¡Qué bueno saber que la Virgen María digital estás más viva que Dios! El debe obedecerte. El te roba la luz que falta en Gaza. Solo quería saber del destino inmortal de los inocentes territorios ocupados por el sionismo de un abrazo o por el antisemitismo de una orgía histórica.

Que la lingüística pos colonial se ocupe de los caprichosos jamás, los dudosos tal vez, los primitivos siempre. Las promesas de todas las nostalgias del último holocausto del Medio Oriente, persisten.

Como obedientes genes de la inteligencia artificial del fascismo, no sabemos cómo lidiar con la era. Hay una limpieza racial en marcha. El infierno virtual disemina bombas que explotan mientras hacemos el amor. Duele dormir desarmados de impotencia. Solo disparamos sobre territorios inútiles. Tenemos medios eficaces para crear terroristas. La culpabilidad de los inocentes es nuestra derrota. No tengo más fraternidad que tu recuerdo. Siempre debes desconfiar del poeta que escribe sobre la vanidad de los amores fratricidas. Soy el sicario de mis protectores. Yo me armo de una urgente miseria moral en Jerusalén. Soy inocente. Solo me juego mi existencia. La tuya no me importa.

El lecho sensual del Apocalipsis se refugia en Gaza. El pecho de ese niño asesinado por mi egoísmo, me deshumaniza más de los no me importa. La suerte interior de los enemigos inventados de Israel, no es una tarea de la historia. Es el fantasma de la mentira. Nosotros solo entregamos a Cristo como la ficción del mito hipócrita de la romanización del antiguo humanismo. Ahora es Europa que se lava las manos antes de hacer el amor con los hijos de Dios. Aprendimos a ser fatalmente tiernos en los hornos sagrados del Súper Hombre. El mundo solo supo después que había una raza superior para un apartheid íntimo. Soy la principal concubina del imperio de las papas fritas. Nadie imagina que las primeras víctimas de la inmoralidad somos nosotros. Solo jugamos a la ruleta rusa. La intra historia aprendida en los aposentos de Europa nos enseñó que el sionismo era la manzana de la concordia que le faltaba a Eva para asaltar la otredad de la existencia.