jorge Cela, están formados por los precariados y vulnerables de las grandes ciudades, pues sufren las consecuencias del desempleo, los bajos salarios, de la informalidad laboral, del deterioro de la educación, la crisis de la familia, la falta de protección social del Estado, de la corrupción de la justicia y la policía, como también de los estigmas y la discriminación.
De manera que, en la actualidad se ha profundizado la histórica y tradicional desigualdad social y estratificación territorial en las grandes ciudades del país. Por lo tanto, los dominicanos pobres de los barrios populares: desempleados, chiriperos, inmigrantes, están padeciendo los daños colaterales del modelo de desarrollo y son afectados de manera más dura y desigual por el auge de la criminalidad, la delincuencia, la violencia, la inseguridad y la falta de cohesión social.
En las redes, los medios de comunicación, e imaginarios de la clase alta y media, son muy frecuentes los estigmas, prejuicios y estereotipos asociados a esta población; como violentos, drogadictos, delincuentes que, impacta su integración social. Estos estigmas tienen enormes consecuencias en su inserción en la sociedad, en su relación con el mundo del trabajo, la educación, los amigos, en sus relaciones amorosas-afectivas y hasta consigo mismo.
En su gran mayoría, sobre todos los más jóvenes, se incorporan al mundo del trabajo a través del mercado informal, como vendedores ambulantes, taxistas, motoconchistas, delivery, chiriperos y otros, en condiciones de extremos riesgos y precariedad, pues carecen de los recursos y la formación educativa para su integración al mercado formal bien remunerados.
El déficit de políticas educativas y laborales en los barrios populares crea las condiciones para que los jóvenes construyan estrategias de supervivencia y autorrealización en la ilegalidad y busquen satisfacer sus necesidades de consumo, de representación, de movilidad social, bienestar económico, reconocimiento y seguridad social, a través de la delincuencia, bandas, el narcotráfico y, en menor medida, en el deporte y la música urbana.
Sin embargo, hay que destacar también que, aun en este contexto de desigualdad social, segregación territorial, de estigmatización y falta de cohesión social, en estos barrios populares, paradójicamente, proliferan también las iniciativas individuales y sociales, pues la población no se deja vencer y lucha, muchas veces con la ayuda de las organizaciones no gubernamentales (Ongs), para su propio bienestar, autorrealización y el desarrollo de la comunidad.