¿Tienes miedo de caminar sola, solo por las calles de tu barrio? Te comprendo. Tengo una mezcla de miedo e indignación por el ambiente constante de inseguridad. A veces me limito y a veces salgo a caminar de todos modos. Y luego escucho la noticia de un asalto en el barrio, del ladrón que entró a una casa. Entonces me asusto otra vez y otra vez me indigno y salgo. No podemos ser presos, presas de confianza en nuestro propio hogar. Así que tomo medidas de seguridad y tomo la calle también.
La responsabilidad no es solo de la delincuencia común, que, como sabemos, es un problema social complejo, relacionado, entre otros asuntos, con la desigualdad social y la falta de buenas políticas de seguridad. Parte importante de la responsabilidad por este ambiente, por este miedo que nos contagiamos unos a otras, es el abandono de los espacios públicos principalmente por los ayuntamientos, pero también por la ciudadanía de estos lugares que llamamos de clase media.
Al encerrarnos, cedemos el espacio. Al no querer compartir el espacio público, nos aislamos y vivimos en la inseguridad. Este no querer compartir el parque o la cancha con gente de fuera del círculo, es propio no solo de personas ricas, también de gente de clase trabajadora con ingresos relativamente altos como para tomar préstamos y comprar apartamentos o casas en sitios cerrados, y carros (a esto le llamamos con frecuencia clase media).
Endeudados, compartimos el espacio solo con otros endeudaos, y para sentirnos más seguros proponemos cerrar calles, no construir parques infantiles para que “la gente del barrio”, es decir otras personas de clase trabajadora con menos ingresos, compartan nuestro espacio. Por eso muchos llegan incluso a negarse a que el transporte público pase por sus calles.
Aquí quiero rescatar la importancia de no dejar que nos quiten la calle, de gozar la calle, los parques y las plazas. Es bueno conocer a los vecinos y a las vecinas.
¿Y qué logramos? Tener más miedo, vivir en calles más solitarias. En ocasiones es más grande el miedo que la delincuencia real. ¿Estamos dispuestas, dispuestos a vivir así? Es importante rescatar los espacios públicos y utilizarlos. No solo para desalentar a los delincuentes comunes, con mejores medidas de seguridad, como iluminación, patrullaje y sobre todo movimiento de gente; también y sobre todo para evitar que los vivos de siempre se roben las aceras, los parques y las áreas verdes.
El pasado viernes estuve en el Bar de Chencha, que es un espacio público habilitado para actividades recreativas y culturales en Santo Domingo Este. Y me gustó por varias razones. Muchos de los que vivimos en Santo Domingo Este tenemos esta sensación de estar en una ciudad dormitorio. Se trabaja, se estudia y hasta se busca diversión en el Distrito antes de ir a dormir a la “zona oriental”. Esta opción de ocio, con la seguridad apropiada, gestionada por la Policía Municipal, da una sensación de estar en una ciudad viva, divertida y alegre sin tener que ir a una discoteca o a un bar.
Otro de los motivos por los que este espacio es importante y debe ser conservado, es la reivindicación de que el acceso a la cultura y al ocio es un derecho, no un privilegio de quien pueda pagarlo. Contar con un escenario abierto, al que puede ir gente trabajadora sin pagar, en familia, no tiene precio, sobre todo en esta ciudad dormitorio.
Finalmente, el rescate de cualquier espacio público es en sí un gran logro. En Santo Domingo Este tenemos un grave problema con el robo de espacios públicos para beneficio del sector privado. Reivindicar los espacios públicos es, en este contexto, fundamental. Y es incluso beneficioso para los desarrolladores privados y sus negocios. Si seguimos así, los apartamentos no valdrán nada debido al desorden, al caos y a la falta de áreas verdes. Pero la ceguera y la ambición de los constructores es otro tema.
Aquí quiero rescatar la importancia de no dejar que nos quiten la calle, de gozar la calle, los parques y las plazas. Es bueno conocer a los vecinos y a las vecinas. En Chencha me encontré con varias personas que conozco de distintos espacios, y no sabíamos que vivíamos en el mismo municipio. Ahora ya sabemos que somos vecinos y podemos conspirar para que no nos roben la calle. Como dice Xiomara Fortuna “la calle será la calle”.