El chamanismo es un acto, una práctica, un estado extático y ritual del ser, esto es, del ser o existente en una determinada comunidad cultural. El chamán es un sacerdote que tiene un grado de conocimiento oculto y trascendente, pero también, dinámico y sentiente; lo que quiere decir que este fenómeno coral (porque se lleva a cabo en una comunidad con los signos de su tradición) produciéndose en un enmarque de mundos y sujetos que participan de una concepción agónica, extática, estética y socio-religiosa de la cultura.
Se trata de las muchas hablas que sumadas dialogan con el ser profundo de sus comunidades puestas en valor por la ritualidad de un acto místico o mítico que hace posible el diálogo plural. Desde esta visión que tiende a ser cósmica y trascendente, determinados poetas, rusos, caribeños, chinos, nigerianos, etíopes, altobolivianos, altoperuanos e insulares y mexicanos, entre muchos otros inician y crean todo un proceso de regocijo, de reencuentro, de reconstrucción espiritual que se expresa mediante tonos, timbres, intensidades, dinamismo directo del lenguaje, confluencia ritual, oración y fiesta al mismo tiempo que producen una influencia directa o indirecta en el orden de la representación ( véase el chamanismo en la India, en Camerún, en la Isla de Fernando Poo, en Australia y en América, Colombia, en México, en Haití, en Trinidad, en Brasil, y en otros lugares de la América Latina y el Caribe.
Se podría decir que desde el punto de vista de la práctica y la teoría teatrales, el chamanismo es una técnica arcaica que se hace presente desde el punto de vista simbólico, pero también desde la mirada cercana o distante, tal como se explica en los cuatro tomos de Las Mitológicas de Claude Levi-Strauss, Mitología I, II, III y IV, respectivamente, Lo crudo y lo cocido, De la miel a las cenizas, Los orígenes de las maneras de mesa y El hombre desnudo. Aparecen formas chamánicas en América del Sur, pero también en la América indígena de los indios norteamericanos, según lo ha destacado el antropólogo Franz Boas en sus obras y experiencias.
En La Gesta de Asdiwal, se hace observable la oposición o las oposiciones que implican el relato mítico y chamánico, a través de los símbolos utilizados por el héroe, según Levi-Strauss; aspecto este que conduce a una traducción de la fórmula salvífica, en cuya vertiente se produce un efecto de mundo-libertad, así como una cardinal ritual que se explica en el orden de los significaciones míticas y sobre todo enunciativas.
El hecho mismo de que el chamán y el chamanismo sean prácticas de centro y de borde, de cardinal y de juntura ritual hace que un historiador de las religiones como Mircea Eliade escriba una obra fundamental: El chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis. Este historiador de origen rumano opina que:
“Desde principio del siglo XX, los etnólogos adoptaron la costumbre de emplear indistintamente los términos chamán, hombre médico (Medicen men), hechicero o mago, para designar a determinados individuos dotados de prestigios mágicos-religiosos y reconocidos en toda sociedad primitiva. Por extensión se ha aplicado la misma terminología en el estudio de la historia religiosa de los pueblos “civilizados” y se ha hablado por ejemplo de chamanismo hindú, Iranio, germánico, chino, e incluso babilonio, refiriéndose a los elementos primitivos “primitivus” testimoniados en las respectivas religiones. Por muchas razones, semejante confusión tiene que perjudicar la inteligencia misma del fenómeno chamánico. Si se designa con el vocablo “chamán” a todo mago, hechicero, hombre médico o estático que se halle en el cuso de la historia de las religiones y de la etnología religiosa, se llegará a una noción extraordinariamente compleja e imprecisa a la vez, de utilidad muy dudosa, puesto que ya se dispone de los términos “mago” y “hechicero” para expresar nociones tan dispares y vagas con las de magia y místicas primitivas. (Véase, Mircea Eliade: El Chamanismo y las técnicas arcaicas del éxtasis, Eds. Fondo de Cultura Económica, México, 1951 (1955).
En este sentido, el teatro sagrado es aquel que hace visible lo invisible, que mediante el uso de un actor llegando a lo más profundo de la psique del observador, quien a su vez participa activamente en el rito, porque es parte fundamental de su existencia, pues el actor chamán es quien atestigua y perpetúa la existencia del mundo inmaterial.
En el mundo actual se ha perdido esta comunión con el rito, causando más tarde o más temprano un sentimiento de desamparo. Nuestro inconsciente cultural se forjó en el ritual y solo entiende de gestos, música, libertad, figuras e imágenes originales a través de rituales “de paso” de las distintas fases de la vida, necesitamos contar con una persona quien se encargará de explicar hasta el mínimo detalle de nuestra existencia apelando a un poder supremo, para sentirnos seguros. Ritual de la tierra, del aire, del cuerpo, de la voz, de la muerte, la libertad y de nuevo de la vida.
Es por eso que los actuales chamanes son actores del teatro de la vida; son ellos quienes nos invitan a participar en su mundo invisible creado para solucionar una necesidad de creencia más allá de la religión, conectando con la esencia del rito y ocupando el lugar del psicólogo fundamental de la comunidad mítica y ritual, explicando las fuerzas que originan los males que nos aquejan e intercediendo por nosotros para obtener éxito, salud o cualquier otra cosa que necesitemos, desde una curación bioenergética, hasta el premio de una pareja.
Existen chamanes que al estar en comunicación directa con las energías primordiales, pueden realizar portentos inexplicables a la luz de la ciencia actual, pero ellos son los menos; en general son actores representando una situación creada para que cada uno llegue a una solución de problemas por medio de nuestros recursos internos, para darnos cuenta de que esto lleva mucho tiempo descubrirlo.
Desde este camino, estamos seguros de que todos podemos ser el actor principal, el chamán esencial, porque contamos con los recursos que están en nosotros mismos, pero necesitamos conocernos, saber quiénes somos, dónde estamos y hacia dónde vamos.
De esta manera, conforme avanzamos en el autoconocimiento, podemos tener una comunicación directa de nuestros procesos inconscientes, convirtiendo al final nuestra vida en arte, lenguaje y punto ritual de mediación en el teatro sagrado que cada uno de nosotros necesita para descubrirse.