Embarcadero de guineos en Sosúa, 1910

Zephaniah Kingsley nació el 4 de diciembre de 1765 en Bristol, condado de Gloucester, Inglaterra, y fue hijo de Zephaniah Kingsley, un cuáquero nacido en Inglaterra en 1733, y de Isabella Johnston (o Johnstone), venida al mundo en Escocia en 1737. Comerciante en Bristol, su padre emigró en 1770 a Charleston, Carolina del Sur, donde floreció gracias a la formación de varias sociedades mercantiles dedicadas al comercio atlántico, con contactos basados ​​en Londres, el Caribe y varios puntos del Imperio Británico, y la adquisición, entre 1775 y 1781, de una asombrosa cantidad de propiedades entre Charleston y Georgia.

Considerado enemigo de la causa americana, a Kingsley padre le fueron confiscadas sus propiedades, por lo que se embarcó a Inglaterra en 1782. Su familia, que quedó en Charleston a merced de la caridad local mientras él intentaba ser indemnizado por la corona británica por las pérdidas sufridas durante la guerra, se trasladó a Saint John, New Brunswick, donde se unió a ellos para reconstruir sus vidas. Con el tiempo, recuperaron parte de su riqueza, en parte a través del comercio mercantil importador.

Zephaniah hijo se proyectaría como un exitoso comerciante, traficante y propietario de esclavos y plantador al construir un impresionante imperio centrado en el trabajo esclavo a partir de 1793. Pasó casi veinte años en el Caribe amasando su fortuna a partir de actividades mercantiles y tráfico de esclavos antes de establecerse en 1803 en el este de la península de la Florida, cuando aún era posesión española, donde fue considerado uno de los mayores importadores de esclavos africanos. Con amplias conexiones en el comercio atlántico, Kingsley llegó a ser uno de sus residentes más ricos: a lo largo de la costa floridana sobre el Caribe, adquirió varias plantaciones de algodón, cítricos y azúcar desde la frontera entre Georgia y Florida hacia el sur, hasta San Agustín y otros puntos intermedios, que ascendían a varios miles de acres atendidos por cientos de trabajadores esclavos.

Kingsley tuvo cuatro hijos con una de sus esclavas africanas, la negra bozal Anna Madgigine Jai -nacida princesa en el seno de una familia noble Wolof en Senegal como Anta Madgigine Ndiaye o Anta Majigeen Njaay-, llamados George (n.1807), Martha (n.1809), Mary (n.1811) y John Maxwell Kingsley (n.1824). La había comprado en 1806 en La Habana y la manumitió en 1811 junto a su hijo George, del que estaba embarazada con apenas trece años en el mismo año de 1806. Con Sarah Murphy tuvo un varón, Micanopy, y de su unión con Flora Hanahan, hija de Abraham Hanahan -supervisor de su hacienda en Laurel Grove, Florida (actual Orange Park)- y Sophy Chidgigane -también de la etnia Wolof y que compró junto a Anna-, nacieron Charles – del que estaba embarazada con 20 años en 1828, cuando fue manumitida-, James (n.14 octubre 1830), William, Sophia, Osceola (n.15 enero 1837) -estos cuatro últimos nacidos en su propiedad en New Hope Plantation- y Roxana Marguerite (n.20 febrero 1842). Entretanto con Munsilna McGundo, a la que embarazó en el barco en que llegó a América, procreó, entre otros hijos, a Fatimah, que emancipó a la edad de cuatro años en 1811, muy seguramente junto con su madre.  En favor de Anna y de Munsilna y Fatimah estipuló el uso vitalicio de sendas casas en su plantación de la isla Fort George, de aproximadamente 750 acres, que cedió en 1831 a su hijo George y cuya gestión, mientras estaba en viajes de negocios, la confiaba a su esposa Anna.   Con su descendencia mulata -no procreó hijos con mujeres blancas- Kingsley se burló de las convenciones sociales, al alardear descaradamente de su estilo de vida y abogar abiertamente por la mezcla racial en la prensa, lo que le valió la condena de la opinión pública esclavista.

Al ver amenazada su vasta fortuna, su dominio y el legado de su propia familia durante la denominada Era de la Emancipación, entre 1835 y 1843 Kingsley buscó una salida a estos peligros en forma de una ambiciosa empresa de colonización con el desarrollo de una plantación en la parte este de la República de Haití -hoy territorio dominicano-, decisión poco menos que sorprendente y una aparente afrenta a los esclavistas de todo el mundo, dado que la mera mención del nombre de ese país evocaba pensamientos de muerte, desorden y fin del dominio blanco, pero que respondía a su larga estancia  como comerciante de café en Jérémie durante la Revolución Haitiana (1793-1798) y, por supuesto, al apoyo del presidente Jean Pierre Boyer. Manejada en su ausencia por su hijo George y a la que envió un grupo de sus esclavos -unos pocos manumitidos expresamente-, aquella operación representó un aparente acto filantrópico, pero conforme Mark J. Fleszar, autor de The Atlantic Legacies of Zephaniah Kingsley: Benevolence, Bondage, and Proslavery Fictions in the Age of Emancipation, no fue más que un plan proesclavista diseñado para preservar su fortuna y poder, el cual acompañó con una extensa campaña publicitaria en la que hizo hincapié en las sombrías perspectivas de la gente libre de color en América, que, según él, tenía pocas posibilidades de mejorar su situación en cualquier parte del mundo atlántico, excepto en la república haitiana, a la que llamó “Isla de la Libertad”.

En efecto, como precisa Fleszar, la gran plantación establecida por Kingsley con esclavos de sus propiedades de Florida fue un elaborado esfuerzo con pretensiones benévolas, pues lo que hizo fue trasladar hombres y mujeres que trabajaban bajo un régimen esclavista reconocido a una tierra que, si bien no reconocía la esclavitud desde 1822, la practicaba en una forma diferente bajo los términos del Código Rural haitiano y de la cual solo podían ser devueltos a Estados Unidos como hombres libres; José Augusto Puig Ortiz la califica como un “enclave feudal”. Cada esclavo, convertido entonces en cultivador en los términos del código, debía firmar un contrato con George Kingsley, el cual estipulaba el número de años que debía trabajar -nueve era el máximo permitido por el citado texto legal- y el monto adeudado por transporte, manutención y suministro de herramientas.

Los esclavos desembarcaban primero en Puerto Plata y luego eran llevados a los antiguos terrenos del mayorazgo de Coca, en Sabaneta de Yásica, los cuales habían pertenecido en el siglo XVIII a Antonio Dávila Coca (Antonio de Coca Landeche (1721-1789), conocido como tal después de entrar en posesión del mayorazgo Dávila en 1746). El punto preciso era Cabarete, veinticuatro millas al este por tierra de Puerto Plata, un lugar entonces bastante remoto y de difícil acceso, excepto por barco. Allí se hallaba la extensa propiedad de 35,000 acres (225,254.4 tareas), desarrollada en terrenos inicialmente arrendados al gobierno de Boyer en lo que antes fue un páramo, sobre un puerto natural y la parte navegable del río Yásica.  Su suelo fértil, clima agradable, exuberante vegetación, abundante madera, numerosos arroyos y su cercano puerto se combinaron para convertirlo en un excelente lugar para la agricultura: allí se produjo maíz, batata, ñame, yuca, arroz, frijoles, guandules, plátanos, caña de azúcar y naranjas, mientras que los árboles maderables fueron consumidos como leña, exportados y utilizados para construir vallas y casas.

Kingsley llamó a la propiedad El Batey o simplemente Batey y en ella construyó su residencia, la “Casa de Caoba”, una impresionante vivienda de dos pisos levantada casi enteramente con dicha madera, ubicada en el actual Batey Ginebra de Sabaneta de Yásica y que fue consumida por un incendio con posterioridad a 1976, momento en que se consideraba como la casa más antigua de la costa norte, como lo consignan José Augusto Puig Ortiz y Robert S. Gamble en su inventario arquitectónico de Puerto Plata.

La plantación se asentó en un rico valle fluvial, con abundancia de caoba y cedro. Contuvo en sus inicios al menos dos molinos y un camino que los conectaba con el centro del asentamiento y con el puerto de Cabarete, a una distancia de unas cinco millas. Una carretera también conectaba Batey con Santiago, a unas veinticinco millas al suroeste, así como con la desembocadura del río Yásica y el océano Atlántico hacia el norte. En propiedades adyacentes adquiridas a finales de la década de 1830 de manos de una tal madame Garside (sin duda Luisa Brisson viuda Garzide o Garzaide, dueña de un corte de caoba en El Batey, Sabaneta de Yásica) y localizadas al sur de Batey y a lo largo del río Yásica se construyeron viviendas y dependencias, mientras que en otra porción, comprada a un señor apellido Figueroa, se estableció un desarrollo ganadero, que ocupaba una gran franja de sabana en el extremo sur de la ya extensa propiedad, cuya compra formalizó en 1838 su hijo George, quien se nacionalizó haitiano para regentear todos los intereses de su padre, que como hombre blanco extranjero no podía adquirir propiedades. La plantación abarcó lugares como Guainamoca, Rincón (ambas al este de Cabarete y río arriba, cerca de la actual Sabaneta de Yásica) y Sosúa (al oeste), que estuvieron en su día poblados por trabajadores.

A pesar de sus ventajas naturales, la vida allí para los nuevos agricultores no fue fácil. El Código Rural haitiano dictaminaba que, la mayor parte del tiempo, los individuos debían dedicarse a trabajar exclusivamente en beneficio del asentamiento de Kingsley, el cual no podían abandonar sin permiso. No obstante, fueron favorecidos dentro del complejo con parcelas que medían alrededor de seis acres y medio por familia (41.8 tareas), en las que construyeron bohíos para habitación, criaron animales y prepararon conucos para cultivar sus propios alimentos para la subsistencia y/o el mercado si así lo deseaban.

Fleszar observa que, al asignar a los jornaleros acuerdos de servidumbre por nueve años, la expectativa de que una comunidad se mantuviera mucho tiempo después de que expiraran esos plazos era totalmente razonable. El establecimiento de relaciones y lazos de parentesco en la región circundante contribuiría a dar a los emigrantes un sentido de identidad y pertenencia. Pero aquel experimento para la expansión del imperio esclavista de Kingsley duró poco. Para la mayoría de sus esclavos convertidos en emigrantes, el asentamiento de Cabarete estaba muy lejos de su ansiada libertad: las labores del campo comenzaban los lunes por la mañana y no cesaban hasta los viernes por la tarde. Una gran parte de los colonos se sintieron insatisfechos con su situación y huyeron hacia Puerto Plata y Samaná o la zona rural, aun bajo el riesgo de ser perseguidos por la policía rural y ser sancionados legalmente. Aunque a corto plazo el asentamiento fue exitoso, la salida de trabajadores y el agotamiento de los recursos madereros contribuyeron a su decadencia, que se incrementó con la muerte de Kingsley en Nueva York el 13 de septiembre de 1843 y con la constitución de la parte este de la isla como República Dominicana en 1844. La familia del plantador quedó, en un corto espacio de tiempo, sin poder y sin dinero, pues la mayor parte de su mano de obra esclava en Estados Unidos, tasada en 1844 en más de 30,000 dólares, fue vendida en subasta.

Henry Baker, un capitán estadounidense que llegó para comerciar caoba a la propiedad de los Kingsley en 1845, describió su encuentro con Anna Madgigine Jai. Le contó que residió en Jacksonville y que había venido a Haití trayendo consigo 55 esclavos, prometiendo, después de un plazo, liberarlos. "Los esclavos, al poco tiempo, al ver que no había nada que les obligara a quedarse, más allá de su propio acuerdo, se marcharon todos", señaló Baker, "y todas las mejoras que había hecho el hijo mayor, George Kingsley, consistentes en una plantación de azúcar despejada, una molienda de azúcar, un aserradero, un barco y varias casas, se han quedado sin valor, ya que no puede conseguir manos para trabajar". Del relato de Baker, refiere Fleszar, emerge un paisaje exuberante, en gran parte desprovisto de los habitantes que antaño cuidaban los jardines de la propiedad como antiguos esclavos supuestamente obedientes, que aparentaban trabajar en el paraíso para la familia de un amo ilustrado. Más allá de un aislado operador de transbordadores cerca de la desembocadura del río Yásica, descrito como "un viejo italiano en una barca", había pocos lugareños de los que hablar. La decadencia y la impresionante belleza de la naturaleza era todo lo que habitaba en los alrededores.

A principios de 1846, George Kingsley, administrador de los bienes de su padre desde 1842, murió en un naufragio mientras se dirigía de Puerto Plata a Estados Unidos, lo que motivó a su madre a partir rumbo a Florida unos meses más tarde. Aunque su hijo menor, John Maxwell Kingsley, se quedó en República Dominicana -donde casó-, no pudo explotar con éxito los restos de la plantación. Con la salida de su madre terminó cualquier atisbo de la antigua estructura de poder que una vez fue aquel enclave, que dependía de la figura dominante de Zephaniah Kingsley y de los ingresos generados por las propiedades familiares en Florida.

Los inmuebles adquiridos en tierras puertoplateñas, en atención a su testamento otorgado en 1843, mismo año de su muerte, fueron adjudicados a sus causahabientes en 1860 por ante el escribano público de Puerto Plata José Vicente Garrido. Consta que, en 1881, Osceola Kingsley, entonces residente en El Bergantín (sic), vendió a Mary Kingsley, residente en Sabaneta de Yásica, un derecho de terreno en aquel lugar, herencia de su padre.  Entretanto, en 1862, por ante el notario público de Puerto Plata José Leandro García, se formaron el inventario y la divisoria del patrimonio local de George Kingsley, constituido por terrenos en Guainamoca, Batey, Cabarete y Sabaneta de Yásica, que compró entre 1836 y 1840, y que fueron adjudicados en 1863 a John, James, Osceola, William y Micanopy Kingsley y Flora Hanahan, en representación de su hijo fallecido Charles Kingsley, quien moriría después de 1855, año en que viajó con su madre desde Puerto Plata a Nueva York en compañía de su hermano William. De otro lado, durante el gobierno de Ulises Heureaux, la United Fruit Company, entonces la compañía bananera más grande del mundo, constituida en 1889, compró la mayoría de los terrenos del mayorazgo de Coca para establecer una explotación bananera, que se extendió entre Sosúa -donde fijaría su asiento administrativo, específicamente en El Batey (homónimo del de Yásica)- y el puerto de Cabarete.

En el entorno de Batey, en Yásica, los hijos de color de Kingsley y sus antiguos esclavos conformaron una colonia “bastante grande”, “armoniosa, industrial, y floreciente”, respetada y admirada sin par en la costa norte –“los chicos de Kingsley”-, como la conoció William Gabb, geólogo del Servicio Geológico de Estados Unidos, a propósito de su investigación pionera sobre los recursos geológicos y mineros del país entre 1869 y 1871. La impronta cultural de aquellas familias fue tal que, en 1873, en el periódico El Porvenir, de Puerto Plata, se indicaba, en alusión a los hijos y nietos de Kingsley, cómo en Muñoz, Cabarete y Sabaneta de Yásica “apenas se habla nunca el castellano”, que sus habitantes se educaban en una escuela inglesa y profesaban la religión protestante metodista y que en Sabaneta de Yásica existía una iglesia metodista.

¿Qué fue de los negros esclavos traídos desde Estados Unidos? Entre cincuenta y cinco -cifra dada por Anna Madgigine Jai- y sesenta de ellos -número declarado por Kingsley- fueron contratados entre 1837 y 1841. No obstante, solo existe documentación de 49: seis "africanos de primera" en 1836, manumitidos por Kingsley expresamente a propósito del viaje; 24 en 1837, 15 en 1839 y 4 en 1841. Ahora bien, del número total de esclavos Rafael Alberto Brugal Paiewonsky ofrece el nombre de 43: John, hijo de Juno; Richard, Mary, Camella, Castina, Sybila, Deino, Kesiah, Dorchas, Adolfo, Angela, Douglas, Tiena, Juno, Affy, Flora, S. Carney, hijo de Juno; Jeny, Lucy, Mery, Polly, Jacobo, Pheilipe, Ned, Stepeny, Salina, Napoleón, Anna, Susannah, Murphy, Chenna, Segui, Tuddy, Edward Dodgde, Catalina, Nancy, Larey, Ellaibo, Emeline Darby, Friday, Mookeeto, Sophia y Diana. Todos fueron contratados por el plazo máximo de nueve años; el único menor, Tuddy, fue atado laboralmente "hasta su mayoría de edad" a los veintiún años.  Los “contratos rurales” suscritos por George Kingsley “con varios individuos por los años de 1837 al 41 para trabajar en su establecimiento de Cabarete” fueron instrumentados por el notario público de Puerto Plata José Leandro García y de ellos se les expidieron compulsas en 1875, con autorización del juez presidente del tribunal de primera instancia del Distrito Judicial de Puerto Plata, a James, William y Osceola Kingsley, en calidad de sucesores de George Kingsley. Hasta ahora, de estos esclavos, que llevaron el apellido Kingsley por conveniencia administrativa, no hemos localizado actas de defunción o matrimonio ni tampoco de su descendencia.

La que sí proyectó aquel patronímico en el tiempo y en la geografía puertoplateña fue la descendencia directa de Kingsley: George Kingsley Jai fue padre de George Kingsley Chevalier y en su matrimonio con Anatoile Vantrevers (Vaun Travers) procreó a Estela María, Juan Eusebio, George, Zephaniah, Georgeana y Anatoile, esposa de Jacobo Elibo, un exesclavo de Kingsley (¿Ellaibo, uno de los 43 identificados?), quien dejó una amplia descendencia en Puerto Plata. Jacobo, quien aparece como Jacobo Lebó en su acta de defunción, era natural de Florida y murió a los 78 años en Muñoz el 30 de junio de 1896.

Uno de sus hijos, Jorge Elibo Kingsley, agricultor, domiciliado en Muñoz, con 43 años casó en Puerto Plata el 23 de junio de 1909 con Meriane (sic) Jones, entonces de 38 años, costurera, hija de Serafina Jones y también residente en Muñoz. En la ocasión legitimaron a sus hijos, algunos con nombres en inglés: Andrés, nacido en 1886; Thadeus, nacido en 1888; Adolphus, venido al mundo en 1889; Alfred, nacido en 1892; Eugenia, nacida en 1894; Appoleon, quien vio la luz en 1898; Francisca, nacida en 1900; Esteban, nacido en 1901; Juana, nacida en 1903 y Anabella, Alejandrina y Julián, nacidos consecutivamente en 1905, 1906 y 1907.

John Maxwell Kingsley Jai, fallecido en Cabarete el 25 de marzo de 1871, casó con María Bedona Martínez. Residieron en Cabarete y fueron padres de Isabel, Celestino, Enrique, Martha, Beatriz, Leonor, John Gil, esposo de María Martínez, nacido en Sosúa el 1 de septiembre de 1855 y fallecido en Sabaneta de Yásica el 29 de enero de 1924; Ana Dolores, nacida en Sosúa el 2 de diciembre de 1853; Eduardo Francisco, nacido en Sosúa el 1 de noviembre de 1857 y casado en Puerto Plata el 18 de julio de 1895 con María Adela Coupar (Cooper, sin duda), natural de Sabaneta de Yásica, e hija de Jorge Coupar y Ana Mereto Coupar, y Emilia Kingsley Martínez, quien murió siendo viuda en Sabaneta de Yásica el 8 de mayo de 1913, según declaró su hermano Gil Kingsley, residente entonces en Cabarete.

James Kingsley Hanahan casó con Juana Ramona Kingsley (no figura con su apellido de su soltera), con quien residió en Cabarete, y fue padre de Eduardo Kingsley, nacido el 10 de mayo de 1868 y apadrinado por Enrique Dubocq y Antonia Martínez Torres.

William Kingsley Hanahan, fallecido el 31 de enero de 1898 en Caño Hondo y vecino de “Brigantín” (Bergantín), donde también residía su tío J.W. Kingsley [sic], declarante de su defunción, fue esposo de Carmen Johnson y padre de Eugenia, Martha Rebeca, Constanza, Ana María Kingsley y Flora Sofía Kingsley Johnson, esta última nacida el 25 de septiembre de 1868. William vivía en Cabarete al momento del nacimiento de su hija Flora Sofía, apadrinada por Enrique Dubocq y Juana Ramona Kingsley, esposa de James Kingsley.

Mientras, Osceola Kingsley Hanahan, esposo de Amalia Moore, fue padre de Charles Zephaniah Kingsley Moore, nacido en Rincón el 14 de junio de 1863. Residió en Cabarete, donde era agricultor. Sus padres eran vecinos de Cangrejo para 1895. Ahijado de sus primos hermanos Eduardo Francisco Kingsley y Emilia Kingsley de Cooper, casó en Puerto Plata el 18 de julio de 1895 con María Luisa Simón, entonces de 28 años, hija de Carlos Simón y Ana Parlen. Su padre Osceola apoyó la guerra de la Restauración llevando al exterior tabaco y comisionados dominicanos y trayendo armas y municiones por las bahías de La Isabela y Blanco (hoy Luperón).

Ciento ochenta años después de la muerte de Zephaniah Kingsley, su apellido sigue vivo en la costa norte de República Dominicana, donde su estirpe permanece unida a sus iniciales lugares de asentamiento, en los que todavía parecen escucharse las cadenas que alguna vez oprimieron a sus esclavos.

 

Bibliografía

 

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Schafer, Daniel Zephaniah Kingsley Jr. and the Atlantic World: Slave Trader, Plantation Owner, Emancipator, 2013.

 

Libro de matrimonios civiles 1892-1898, folio 281, acta 1423, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de matrimonio de Charles Kingsley y María Luisa Simón.

 

Libro 26 de Nacimientos, folio 242, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de nacimiento de Carlos Kingsley.

 

Libro 10 de Defunciones, folio 407, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de defunción de Emilia Kingsley.

 

Libro de Defunciones 1870-1879, folio 19, acta 39, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de defunción de John Kingsley.

 

Libro de matrimonios civiles 1892-1898, folio 216, acta 241, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de matrimonio de Eduardo Kingsley.

 

Libro de defunciones 1922-1925, folio 157, acta 35, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de defunción de John Gil Kingsley.

 

Libro 3 de Nacimientos (1858-1859), folio 86, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de nacimiento de Eduardo Kingsley.

 

Libro 2 de Nacimientos (1856-1857), folio 3, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de nacimiento de John Gil Kingsley.

 

Libro 1 de Nacimientos, folio 31, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de nacimiento de Ana Dolores Kingsley.

 

Libro de Defunciones 1894-1902, folio 156, acta 14.621, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de defunción de William Kingsley.

 

Libro 5 de Nacimientos, folio 317, acta 54, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de nacimiento de Flora Sofía Kingsley.

 

Libro 5 de nacimientos, folio 330, acta 80, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de nacimiento de Eduardo Kingsley.

 

Libro 14 de matrimonios, folio 270, acta 33, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de matrimonio de Jorge Elibo Kingsley y Meriane Jones.

 

Libro 7 de defunciones, folio 81, acta 14.326, Oficialía del Estado Civil de la Primera Circunscripción del municipio de Puerto Plata. Acta de defunción de Jacobo Lebó.

 

Instancia de James, William y Osceola Kingsley, en calidad de sucesores de George Kingsley, al juez presidente del tribunal de primera instancia del Distrito Judicial de Puerto Plata, 11 diciembre 1875.

 

Ordenanza de Manuel J. Jiménez, juez presidente del tribunal de primera instancia del Distrito Judicial de Puerto Plata, 11 diciembre 1875.

 

Acto número 105 del protocolo del notario de Puerto Plata Rafael Garrido Sosa, 23 septiembre 1881.  Venta intervenida entre Osceola Kingsley y Mary Kingsley.

 

Manifiesto de desembarque de Charles, William y Flora Kingsley, suscrito por Almond Crowell, capitán del Schr.  W.R. Burnham, puerto de Nueva York, 30 de junio de 1855. Family Search, New York Passenger Lists, 1820-1891, microfilme 175510.

 

*Agradezco la inestimable ayuda de Wilber Ramírez Ramírez en la localización de las actas de nacimiento, matrimonio y defunción de los descendientes de Zephaniah Kingsley. Asimismo, de María Finke Brugal, por la localización de actos notariales en Puerto Plata relacionados a los Kingsley, y de Mark J. Fleszar, por sus consideraciones acerca de esta investigación.