Para abordar desde una visión sistémica el colapso de Santo Domingo tras las lluvias torrenciales del pasado viernes 4 de noviembre, es necesario comprender porque falló la capacidad de reaccionar a la presión generada por la intensidad y cantidad de lluvia registrada sobre la metrópolis de Santo Domingo desde un enfoque multifactorial.
Comencemos justamente con el abordaje territorial:
La planificación y ordenamiento del territorio y su enfoque multiescalar.
Santo Domingo es un sistema territorial metropolitano con implicaciones regionales que comprende múltiples municipios conectados entre sí por una infraestructura vial y sistemas naturales como ríos y cañadas que transcienden el tratamiento político administrativo existente, es decir la capacidad de gestionar estos sub sistemas (vial y ambiental) son conocidos como elementos continuos en el territorio que necesariamente deben ser planificados, gestionados y monitoreados desde una gobernanza mancomunada que hasta el momento ha sido ineficiente, conceptual y operativamente difusa. Pensemos que la gestión de los servicios públicos locales del territorio metropolitano está dispersa en múltiples instituciones, corporaciones y ayuntamientos que operan desarticulados y con una visión fragmentada del territorio.
El proyecto de ley de ordenamiento territorial, uso de suelo y asentamientos humanos plantea la escala territorial de planificación para planes de ordenamiento supramunicipales que deben sentar las bases en la planificación y gestión metropolitana urgente para Santo Domingo y Santiago, que ya presenta claros indicios de expansión y conflictividad territorial.
El territorio es también el barrio, la vivienda, el hábitat, la calle, el espacio público, un territorio de proximidad que se mostró al desnudo en su más inesperada fragilidad.
El segundo abordaje es el modelo de gestión de los recursos urbanos:
La sostenibilidad urbana aplicada más allá de los planes.
El metabolismo urbano está asociado a la sostenibilidad y plantea la mirada nuevamente – sistémica – de los recursos de la ciudad como el agua, la energía, los alimentos y los residuos sólidos desde un enfoque circular, es decir Santo Domingo debe migrar hacia un nuevo modelo de producción y consumo de los recursos donde las entradas – imaginemos el agua de lluvia – puedan hacer un curso sostenible y seguro a través de mecanismos de salida como infiltración, recuperación y recolocación en un ciclo continuo en una ciudad que se comporta como un organismo vivo, adaptativo y resiliente. Otros ciclos del agua como el del agua potable y las aguas residuales deben ser orientados para garantizar la disponibilidad y distribución equitativa en el caso de la primera y el debido tratamiento – evitando contaminación y proliferación de enfermedades – en el caso de la segunda.
Así mismo la implementación efectiva de un sistema integrado de residuos sólidos urbanos ampliamente difundido por todo el territorio nacional, con procesos de concientización y educación ciudadana, de igual modo generar las condiciones e incentivos financieros para escalar la economía circular de los residuos sólidos que beneficien no solamente a un nicho muy reducido de emprendedores como sucede hoy en día, sino de toda la población interesada.
El tercer abordaje es la necesidad de un análisis de la capacidad de carga urbana:
La densificación es un factor, no es el único.
Se define la capacidad de carga urbana como el límite al crecimiento urbano que resulta del nivel máximo de población, edificaciones, infraestructuras y procesos económicos y sociales que pueden ser soportados o sostenidos en el tiempo por los ecosistemas, tanto aquellos en los que dicho proceso de urbanización sucede, como los que desde diversas escalas abastecen a las ciudades o fungen como sumideros.[i]
La caótica expansión urbana de Santo Domingo, la impermeabilización de los suelos y por consiguiente la pérdida de la infraestructura verde, sumado al modelo económico actual de consumo, el aumento descontrolado del parque vehicular, la concentración de servicios en un territorio relativamente pequeño como es el Distrito Nacional, el aumento de la población residente y la población flotante que llega diariamente al corazón de la metrópolis, así como el déficit de infraestructura de servicios básicos como alcantarillados, imbornales, iluminación pública, pavimentación permeables y su debido mantenimiento preventivo hacen de Santo Domingo una ciudad catastrófica como la que vimos el pasado viernes.
Todo este coctel de variables debe ser analizadas en el entendido de que la capacidad de una ciudad para hacerle frente a los sistemas propios de la dinámica urbana no es infinita y la planificación y gestión del territorio deben tener en cuenta de esta realidad.
El cuarto abordaje es la gestión del riesgo de desastre y la adaptación al cambio climático desde un enfoque preventivo y prospectivo
Ser conscientes que somos vulnerables, la realidad nos está superando
El país es muy vulnerable a fenómenos climatológicos, según el índice de riesgo climático global (IRC) del 2019, entre 181 países, la República Dominicana ocupó la posición número 12 de los países más afectados por eventos climáticos extremos durante el periodo 1998-2017, reportado en el informe voluntario nacional para el monitoreo de los Objetivos de Desarrollo Sostenible realizado por el Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo.[ii] Así mismo la ciudad de Santo Domingo de Guzmán ha sido identificada como la quinta ciudad cuyo riesgo por la subida del nivel del mar se ha incrementado más rápidamente (Hallegatte et al., 2013), con una alta proporción de su población expuesta a riesgos por inundaciones y deslizamientos (USAID, ICMA et al., 2016).[iii]
De frente a este escenario ya conocido, el costo de la inacción tiene repercusiones muy altas en la pérdida de vidas humanas, un gran impacto en la economía para la fase de recuperación asumido por el presupuesto nacional y prestamos millonarios que alimentan la deuda nacional, así como daños materiales en la infraestructura pública y los bienes privados. En la ausencia de la cultura de proyectar escenarios futuros que permitan tener los mecanismos de prevención y adaptación ante fenómenos cada más recurrentes, erráticos e intensos, el centro financiero, institucional y económico del país colapsó tomándonos desprevenidos, asustados y con pérdidas aún pendientes de cuantificar en su justa dimensión.
Las herramientas de planificación como la evaluación de impacto ambiental y el análisis de riesgos en las fases tempranas de los proyectos permiten – nuevamente – desde el enfoque preventivo avanzar en fortalecer el ordenamiento territorial nacional para comprender donde sí y donde no intervenir el territorio.
Estructurar un sistema de alertas tempranas con equipamiento tecnológico y sistema integrado de información territorial con el objetivo de salvar tierras agrícolas, infraestructuras públicas, vivienda, ecosistemas y vidas humanas.
El quinto abordaje ligado a la gestión del territorio, normativas, permisologías y estandarización de la calidad de la construcción
Una jungla de cemento permeada de corrupción, instrumentos normativos obsoletos e ignorados y dudosa calidad de ejecución
El mercado de suelo en la República Dominicana continua sin criterios de planificación otorgando permisos de uso de suelo para edificar sin pasar los filtros de la compatibilidad territorial, ajustes de suelos para espacio público y áreas verdes de calidad, dotación de servicios básicos, conectividad vial y capacidad de carga en complicidad de los funcionarios municipales incapaces de tutelar nuestro territorio común y así el territorio urbano, el legado cultural y artificial más importante de la humanidad se convierte en un espacio cargado de miedos, inseguridades e inequidades.
Una revisión oportuna y cumplimiento de las normativas edificatorias son otra tarea pendiente de las municipalidades que tienen por delante posicionar la gestión del territorio como eje primordial a los mas altos niveles de decisión para impulsar el desarrollo humano.
Un ejercicio de integración para un fenómeno complejo, sistémico y multifactorial
El evento registrado el pasado viernes 4 de noviembre puso en evidencia décadas de capas superpuestas de inacción para contrarrestar la alta vulnerabilidad ampliamente diagnosticada de la ciudad de Santo Domingo, una débil gestión local (actores públicos y privados) para adoptar un nuevo de modelo de diseño, planificación y gestión del territorio basado en la naturaleza y sin una posición técnica clara de la capacidad de carga que soporta uno de los centros económicos más pujante de la región. Estructuralmente es necesaria una revisión profunda de los procesos técnicos y administrativos para regular y ordenar el suelo urbano.
Santo Domingo es una ciudad anfibia bordeada de ríos, un mar territorial y micro sistemas fluviales que brotan y corren naturalmente en contraposición a una ciudad sólida y pesada que ya superó la capacidad adaptativa de convivir, de ser espacio de oportunidad, la ciudad del agua cansada de reflexionar hoy necesita profundas transformaciones y avocarse a la acción donde todos estamos implicados para construir juntos un mejor futuro para la metrópolis más importante del Caribe.
[i] PNUMA (2021). El Peso de las Ciudades en América Latina y el Caribe: requerimientos futuros de recursos y potenciales rutas de actuación. Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente, Oficina para América Latina y el Caribe. Ciudad de Pananá, Panamá
[ii] : Informe Voluntario Nacional de la República Dominicana (2021), Ministerio de Economía, Planificación y Desarrollo
[iii] I. De Jesús, “Lineamientos para la acción climática de Santo Domingo, Distrito Nacional, 2022-2030”, Documentos de Proyectos (LC/TS.2022/136), Santiago, Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL), 2022.