En febrero escribí en este mismo diario un artículo titulado “Proyecto cerebro” referido a “The Brain Initiative”, que se inició hace una década en Estados Unidos con el apoyo del presidente Barack Obama y está dirigido por el doctor Rafael Yuste, neurocientífico español que dirige el centro de Neurotecnologia de la Universidad de Columbia, en Nueva York.

En la entrevista que recientemente concedió al diario español Abc, el doctor Yuste explicó de nuevo la complejidad que encierra la mente humana, la complejidad de las conexiones neuronales. Hace más de un siglo, en 1906, el doctor don Santiago Ramón y Cajal (premio Nobel de Medicina) calificaba de “selva impenetrable” las barreras o marañas neuronales.

Hoy persisten las dudas y las preguntas científicas acerca de cómo surgen o se construyen el pensamiento, la memoria, la imaginación, el comportamiento, la identidad y la conciencia. Los aspectos más básicos todavía constituyen una búsqueda incansable para grupos que tienen como objetivo el desarrollo de técnicas de medir y mapear la actividad cerebral en capacidades no motoras y tan abstractas como las mencionadas. Por esa razón, el cerebro no es un órgano cualquiera del cuerpo, sino el que construye y constituye la mente humana.

Así, en la actualidad se mantienen las dudas y las reflexiones de los investigadores de las funciones superiores y sus complicadas redes. Y no es una materia menor, puesto que aquí reside el futuro para la curación de las patologías neurodegenerativas, como el alzhéimer o la esclerosis lateral amiotrófica, de las patologías del movimiento, de las lesiones medulares e, incluso, se plantea en patologías como la esquizofrenia.

Al mismo tiempo, el progreso que la investigación científica nos ofrece origina un conjunto de conflictos éticos y morales por el poder que se puede tener. El conocimiento de los mecanismos cerebrales que generan toda la actividad mental y cognitiva con esta sofisticada tecnología puede modificarla también: ya no es ciencia ficción. De hecho, en Chile se ha aprobado una enmienda constitucional para proteger la actividad cerebral como derecho fundamental de toda la ciudadanía; no se puede alterarla, ni decodificarla sin consentimiento expreso.

No obstante, pensemos que todo este avance siempre será transformador para generar unas mejores condiciones de vida para aquellas personas que en la actualidad padecen enfermedades que les recluyen en una “cárcel” sin autonomía interior.