Con un mayor presupuesto para la educación preuniversitaria teníamos puesta la esperanza en la mejoría sustancial de la calidad de la educación. Sin embargo, ya hemos visto, como lo he indicado en anteriores entregas, que los resultados no son halagüeños. Muestra palmaria de ello es que seguimos ocupando los últimos lugares en la prueba PISA, por su baja calidad.
Muchos estudiantes pasan por un sistema que no promueve el pensamiento crítico y que está centrado en la memorización. A pesar de la alta inversión, luego del 4% del presupuesto general para educación, muchas escuelas enfrentan problemas de infraestructura, como aulas en mal estado, falta de materiales didácticos y escasa tecnología. Esto afecta negativamente el ambiente de aprendizaje y la motivación de los estudiantes.
Existen disparidades significativas entre las zonas urbanas y rurales en cuanto a la calidad de la educación. Las escuelas en áreas rurales a menudo carecen de recursos, lo que perpetúa la inequidad educativa. El currículo educativo no siempre está alineado con las demandas del mercado laboral, lo que implica que muchos jóvenes no están habilitados para enfrentarse a las exigencias del mundo laboral.
En la educación superior no es diferente. Las universidades y centro de altos estudios, en general, son un espejo de lo que ocurre en nuestros centros educativos preuniversitarios. Ninguna universidad dominicana aparece entre las mejores 150 universidades de América Latina. La que mejor posición tiene en la medición del QS Latin America University Rankings 2025 es la Pucmm, que figura en el puesto 161, seguida de Intec, en el puesto 171, Unibe 201, Unphu 301, UASD 351 y O&M y Unicaribe, ambas en el puesto 401.
La categoría (ranking) de universidades puede variar según diferentes organismos y criterios de evaluación, como la calidad académica, la investigación, la infraestructura y otros factores. Lo que ha pasado el año 2024 es una reiteración de las posiciones inferiores que en rankings internacionales ocupan nuestras universidades, lo que puede reflejar desafíos en varios aspectos del sistema educativo.
Una baja categoría puede afectar la percepción internacional de la calidad educativa del país y su capacidad para atraer estudiantes extranjeros. La graduación de universidades con rankings bajos puede dificultar la inserción laboral de sus egresados, ya que algunas empresas prefieren reclutar talento de instituciones mejor posicionadas.
Universidades en posiciones bajas pueden tener menos acceso a financiación y proyectos de investigación, lo que limita la producción de conocimiento y avances en diversas áreas. De ahí resultan retos y desafíos para aquellas.
Muchas universidades necesitan inversiones significativas en infraestructura, tecnología y recursos didácticos. Existe la necesidad de formar a profesores y académicos para que puedan brindar una educación de alta calidad y estén al tanto de las nuevas metodologías y avances en sus campos. Es fundamental revisar y modernizar los planes de estudio para alinearlos con las demandas del mercado laboral y las tendencias globales.
Se requiere un mayor compromiso por parte del gobierno y del sector privado para invertir en la educación superior. Fomentar una cultura de investigación y desarrollo en las universidades puede ayudar a mejorar su prestigio y contribución al conocimiento. Establecer alianzas con universidades y centros de investigación de otros países puede ofrecer oportunidades de intercambio, acceso a mejores recursos y programas conjuntos.
En definitiva, a pesar de que no podemos negar ciertas fortalezas de la educación universitaria (amplia variedad de programas académicos y carreras profesionales; las inversiones significativas en infraestructura, incluyendo laboratorios modernos, bibliotecas y campus virtuales, lo que facilita un entorno de aprendizaje más efectivo; la existencia de convenios con instituciones extranjeras, promoviendo intercambios académicos y permitiendo que los estudiantes tengan acceso a experiencias educativas internacionales, lo que enriquece su formación y algunas universidades se han enfocado en el desarrollo de investigaciones en diversas áreas, con la intención de contribuir a la solución de problemáticas nacionales y participar en el ámbito académico internacional), el bajo ranking de las universidades dominicanas plantea múltiples desafíos en el sistema educativo.
De manera fundamental el de la baja calidad académica es un gran reto. Igualmente el que muchos graduados enfrentan dificultades para insertarse en el mercado laboral, lo que se traduce en altas tasas de desempleo y subempleo. Así también que los reclutadores a menudo mencionan que los egresados no cumplen con los requisitos específicos del mercado. Y, además, aunque tenemos la UASD como universidad pública, el acceso a la educación superior sigue siendo un reto debido a los costos asociados y la falta de recursos para muchos estudiantes de bajos ingresos, lo que limita la equidad educativa en el país.
En definitiva, mientras reconozco que la educación universitaria y preuniversitaria en la República Dominicana tiene algunas fortalezas, también enfrenta serios desafíos que requieren atención inmediata. Es vital que el gobierno, las instituciones educativas y la sociedad civil trabajen conjuntamente para abordar estas debilidades, promover mejoras constantes y así garantizar una educación de calidad que prepare a los jóvenes para el futuro.
Y es que la educación en la República Dominicana es un tema crucial en el desarrollo socioeconómico. Un sistema educativo sólido no solo beneficia a los individuos, sino que impulsa el avance social y económico de la nación. Por lo tanto, es esencial crear estrategias efectivas que fortalezcan tanto la educación preuniversitaria como la universitaria, asegurando así una mejor calidad de vida para las futuras generaciones.