Con la caída del régimen del presidente Bashar al Assad, cuya familia gobernó Siria desde los años setenta del pasado siglo, se cierra, al menos de momento, con un periodo de opresión sin precedentes. Y al mismo tiempo, es una señal para los aliados del derrocado régimen de que esta idea de monopolio absoluto del poder no tiene espacio en esta era moderna. Ahora, lo deseable es que Siria inicie un proceso de transformación social.
Assad proviene de un largo historial de conflictos políticos, reminiscencia del Imperio Otomano, así como la posición geoestrategia con la que comparte fronteras con otras naciones por el Canal de Sued.
En el 2011 el planeta presenció una oleada de protestas simultáneas en países con regímenes de fuerza; se denominó Primavera Árabe, y dio lugar al desplome de dictadores en Tunes, Egipto y Libia.
El presidente Assad se aferró al poder con la ayuda de una coalición liderada por Rusia, Irán y China. Por más de un decenio Siria sufrió una sangrienta guerra civil, que de acuerdo con el Observatorio Sirio de Derechos Humanos cobró la vida a cerca de 610.000 personas.
Con la caída del tirano Assad, se produce una reconfiguración del mapa en el medio oriente que deja a un país desequilibrado en términos sociopolíticos y a la merced de grupos con sed de poder en la región, como la Hermandad Musulmana, Hezbolá, Estado Islámico, Al Queda, etc.
La crisis humanitaria en Yemen y Sudan; la tensión en Iraq, el creciente problema de violación a los derechos humanos en Arabia Saudita, ha preocupado a la comunidad internacional.
En caso de Siria, la única intervención aceptable hoy es la que aliente a los sirios a reconstruir ellos mismos su pais.
Si en lugar de trabajar por Estado de derecho, el grupo que ha tomado el poder en Siria impone un régimen de fuerza, el país continuará desmoronándose.
En cuanto a Estados Unidos, se anhela que el gobierno que encabezará Donald Trump ponga en marcha una política de acercamiento diplomático con los países del llamado Oriente Medio.
Es importante comprender que con la situación actual, Siria necesita de la inmediata intervención de todos los países que durante años se han lucrado de guerra que desangró ese país. Así, esta nación podría encontrar la recuperación en términos de infraestructuras. Así como de la dignidad de sus pobladores.
De momento, la caída de Assad termina con años de opresión y crisis humanitaria. Aunque lamentablemente, la situación es mucho más compleja todavía. Ahora, se necesitan estrategias, abastecimiento a los refugiados, políticas de apertura económica y cooperación multilateral con programas de financiamiento a largo plazo para la reconstrucción.