Tal como hemos señalado en ocasiones anteriores, la República Dominicana ha venido experimentando un crecimiento sostenido del Producto Interno Bruto(PIB) durante las últimas décadas, situándose entre los lideres de los países de la región, figura que es tomada por muchos economistas como referencia y medida del desarrollo económico de los países.
Ahora bien, habría que ponderar estos crecimientos y realizar una comparación con respecto de como los mismos han beneficiado a la población en general y sobre todo a las clases más pobres.
Aunque de acuerdo con la muy famosa teoría del premio nobel de economía Simon Kuznets que indica que “en las primeras etapas del crecimiento se produce una concentración de los ingresos y habría que esperar hasta que el país alcance el desarrollo para que haya una distribución igualitaria de la riqueza”, en el caso de la República Dominicana, en donde el PIB ha venido creciendo en las últimas décadas, sin embargo no se ven todavía los indicios de una mejor distribución de la riqueza y nos falta un largo trecho para llegar a ser un país desarrollado. Quizás el caso nuestro sea un ejemplo de lo que enseñó el propio Kuznets después de la realización de muchos estudios empíricos, concluyendo que el PIB no debe utilizarse como medida del bienestar de un país.
Es por ello por lo que después de Kuznets, muchos otros economistas concluyen que contrario a lo que se espera, los resultados han determinado que el PIB, en lugar de contribuir a reducir la desigualdad de la renta, lo que produce es un aumento de la inequidad( Solimano).
La República Dominicana, no es un caso aislado en la región, ya que, en toda América Latina, los resultados han sido concluyentes en lo que se refiere a que el comportamiento de la desigualdad no guarda ninguna relación con el crecimiento del PIB y se podría señalar específicamente el caso de Chile, que ha tenido tasas de crecimiento que mantienen países desarrollados y sin embargo ello no ha determinado la reducción de la desigualdad en el ingreso per cápita. De igual manera en México, Yáñez (2010), estudió la distribución del ingreso para los periodos 1950-2007 y 1984-2000 y llegó a la conclusión de que en los últimos 25 años la desigualdad no se ha reducido y que contrario a lo que se esperaba en el 2008 la desigualdad era mayor que en 1984. Estudios similares fueron realizados en otros tantos países de la región y los resultados han sido los mismos, alguno de ellos con resultados tan contradictorios que se encontraron casos en los que países con menores tasas de crecimiento del PIB, habían reducido más la desigualdad, Bustillo y Milanovic (2008).
La afirmación de que el crecimiento del PIB produce una reducción de la desigualdad es tan incierta que se ha llegado a establecer en muchos países que esta variable ha producido hasta una caída del coeficiente de Gini, Trombetta (2010)
La conclusión podría estar ligada a otras variables que impiden en el origen que la riqueza se distribuya equitativa y particularmente nosotros somos de opinión que la primera de ella es la educación, ya que no habría que profundizar mucho si se parte de que en todas las sociedades del mundo los habitantes de mayor educación y formación en general son los que tienen más y mejores oportunidades y consecuentemente mayores ingresos. Quizás fue por esta razón que prácticamente sin excepción los países que actualmente han alcanzado el desarrollo invirtieron en sus inicios todo el dinero posible en la educación y hoy ahí están los resultados.
Parece que es tiempo de que los gobiernos de nuestro país tomen en serio el tema de la educación, no solo con grandes presupuestos, más bien con la priorización de este sector como norte de cada uno, con metas a corto, mediano y largo plazo a las que se les dé seguimiento que permita ir haciendo los ajustes necesarios, con la integración de los sectores progresistas genuinamente interesados en el bienestar de la patria, con transparencia real, dejando a un lado los aspectos políticos y en fin con el objetivo firme de que en un plazo prudente estemos preparados para hacerle frente a los grandes desafíos que imponen nuestros tiempos.
Se requiere calidad en las inversiones en educación para obtener calidad en el crecimiento y además calidad y aumento de las inversiones públicas que generen un buen y equitativo reparto de las riquezas que se produzcan.