En Bulos y miedos demográficos: difusión social e implicaciones políticas, Antía-Domínguez Rodríguez, doctora en Demografía, y Antía Pérez-Camarés, doctora en Sociología, realizan un análisis de cómo los temores a fenómenos demográficos como el envejecimiento, la baja natalidad o el despoblamiento se difunden y calan en España. Indagan hasta qué punto conoce la sociedad española los principales fenómenos demográficos actuales y en qué medida se consideran problema más o menos grave: si estas preocupaciones están generalizadas en la sociedad, y más en concreto, entre aquellos con algún conocimiento demográfico, como es un grupo de estudiantes de Sociología de la Universidad de Coruña; si existe un perfil del/la “alarmista demográfico”; y si quienes expresan un mayor pesimismo son jóvenes o mayores, hombres o mujeres, personas ideológicamente progresistas o conservadores, con mayor o menor educación, si son residentes urbanos o rurales.
Para las autoras, si bien el alarmismo demográfico no es novedoso, ha habido transición del viejo miedo maltusiano de los 70 años y los años 80 de la explosión demográfica y la insuficiencia alimentos para sostenerla hasta el miedo más contemporáneo hacia el envejecimiento y la despoblación, particularmente entre los países que, como los europeos, han enfrentado una segunda transición demográfica.
Estas ideas y acciones se enmarcan en la emergencia de lo que se ha denominado “demografía apocalíptica”, definido por A. Robertson (1990) como una ideología en construcción sobre el envejecimiento de la población que tiene como pilar fundamental la consideración de las personas mayores como chivos expiatorios del aumento del gasto social, lo que justifica los argumentos de la llamada “injusticia intergeneracional” y la limitación del acceso a la sanidad pública.
La difusión de estas ideas alarmistas sobre el futuro de la población tiene como telón de fondo un concepto de envejecimiento que se sustenta en una metáfora organicista de ver la población envejeciendo como lo hacen los seres vivos, concepción heredada del darwinismo social, corriente de pensamiento dominante de fines del siglo XIX y principios del XX. Esta equiparación del envejecimiento individual y el poblacional tienen una consecuencia argumentativa directa, pues si la vejez humana se asocia a una cierta decadencia, el envejecimiento demográfico pasa a estar inherentemente vinculado con la despoblación, sugiriendo así, en un nivel más abstracto, la decadencia moral e identitaria de una sociedad.
Respecto a cómo se difunden los bulos sobre población y quienes son más receptivos/as a ellos, plantean las autoras que el salto que ha dado el tema de la agenda mediática a la agenda política en el último decenio ha estado acompañado del interés por saber en qué medida ha calado los temores demográficos en la opinión pública, muchos de los cuales han enraizados con argumentos, en el mejor de los casos infundados, cuando no directamente falaces.
La difusión de los bulos, la consideración del envejecimiento y la despoblación como un problema se enmarca en el contexto de una agenda de población elaborada por la Comisión Europea para el cambio demográfico de la Comisión de las Comunidades Europeas, en la que se delinean una serie de medidas para enfrentar el denominado “Reto demográfico”, el que incluye cuestiones que antes entraban en un marco de derechos sociales, como las políticas orientadas a las personas mayores en situación de dependencia, despolitizando de esa manera, en apreciación de las autoras, los problemas sociales, “envolviéndolos con un revestimiento demográfico que permite colarse al discurso de extrema derecha en cuestiones como la natalidad o la acogida de inmigrantes”.
En España, la agenda en población cristaliza en la creación en junio de 2018 por el gobierno del PSOE del Ministerio para la Transición Ecológica y el Reto Demográfico. Una encuesta ordenada por dicho ministerio en 2019 encontró que tres de cada cuatro personas no sabían a qué se hace referencia lo de “reto demográfico”, pero entre quienes si habían oído hablar de ello el 88.6% lo consideraba un problema bastante o muy grave; el 89.6% entendía que el envejecimiento es un problema bastante o muy grave y 91.7% tenía familiaridad con el termino envejecimiento. Estos resultados indican que la opinión pública española comparte la interpretación pesimista de los asuntos demográficos.
Entre los estudiantes de Sociología las autoras encontraron que la opinión coincide con la de la población española en general al considerar problemáticos y preocupantes ciertos fenómenos demográficos como la despoblación o el envejecimiento, aunque en menor gravedad. La inmensa mayoría (84%) estuvo de acuerdo en que el envejecimiento amenaza la sostenibilidad del sistema de pensiones. En relación con la esperanza de vida, si bien es generalizada una valoración positiva del aumento de la longevidad, solo 40% estuvo de acuerdo que esto facilite que se pueda seguir trabajando hasta edades avanzadas. Y en cuanto a la inmigración la mayoría de estudiantes se mostraron contrarios casi unánimemente a las siguientes afirmaciones o bulos sobre las migraciones difundidos con frecuencia en las redes sociales medios: “tenemos demasiada inmigración” “los inmigrantes nos quitan los trabajos”, y “los inmigrantes saturan la sanidad pública”.
En una caracterización sociodemográfica del pesimismo demográfico utilizando informaciones provenientes de otras encuestas de opinión, las autoras no encontraron un perfil claro de quienes consideran preocupantes la situación demográfica de España, ya que variables clave como el sexo, la edad y la auto ubicación ideológica mostraron muy poca diferencia al respecto. No obstante, en algunas variables si se observaron mayor tendencia al pesimismo: quienes residen en municipio más grandes, o poseen un nivel de estudios elevado, o viven en hogares de altos ingresos, muestran una menor inclinación al pesimismo en asuntos de población, mientras que, por el contrario, aquellos que viven en municipios más pequeños y envejecidos se muestran más pesimistas.
Las autoras finalizan advirtiendo acerca de “la necesidad de una mayor divulgación y transmisión de conocimiento demográfico, donde además de difundir los términos se comunique la información con una base científica y contrastada, dando a la población las herramientas para una comprensión desprejuiciad de la situación”.