De nuevo surgen iniciativas gubernamentales para tratar de enfrentar los aumentos de precios en la canasta básica sin caer en un control directo, al estilo del famoso general que estuvo al frente de la Dirección General de Control de Precios en época de Joaquín Balaguer, o el monopolio de la compra y distribución de todos los bienes agrícolas, intentada por INESPRE en el gobierno de Jorge Blanco.

Saben bien que es una locura de mentes enfermas socialistas el intento de órdenes directas a todo participante que ofrece bienes y servicios para vender a precios oficiales.  De esas que sueñan poder consultar desde un celular esa lista y tener la tranquilidad cuando vaya al súper o al colmado de cuánto se gastará en productos de calidad garantizada, un medio que le permitirá también hacer denuncia en línea del establecimiento no se acoge a los precios oficiales para ir a expropiarlos al mejor estilo chavista.

Me imagino al Ministro de Hacienda explicando a los termocéfalos marxistas que una iniciativa así saldría en el memorando de oferta de los bonos soberanos como un nuevo factor de riesgo para los potenciales inversionistas, esos que huyen de países como Venezuela que tiene una Ley de Control de Precios Justos y de cualquier otro que imite políticas asesinas de la libre comercialización de bienes y servicios. O al gobernador del Banco Central, el mismo que lleva las riendas de la institución desde el 2004, que con un manejo monetario adecuado y un escaso porcentaje de precios socialistas (esos que son fijados por actos administrativos) el país ha gozado por casi dos décadas de estabilidad macroeconómica, justamente la que permitió reinsertar al país en los mercados de capitales para atraer los recursos con los cuales financiar el presupuesto de gastos e inversión del gobierno.

Pero como algo hay que hacer para que no les caiga el sambenito de neoliberal, indiferentes al hambre de los pobres (que, caramba, supera el 80% en países con controles de precios) entonces a promover intervenciones puntuales para aliviar el costo de la canasta.

La de apoyar directamente a los más pobres no es objetable. Desde hace tiempo se establecieron formas de seguimiento a las familias de menos ingresos y planes para su atención directa. Llevar un alivio a sus casas a los pobres de solemnidad en programas bien manejados y en coordinación con asociaciones o líderes comunitarios será siempre bienvenido mientras sea costo-efectivo, temporal, condicionado y acompañado de iniciativas para evitar la dependencia, cumplir compromisos como enviar niños a la escuela y atender programas de inserción laboral. Eso más el reto de manejo pulcro de los fondos y abstenerse de hacer cruces con padrones de partidos debe ser algo en que se esmeren todas las administraciones públicas.

Lo de ahora que escuché sin mucho asombro del “campo al colmado” seguro está amparado en la milenaria condena a los intermediarios de ser un peaje innecesario entre el dueño de un producto y el consumidor final.  Es la misma cantaleta en que está Amway desde su fundación hace más de sesenta años, engañando a bobos con ventas directas donde los ingresos por comisiones de los agentes no dan para atender los eventos obligatorios para seguir subiendo en la cadena de supervivencia. No se si anda la iniciativa por esa ruta patética, pero aquí comparto a Walter Block hablando sobre el intermediario, uno de los personajes que incluye en su famoso libro Defendiendo a los Indefendibles.

La lógica es simple. Si A vende a C a través de B, siendo B alguien que no tiene en sus manos el poder de interferir con violencia entre el contacto directo de A y B (por ejemplo, un poder de un rey sobre el uso del único camino llevar productos del campo a la ciudad o la amenaza violenta de vender al grupo de bandoleros que controla el tránsito e impide la competencia) entonces no hay duda de que la intermediación libre está generando valor.

El dueño de las mercancías A está feliz de contar con B para venderle sus mercancías a mejores precios que los que están ofreciendo otros intermediarios operan en la zona. Una vez transfiere sus mercancías no es dueño. Es a B que le toca ahora hacer una transacción bilateral con C a términos mutuamente acordados. C tiene la opción de comprar también ese producto, o uno similar, a otros proveedores que compiten con B, de manera que eso limita lo que B puede cargar y a C sus ganas de que el producto se lo regalen.

Pero A no está ajeno a los términos que se dan las negociaciones entre B y C.  Son datos que puede conseguir y calcular si a esos precios finales le resultaría negocio saltarse a B. Tratar de Brincar al Intermediario no es prohibido, algunos lo intentan y les cuadra poner el esfuerzo adicional de tener su camión, contratar chóferes y llegar a josear al mercado con los bienes tiene apego desde que los saca de la tierra. Otros lo intentan y se dan cuenta al tercer viaje que no vale la pena.

En conclusión, la principal función del gobierno con la intermediación es remover cualquier obstáculo que impida a las personas actuar en libertad: eliminar, de existir, mafias impiden competencia en el transporte o el control de los espacios en mercados públicos. Hay que aguantarse las ganas de un programa bonito que suena bien para atraer votos y, por supuesto, dejar de hacer caso a los enajenados con “el agiotismo de intermediarios y mercaderes, los explotadores que se roban la productividad de los obreros y consumen su salario con manipulaciones en los precios.”