“La crisis de la narración” es el último libro de Byung-Chul Han, y comienzo por aclarar que no se trata del discurso ficcional, es decir el mundo inventado de la novela o el cuento, y ni siquiera de las micronarrativas que carecen de toda pretensión de verdad. La narración que está en crisis es “una forma conclusiva, un orden cerrado, que da sentido y proporciona identidad”. Como crisis es una ruptura de lo que la interpretación de Jurgen Habermas establece como espina dorsal de la acción comunicativa. Habermas lo postula de esta manera: “La noción de la racionalidad comunicativa está contenida implícitamente en la estructura del habla humana como tal y que significa el estándar básico de la racionalidad que comparten los hablantes al menos en las sociedades modernas”.

Lo curioso es que, a partir del impulso de ubicuidad sagrada de los medios postmodernos, “todo el mundo habla de narrativa“. Byung-Chul Han reflexiona que “El uso inflacionario de las narrativas pone de manifiesto una crisis de la narración misma”. Y la define como “una disfunción”. Porque en el pasado las narrativas “nos asignaban un lugar y hacían que estar en el mundo fuera para nosotros como estar en casa, nos daban sostén y orientación, porque la vida misma era una narración”. La religión era un relato, albergaba en su teleología un destino seguro. La historia era un relato, nos conformaba y definía nuestro ser. La cultura era un relato. La identidad toda cundía como un relato. El tiempo se atrinchera en un círculo narrativo, solo que hemos pasado “de la narración a la información”, y el espíritu de la narración se ahoga en la marea informativa. Lo que la sociedad de la información levanta es el Storytelling, abundantes en las publicaciones de las redes, y que es “el arte de narrar historias como estrategia para transmitir mensajes emocionales”. Contrario al Storytelling, las narraciones son generadoras de comunidad, lo que el Storytelling genera son comunidades en forma de mercancía. Ya no narramos historias, somos consumidores de información.

Pero “los consumidores son solitarios. Ser e información se excluyen”. En nuestra época de la información la disfunción narrativa deja a la intemperie la vida. No hay confort existencial que produzca sosiego. Como en la angustia del existencialismo, la vida se convierte en un viaje incierto, solitario. Por ello es que “el capitalismo recurre al Storytelling, para adueñarse de la narración”. Y ello es casi un imperativo categórico de la época, “nada de lo que sucede propicia ya la narración, casi todo favorece la información”. Incluso, esa apropiación del relato origina que “Percibamos la realidad sobre todo como si fuera un conjunto de informaciones”, porque “la información se está convirtiendo en una nueva forma de ser, e incluso en una nueva forma de dominio”.

En un artículo anterior dije que Byung-Chul Han no era, en rigor, un filósofo, sino un “escudriñador acucioso de los cambios del mundo postmoderno, y de los impactos que el sistema cognitivo de los humanos ha sufrido.” En “La crisis de la narración” podemos comprobarlo. El uso exquisito de las ideas de Walter Benjamin, extraídas de sus ensayos “El narrador” y “Experiencia y pobreza”, o “El libro de los pasajes”; nos permiten adentrarnos en las mortificaciones que Byung-Chul Han lleva por dentro. Ya en el capítulo “La vida desnuda”, cuando hace hablar a Antoine Roquentin, el personaje inolvidable de la novela “La náusea”, de Jean Paul Sartre; nos ilustra sobre el momento que vive la humanidad. Roquentin dice: “El hombre es siempre un narrador de historias; vive rodeado de sus historias y las ajenas, ve a través de ellas todo lo que le sucede, y trata de vivir su vida como si las contara. Pero hay que escoger: o vivir o narrar”. Y Byung-Chul Han remacha: “Es la narración lo que eleva la vida por encima de su mera facticidad, por encima de su desnudez. Narrar consiste en hacer que el transcurso del tiempo tenga sentido”. Esa es, sin ninguna duda, la dimensión de la crisis que este libro trata.