Con el propósito del Día Mundial de la Creatividad y la Innovación me permito recordar los fundamentos de la creatividad empresarial.

El pasado martes en la inauguración del IP Week 2023 anote una frase que me llamó la atención y es que una “idea no se protege, lo que se protege es la expresión o la realización de esa idea.”. Y es que la idea sola como tal, por mas original que sea, en el mundo empresarial debe ser útil, viable y apropiada. La idea se transforma en un activo intangible cuando otros, de manera eficiente, pueden hacer provecho de ella, en el sentido de mejorar o crear un nuevo proceso, servicio o producto.

La Real Academia Española define la creatividad como la facultad de crear o la capacidad de creación. La innovación se define como la acción y efecto de innovar o la creación o modificación de un producto y su introducción a un mercado.

Uno de los componentes de la creatividad es la capacidad del pensamiento creativo y esa imaginación con la cual hacemos frente a las situaciones o buscamos soluciones a los problemas. Otro componente es la experticia, la pericia o el conocimiento técnico o procedimental del tema. Los pensamientos creativos aislados de la pericia no necesariamente son viables. Si se llegase a la implementación de esa idea original sin que exista el otro componente, es decir la pericia, puede crear ineficiencia, retrasos y errores innecesarios. Nuestro actuar dependerá de la visión empresarial, estilo de liderazgo y la humildad con la cual asumimos los retos. El título del puesto no necesariamente nos hace conocedores de todos los temas, por tanto, la comunicación con el equipo y el respeto de doble vía es vital.

El tercer componente de la creatividad empresarial es la motivación. Y eso depende directamente de la cultura de la organización o las reglas no escritas por los lideres de la misma. La realidad es que “la creatividad se mata muchas mas veces de las que se apoya” y esa falta de apoyo decisivo generalmente proviene de la organización y sus líderes. O sencillamente el clima no es el óptimo, lo que provoca la falta de la motivación o el deseo para crear.

Es por eso por lo que una empresa, para impulsar la creatividad del equipo, entre las buenas prácticas directivas debe incorporar el reto para asumir los riesgos en mejorar los procesos o explorar nuevos horizontes permitiendo siempre cierto margen del error.

Otra buena práctica es promover la educación continua de sus colaboradores. La curiosidad es una característica nata de los humanos, por tanto no es difícil inspirar el aprendizaje. Las organizaciones deben asumir un rol proactivo en abrir los canales para que los colaboradores encuentren sus caminos. El compartir de los conocimientos dentro y fuera de las organizaciones contribuye a la creación de nuevas ideas, que a su vez impulsa la creatividad.

Para concluir, motivar la creatividad, con el capital, tanto humano como financiero y con el apoyo decisivo del liderazgo, permitirá la innovación continua. Y con ella, cualquier organización asegura el éxito.