Los académicos que trabajamos en la formación de futuros profesionales de la psicología, en sus diferentes áreas, y especialmente los que trabajamos en la formación de psicoterapeutas, sabemos que tenemos que cuidarnos ante “la contratransferencia”, término acuñado por Sigmund Freud.
Freud dice: “la contratransferencia ocurre cuando el psicoanalista o psicólogo transfiere elementos de sus problemas pasados o presentes al paciente que está siendo objeto de análisis y psicoterapia”.
Cuando se produce la contratransferencia podemos perder objetividad en la comprensión del problema del paciente y por ende en la preparación de las estrategias terapéuticas que permitan ayudarlo.
El término, aunque fue descrito para la explicación de la relación psicoanalista-paciente, nos sirve de referencia desde la perspectiva social para explicar algunos fenómenos de emotividad que hacen que se pierda la objetividad en el análisis de los temas y noticias que están afectando nuestra sociedad.
Tomemos el caso de la violencia intrafamiliar. La mayoría de las noticias dejan ver al hombre como el victimario y agresor. Efectivamente, en la mayoría de los casos el hombre es quien acaba con la vida de su pareja o quien ejerce la violencia mediante otras formas de maltrato físico y psicológico, y uno de los elementos que más se destaca como causante de dicho mal es la conducta machista.
Al machismo se le quiere cargar toda la responsabilidad. Así se observa de manera emotiva desde la perspectiva feminista, que impide ver otros aspectos psicológicos que influyen en los hombres, que ejercen violencia intrafamiliar, evidenciando la falta de objetividad en el juicio que se hace sobre este flagelo que representa una tragedia para nuestra sociedad.
Si quienes trabajan con el tema de violencia intrafamiliar tienen un juicio influido por la emotividad, definitivamente no podrán tener una perspectiva objetiva para la visualización del tema de la violencia y no podrán crear las estrategias que resulten más eficaces para el tratamiento de las partes actuantes víctimas y victimarios.
Lo importante es involucrar a todos los actores en donde radica un rol educativo y de liderazgo.
El tema de la violencia intrafamiliar debe tratarse inicialmente desde la atención primaria, lo que se conoce como prevención, en donde a través de la escuela y otros espacios afines, en asignaturas como orientación educativa o equivalentes e involucrando a los padres a través de las escuelas de padres, reuniones y asambleas que habitualmente se hacen para entrega de calificaciones de los hijos.
Otros espacios en donde se puede trabajar la prevención es mediante las juntas de vecinos, grupos de pastoral de iglesias y centros deportivos. Lo importante es involucrar a todos los actores en donde radica un rol educativo y de liderazgo.
A nivel individual es indispensable tratar tanto a víctimas como a victimarios desde la perspectiva de la psicología clínica, en terapias eficientes y efectivas que permita ver y tratar la conducta violenta o de tolerancia a la misma, desde la perspectiva biopsicosocial. Así se podrá brindar el apoyo tanto individual como grupal y no solamente el apoyo legal, del cual también hay que destacar que tanto fiscales como jueces que trabajan el tema deben recibir la formación desde esta perspectiva, ya que, sin dudas redundará en análisis más objetivos al momento de instrumentalizar expedientes y dictar sentencias.