De todas nuestras preocupaciones, sin lugar a duda son los afectos y la búsqueda de la felicidad lo que generan más dudas y preocupación. Con frecuencia nos preguntamos ¿Es ser feliz el objetivo de la existencia? ¿O eso nos hacen pensar a través de la publicidad y los mensajes permanentes sobre su búsqueda que nos envuelven a cada instante en este mundo donde la “desconexión” de la inmediatez parece una quimera.
Desde luego, siempre ha existido, con más o menos intensidad, la búsqueda de la felicidad. Los mitos, las narraciones y las leyendas que forjaron la cultura humana durante siglos ya reflejan esta aspiración. Las imágenes que conforman nuestras emociones ya están presentes a lo largo de la historia misma. Y en 1930 Bertrand Russell, uno de los grandes filósofos del siglo XX ganador del premio Nobel de literatura, escribió una obra titulada La conquista de la felicidad… en un momento de grave crisis económica.
La afectividad, el mundo de los sentimientos, es una de las dimensiones fundamentales del ser humano. Las pasiones del alma son las modulaciones del deseo, es la esencia del ser humano. Entre los sentimientos están los positivos, como el amor o la fraternidad, y los negativos, como la ira, el odio, el asco, la envidia…
Desde mi punto de vista, el problema reside en que nos exhortan a convertir un estado de ánimo o un sentimiento en un producto que podríamos adquirir. ¿Es posible comprar la felicidad? Su búsqueda o la consecución de los objetivos que nos hacen ser felices mueven a la mayoría de los seres humanos. No comparto, en cambio, cuando para llegar a esa meta se enfatiza el Yo, cuando ese anhelo nos hace más individualistas y egoístas, opción que no conduce a la felicidad, sino probablemente a la frustración.
Entonces podríamos preguntarnos ¿dónde encuentro la felicidad? ¿En la belleza, en el bienestar físico, en la fe religiosa, en el altruismo, en la lucha por los derechos sociales, en la justicia, en la acción política, en el conocimiento, en la trascendencia? ¿O tal vez son un conjunto de factores los que conforman un estado de felicidad?
Por otra parte, cuando los sentimientos enferman entramos en terrenos más complicados, como es el estado antagónico de la felicidad, que es la depresión, una enfermedad que puede ser producida por causas externas o internas ya que la voluntad del sujeto está también enferma. Es, permítanme la expresión, como la diabetes de los sentimientos: si esta última necesita una hormona (la insulina) para poder controlarla, en el caso de la depresión, si se produce un déficit de un neurotransmisor llamado serotonina, enfermas.
Empezamos, seguramente, este nuevo año con el propósito de ser felices. Les invito a reflexionar sobre el concepto de felicidad y cómo podemos conquistarla desde una perspectiva menos individualista y más solidaria.