En la entrega anterior les compartí algunos datos sobre la rica historia de Burdeos, incluso su relación con nuestra isla.  Para cerrar, deseo compartir mis impresiones sobre los bordeleses y su ciudad.

El centro histórico de Bordeaux es peatonal y empedrado, marcado por las vías del tranvía, o tram, como le llaman los locales.

Tranvía de Bordeaux.  Foto: De Pline – Trabajo propio, CC BY-SA 3.0, https://commons.wikimedia.org/w/index.php?curid=5087950

Hago un paréntesis en mi relato para abogar por un tranvía para Santo Domingo.

El tranvía de Burdeos nos transportó eficientemente a los más importantes puntos de la ciudad.  Pagar un tour, alquilar un carro o tomar un uber es completamente innecesario en Burdeos.

Cristina mi hermana, quien ya había estado en la ciudad para ayudar a mi sobrina a instalarse a su entrada en la universidad, fue una excelente guía en Burdeos con total dominio de las rutas del tram.  Tan local se sentía y veía que hasta la detenían para preguntarle direcciones u orientación en la ciudad.

En uno de los puntos de trasbordo entre tranvías descubrí la Explanada de Quinconces, que es perfecta para un paseo por encontrarse rodeada de una hermosa arboleda que da un respiro de frescura en la piel a la ciudad empedrada.

Al centro de ésta visualmente imponente, encontramos el Monumento a los Girondinos, que homenajea a los diputados de Burdeos ejecutados en 1792 durante la época del terror de la Revolución Francesa.  Destacan dos esculturas que honran a Michel de Montaigne y a Charles Luis de Secondat Barón de la Bréde et de Montesquieu.

Place de Quinconces.  Foto de: https://www.bordeaux-citytours.com/fr/patrimoine/la-place-des-quinconces/

Hablando de la Ilustración, hago otro paréntesis para relatar un dato histórico curioso que descubrí en la Cité du Vin, sobre la próspera actividad vinícola y comercial que tuvo Montesquieu en Bordeaux; imaginarlo en una actividad mercantil contrasta con la gigantesca actividad intelectual filosófica y política por la cual se le conoce.

También descubrí que Francisco de Goya vivió el final de su vida en Burdeos, ejecutando la obra “la Lechera de Burdeos”.  El Instituto Cervantes se ha instalado en la casa que fue la última morada de este gran pintor.

La Lechera de Burdeos de Francisco de Goya.  Foto de: https://arte.laguia2000.com/pintura/la-lechera-de-burdeos-de-goya

Avanzando en la línea del tram, llegamos a la parada para visitar la Cité du Vin, el museo del vino.  Desde que uno comienza a avanzar hacia el edificio te atrapa visualmente, obra de los arquitectos Anouk Legendre et Nicolas Desmazières, y una vez dentro, no quieres salir.  En palabras de la arquitecta Anouk, “(…) imagine un lugar imbuido de símbolos de identidad: vides nudosas, vino arremolinándose en la copa, las ondas del Garonne (…).  Cada detalle de la arquitectura evoca el alma del vino y el elemento líquido: ¡“una redondez sin costuras, inmaterial y sensual!”.

La Cité du Vin. Fuente: https://www.laciteduvin.com/fr/architecture/edifice 

La Cité du Vin. Fuente: https://www.decanter.com/wine-travel/france/top-10-things-to-see-and-do-at-la-cite-du-vin-393197/ y https://www.laciteduvin.com/fr

Discurrir por el interior de la Cité du Vin nos permite soñar con sobrevolar viñedos, apreciar los bouquets de los vinos, aprender sobre la historia de esta bebida, visualizar cómo se ha expandido el cultivo de la vid y su procesamiento y comercio vinícola en el planeta, culminando con una degustación y apreciación de la visual panorámica de Burdeos desde la cima de la estructura.

Una de las salas mas impresionantes es la de video inmersivo sobre las estaciones del cultivo de la uva, el cual presenta el duro y sacrificado trabajo de los agricultores y recolectores, muy alejado de la impresión de glamour que nos sugiere el consumo del vino.

El recuerdo de esa sala me hace pensar que en Burdeos también está la vida diaria de su gente, como los trabajadores de la vid, y sus jugos atesorados envejecidos, mezclados, provenientes de uvas diferentes, con denominaciones de origen que constituyen un valor en sí mismo, tales como St Emilion, Pomerol, Medoc.

El carácter del bordelés es más cercano y afable que el de los parisinos.  Se esfuerzan por entender a los extranjeros que como yo intentan comunicarse en francés.  Exudan orgullo de sus orígenes, educación y cortesía.

La ciudad está cambiando.  Sirve de acogida a una población de inmigrantes de primera o segunda generación, predominante del continente africano y del medio oriente.  No obstante, persisten los desafíos de asimilación que se verifican en Francia, prueba reciente de lo cual han sido las protestas y desórdenes en Nanterre, uno de los barrios-getto de las afueras de París, justo después de haber salido de territorio francés.

A pesar de lo anterior, Burdeos mantiene un aire provincial, revelado por ejemplo en el campaneo de la iglesia en el barrio de Talence, llamando al servicio religioso en las mañanas.

Burdeos inspira dejarse sorprender por sus innumerables calles, enamorar por sus plazas, e inhalar su historia con intenso bouquet a uva Cabernet, Merlot, Chardonnay.  Detenerse casualmente en sus cafés y bares, consentir el paladar con un aterciopelado vino, o vibrar con las chispeantes burbujas de crémant de Bordeaux frío (el espumante de la región), con el color rosa melón, en fin, disfrutar del estilo de vida francés.

Todos los caminos conducen a Roma, pero en Bordeaux conducen al Bar á Vin, lugar sumamente concurrido, en donde fluye como el Garonne la conversación la alegre y cercana en un ambiente alegre y popular, con presencia de locales habituales y viajeros ocasionales, degustando un Pomerol, un St Emilion y un paté de foi gras.

Burdeos es una ciudad sensorial a la cual anhelo regresar.