Entre los poetas de la Generación del ´48 destaca Víctor Villegas (1924-2011). En su extenso poema Charlotte Amalie o la Edad de la provincia, un predicador metodista de nombre Willy había llevado una Biblia a una de las islas del Caribe inglés y recitaba de memoria el Éxodo (Raful 169). En el poema “Dios hizo al hombre a su imagen y semejanza”, Villegas plantea la rebelión del hombre después de su creación. Otro poeta cuarentayochista, Juan Alberto Peña Lebrón (1930-   ) escribió el poema “Salutación a Job” en el que el yo poético reflexiona acerca de la vida, la muerte, la soledad, entre otros temas metafísicos, e invoca a Job para tener paciencia de soportarlo todo. El poema termina con la afirmación de que Dios premia la esperanza. Por su parte, Héctor Incháustegui Cabral (1912-1979) en el poema “Canción suave a los burros de mi pueblo” acude a la imagen del “Asno de San José” para igualar las clases sociales, ya que, en esa época, todos por igual, utilizaban el burro como medio de transporte en las zonas rurales. También, como se verá más adelante, el novelista Marcio Veloz Maggiolo, dedicará uno de sus relatos, “El pollino sagrado”, al burro, en su misión divina de transportar a Jesús a Jerusalén. Uno de los poetas más importantes de esta Generación fue Máximo Avilés Blonda (1931-1988), quien publicó dos libros fundamentales: Los profetas (1978) y Vía Crucis (1983).  En este último poemario, el yo poético canta fervorosamente en segunda persona las catorce estaciones de Jesús. A veces, el emisor asume la voz de la colectividad en la primera persona del plural como en el siguiente verso: “Y lloramos por desconfiados, después, el primer domingo de Tu muerte” (14). Es posible, por el corto lapso en la publicación de estos dos últimos libros, que el creciente fervor religioso del poeta se debiera a su cercana muerte.

 

Del grupo de poetas que conforman los Independientes del 40, Francisco Domínguez Charro (1910-1943), aunque no es un poeta religioso, hace una referencia interesante en el poema “Medio centavo”, conocido popularmente como “mota”, ligado a las pesadumbres de los pobres, en su función de comprar escasos alimentos. El medio centavo tenía en el reverso el escudo dominicano, en el cual aparece, como expliqué al principio, una Biblia abierta. Así, a través de la Biblia, alude Domínguez Charro a la pobreza del país (Rueda 123).

 

En la década de 1980 surge un grupo de escritores de diversos estilos que abordan temas disímiles. José Antonio Bobadilla (1955-    ), publica los poemarios Salmos (1994), y Canto de todos: Segundo libro de salmos (2007), mientras que Fernando Valerio-Holguín (1956-    ) da a conocer el extenso poema Las Eras del viento, en el que la cosmogonía del Caribe está ligada al Génesis en el primer canto. Tomás Castro (1959-    ) ha sido uno de los poetas que más, sino el que más, ha utilizado la Biblia como pretexto en su poesía. Ha publicado Vuelta al cantar de los cantares (1986) y Poemas posbíblicos (2000), merecedor del Premio Nacional de Poesía, en ese mismo año.  En el primer libro, el poeta toma como pretexto El cantar de los cantares del Sabio Salomón para explorar la sensualidad y el erotismo. Castro no sólo cita al Sabio Salomón sino que va más allá y convierte en una cosmogonía a la mujer, responde al racismo de algunos de los versos: “no te fijes en mi piel oscura/es que él sólo me ha mirado/con tus ojos encendidos” (31). En los Poemas posbíblicos, Castro reflexiona sobre temas metafísicos y dirime los problemas de actualidad apelando tanto a escenas como personajes bíblicos.
Durante la última década (2000-2010), surgió un grupo de sacerdotes que escribe poesía mística; algunos de los cuales forman parte del movimiento literario Interiorismo, que dirige el crítico Bruno Rosario Candelier. Entre ellos se encuentran los sacerdotes Freddy Bretón Martínez (1947-  ), ganador del Premio Nacional de Literatura 2023, Ramón de la Rosa y Carpio (1939-  ), Fausto Leonardo Henríquez (1966-  ), Tulio Cordero (1957-    ) y Daniel Baruc Espinal Rivera (1962-   ). También, Teresa Ortiz (1951-  ) cultiva la poesía mística (Rosario Candelier 18). Como poetas religiosos, de alguna manera, afloran las referencias a la Biblia en sus poemas. Según Rosario Candelier, “Tanto la religiosidad, como la mística, constituyen una expresión de la condición espiritual humana. En la cosmovisión de nuestra cultura subyace la formación religiosa y el sello de nuestra lengua, la española, que nació en un monasterio hace ya más de mil años. De ahí la vertiente mística determinante de la poesía española” (17). Ecos de San Juan de la Cruz se pueden encontrar en el poemario Ínsula presentida (2004) de Fausto Leonardo Henríquez, en el que aparecen poemas como “Emaús, donde la casa es el cuerpo que alberga el alma: “Estate aquí, en esta casa de absoluta quietud”. También en el poema “Samaritana”, el yo poético recibe con gozo su presencia.

Continuará