Si somos parte de una red de complicidades indirectas, ¿no deberíamos hacer nada para hacer fisuras en la red? Creo que hay una historia que puede ilustrarnos al respecto. (Ver en https://elpais.com/deportes/mundial-futbol/2022-12-09/el-dia-que-la-prensa-holandesa-desafio-a-la-dictadura-argentina-para-dar-voz-a-las-madres-de-plaza-de-mayo.html)

En 1978 se celebró el Mundial de fútbol en Argentina, gobernada por la dictadura militar de Jorge Rafael Videla. Mientras se desarrollaba el Mundial, madres y abuelas de personas desaparecidas por la dictadura protestaban exigiendo el paradero de sus seres queridos.

Una semana después de la inauguración del Mundial, se efectuó una marcha de protesta en la Plaza de Mayo. Un periodista holandés llamado Frits Barend asistió al lugar de la protesta para entrevistar a las mujeres indignadas. Su acción llamó la atención de Jan Van der Putten, del canal holandés VARA, cuyo reportaje permitió mostrar la verdadera cara de la dictadura.

Barend y Van der Putten pudieron haberse quedado en Argentina cubriendo solo el evento deportivo, entrevistar a la gente común sobre sus opiniones deportivas sin adentrarse en preguntas problemáticas, dedicarse de modo exclusivo a divertirse y divertir.

Al asistir al Mundial de “Argentina 78” Barend y Van der Putten se adentraban en una red de complicidades en torno a una dictadura que aprovechaba un evento deportivo de impacto global para realizar un “lavado deportivo”. Sin embargo, una vez dentro de la red, iniciaron una serie de pequeños actos que generaron un impacto a escala global. De la casi inevitable complicidad de tolerancia a la que estaban abocados por sus trabajos, reorientaron sus decisiones para activar participaciones que debilitaron los eslabones de la cadena de cuestionables cooperaciones y permitieron construir formas alternativas de interactuar en la red.

Tal vez, este ejemplo nos muestra un horizonte de cómo actuar éticamente en un mundo donde aparentemente todos somos compromisarios. Barend y Van der Putten no dejaron de asistir al Mundial de Argentina 78, pero lo aprovecharon para convertirlo en un espacio de concientización al que habrían renunciado si se hubiesen quedado en casa con los televisores apagados.

Tal vez, el intento de evitar la complicidad de tolerancia sea una decisión inviable y lo más razonable sea partir del reconocimiento de nuestra inserción en la red de complicidades que constituyen el mundo. Desde este punto de partida, podemos pensar colectivamente el conjunto de acciones mínimas que podemos realizar para actuar acorde con una ética dialógica sin incurrir en la complicidad de participación.