PREÁMBULO:
Como las convenciones son instrumentos de entretenimiento popular, crean personajes. Si el congreso legitimó el heroísmo del genocidio de Mister Yo, con una ovación pagada por los contribuyentes, la convención auto revivió la orgía política de un crimen organizado. Celebró un fascismo estético con una máscara democrática fallida. Hubo una ovación congresional por las armas de destrucción masiva que niegan un cese al fuego. Aquí triunfó el asco de un heroísmo desechable.
Nota para un pre-epígrafe de la redundancia:
Favor de el repasar el último ensayo de Chris Hedges sobre el genocidio cultural, ambiental, ecológico y humanitario. A la hora del crimen, no se estableció diferencia entre un poeta, un periodista, un maestro, un niño camino a su primer Daycare o un laboratorio médico. La teoría del odio no crea prioridades. Los instrumentos de limpieza étnica no conocen las leyes orgánicas de la sensibilidad humana.
DEDICATORIA:
A pesar de la Convención hay personajes que aún permanecen con vida. Ellos son:
Kamala Harris ( Candidata a la presidencia de los Estados Unidos de América)
Ruwa Romman ( representante de Michigan)
Michelle Obama ( Ex primera dama)
Y muchos seres aquí anónimos.
ENSAYO CULTURAL
La hipotética Convención sirvió para crear una teoría del espíritu convencional de la democracia de final del verano. Fue un espectáculo de fuegos artificiales. No sabemos cuántos partidos demócratas se crearon y desaparecieron simultáneamente durante 3 días de exclusión e inclusión selectiva. América es rica en la aventura apocalyptic de la felicidad. Cada orador venía de una célula interior del paraíso perdido. El podium resistió el sudor en las manos.
La crema de la piel no impedía que el micrófono “abierto” fuera inútil. Los anti establishment apretaban el puño en señal de victoria. Los más indignados con el desalojo democrático, lloraban en los márgenes o crecían moralmente, humillados por el auge tácito de la incertidumbre.
Una vez adentro y silenciados por la feligresía de los aposentos, brillaban para que desapareciera el bochorno de los settlers del oficialismo desmentido. Los antihéroes eran solo actores pagados para ejecutar el drama de una comedia íntima. Yo estaba equivocado. Me retracto de mis dudas. No andaban convencionalmente armados. Ostentaban las prerrogativas y los gestos de los jefes de estado de la gran fiesta de la proclamación de la primera mujer que el azar y la decadencia de la monotonía de la masculinidad, predestinaron a dirigir el circo de la complicidad. La violencia de la decadencia se le había escapado de las manos.
La monogamia oficial seguía siendo la salud ética de la cosa nostra. En esos círculos folclóricos es peligroso desafiar la virtud fallida de la poligamia. Los reyes magos de la sociedad civil vuelven a sus guaridas sin ser juzgados por la historia. No hay una doble convención: Hay infinitas Convenciones deficitarias, democráticamente infectadas por la crisis parlamentaria de los organismos de seguridad que hace tiempo que no funcionan.
Si fueran dos, habría una pintada en las múltiples pizarras, inventada para el mundo. Hay un público virtual para esa convención, un maquillaje perfecto, voces oficiales, gestos convencionales, perfume caro para denunciar la mentira de la otredad política. Hay una formalidad de la ridiculez para desnudar las sombras tenebrosas del protocolo del libreto perpetuo. Ya no asombran ni asustan los personajes oficiales. Cada 4 años se inaugura un teatro político para defender el estatus quo de las corporaciones que financian el juego del Armageddon.
Sin lugar a dudas había una convención marginal, deslegitimizada para que viviera la llamada Convención popular. La disciplina había sido establecida por mandato digital. Dios estaba al tanto de las gesticulaciones. Los indignados resistían en los márgenes. Se observaban los antiguos signos del pudor político. La democracia sabe dónde lava los trapos sucios de su inefable candor. Hay suficiente honor en participar en la Convención. No importa si Ucrania cruza las fronteras de las huellas de Lenin o si los sicarios políticos atacan el terrorismo revolucionario.
Hay suficientes cucarachas en las Armas del imperio. Para toda suerte de acuerdos falta una Convención. La tierra del Mesías del desarraigo no es tan santa. No lo encuentran en ninguna cárcel. No le han disparado a quemarropa. No hay una versión degradada bajo los escombros de la risa. No se debe hablar del genocidio ni de los héroes de la última Nagba. Los apóstoles fueron apresados y fusilados por la ficción. A nadie se le atribuye el sombrío acto heroico de demoler las fuentes del conocimiento.
La infancia es vista como un peligro potencial futuro. En teoría, tanto los niños como las madres embarazadas representaban un cuestionamiento de las futuras generaciones masacradas occidentalmente. La industria de la verdad no entrega suficientes certificados de defunción. Ya no queda un poeta que denuncie la tormentosa estancia en los predios de la nada. Estoy jugando con candela. Estoy haciendo literatura de la belleza de las delegaciones disfuncionales .
Bienaventurados aquellos que pueden abrir la boca en la intimidad de los baños de sangre, al final del brindis en los bares. La teoría del dolor sólo acaricia la piel del opresor. Aquí hay cloro para la sotana. Los trajes de la Comedia se lavan a discreción. Los lacayos dicen que viva la Convención. No importa si hay corbatas rojas o delirio de blancura en los guantes de seda. La Convención es una mentira aplaudida como tragedia hermosa. Es diáfana en su poética de la lucidez.
No cura la picazón metafísica. Siempre hay una traición que no tiene parangón. Hablaron los papagayos durante 72 horas. Se proclamó la desilusión como el triunfo de una dicha sin sazón. Ya pinté el puño cerrado de un desgarramiento sórdido. Yo oí el bandereo de una voz amordazada. Los marginados decían From the River to the sea. Y no hay mar ni río para las sombras que huyen. No hay agua potable para los sedimentos humanitarios. No hay un cementerio imaginario para los que se marcharon de pie. No existe una psicología de la humillación para los secuestradores de la convención.
La convención oficial es falsa. La irreverente es democrática. ¿Quién legaliza la mentira? No hay un parto para quienes nacen después de un disparo. La convención no reconoce mi ausencia. Sólo aplaude la mentira de un mañana mejor. Traje el mito de una redención simbólica. La democracia occidental se abre paso entre las guerras. Acaricia este pudor insufrible.
Hay tamboras con Kamala. Hay güiras y acordeón para celebrar su resistencia. Yo no creo en la Convención. Una actriz imaginaria, descubrió que hay un double standard en la tierra de Jesús. Hay un Mahoma prisionero bajo los escombros de la historia. Han vuelto los romanos de hoy a proclamar el silencio. Hay una convención insoportable entre los escombros de un crimen organizado desde los albores de la Historia.
Interroguen los acuerdo de paz de la unión de los fariseos del primer mundo. La democracia flota sobre el turismo sangriento de la civilización. Yo no creo en la convención teológica. No me dejaron hablar después de la Ovación del genocidio del llanto. ¿Quién financia la desaparición de la moral? ¿Quién destierra el diccionario de la última República? Díganselo a las cenizas de Pericles. No me vengan con engaños. La Convención es un cuento de liberales y conservadores. No hacen falta más doctores de la ley en medio del Sanedrín…
Nota:
La última corrección la hice en la emergencia del hospital Bronx Lebanon. El dolor de los desheredados ayuda a crear una lucidez inédita. Me gusta escribir en los cementerios donde la muerte deja un rumor estético y en los parques que atemorizan a los caminantes o en las morgues del heroísmo. Su autor firmó al principio. Hasta la próxima.