La reciente elección a la primera magistratura de la Argentina del Javier Milei, representa una sacudida al entorno regional, en donde quizás creíamos que los aprestos de la ultraderecha ya habían cesado con la salida de Jair Bolsanaro en Brasil, Trump en Norteamérica, la derrota de Rodolfo Hernández en Colombia, y José Antonio Kast en Chile.  Tras los recientes triunfos de Daniel Noboa en Ecuador y Javier Milei en la Argentina nos obligan a replantearnos toda una serie de premisas y vaticinios en lo tocante al futuro inmediato de nuestra región ya que se espera en ambos casos un recrudecimiento en la devastación social y un inexorable deterioro en las condiciones de vida en ambos países.

Durante su campaña electoral, Milei fue  enfático en lo radical de sus propuestas que incluían  la abolición del Banco Central y la subsiguiente dolarización de la economía, privatización de las empresas públicas consideradas como deficitarias, eliminación y baja de impuestos como forma de dinamizar la iniciativa privada; Otras medidas bastante raras incluyen la legalización de la comercialización de órganos humanos, flexibilización en el porte de armas, prohibición de los derechos al aborto,  reducción del gasto público  a un 15% del producto interno bruto y otros cortes incluidos en su “plan motosierra”.

Entre sus primeros anuncios al ser declarado presidente indico que habría de privatizar Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), los medios públicos y otras entidades.  En un contexto de silencio y dolorosa reflexión, ni siquiera acepto reunirse con el saliente presidente Alberto Fernández ni tampoco ha querido visitarlo en la residencia presidencial para ultimar los detalles de la transición.  Como si desde ya con voz profética anunciara juicio a las naciones, advirtió a una población hastiada que reducir la inflación llevara entre 18 y 24 meses. No conforme, declaro además que la ley de alquileres deberá derogarse sustituyéndose con otra en donde los precios sean fijados por el arrendatario, con lo cual quedará profundizada la tragedia actual de la vivienda.

Tanto Milei como su vicepresidenta Victoria Villaroel se benefician ahora del cobro de factura de quienes votaron por Alberto Fernández el pasado cuatrienio y confiaron en una administración que habría de manejar efectivamente la crisis económica tras la debacle de Macri, quien entrego en 2019 un país sumergido en una crisis inflacionaria de un 50% incapaz además de cumplir con el vencimiento del crédito otorgado por el FMI de unos 45,000 millones de dólares que dicha entidad otorgo a la nación austral en el 2018.  Con dichas expectativas, el Kirchnerismo no pudo reducir los índices de pobreza. Su rival kirchnerista, el ex ministro de economía Sergio Massa, no lleno las expectativas asegurando la continuidad del justicialismo. Massa, pasara a la historia por haber dejado a su nación con un índice inflacionario de un 140% y un 40% de la población estancada en la pobreza (18 millones de argentinos).  irónicamente, Milei ha designado a Luis Caputo como su ministro de economía, y quien fuese el ministro de Finanzas y presidente del BC durante el fracasado cuatrienio de Mauricio Macri.

De ahí que su reciente triunfo no deba verse como una conversión en masa por parte del electorado argentino al credo libertario esbozado por Milei, sino como una respuesta al hartazgo, ira rotunda, desilusión y rechazo de la población al oficialismo tradicional. En si las votaciones reflejaron el desencanto, frustración y desesperación del pueblo argentino.

En su reciente reunión en Washington con funcionarios de la Casa Blanca como parte de su primer viaje internacional desde que este ganara la presidencia, Milei hablo con el asesor de Seguridad Nacional de la Casa Blanca Jake Sullivan. Este no se reunió con el presidente Biden quien estaba asistiendo al funeral de la ex primera dama Rosalyn Carter, esposa del expresidente Jimmy Carter.; ni tampoco asistió a una reunión con los funcionarios del FMI. Sus asesores económicos si se reunieron con los representantes de la entidad crediticia.  Luego de las tomas de fotografías y apretones de manos, lo único que salió al público fue la declaración de Sullivan a nombre del gobierno en donde se externaba la predisposición de EE. UU. para coadyuvar en la transición del gobierno argentino entrante ante la desafiante coyuntura política, económica y social que atraviesa el país. Milei por su parte, en un mensaje muy etéreo presento a los altos funcionarios “el nuevo encuadre” de Argentina en “las naciones que respeten la Libertad”.

En este sentido, Recordamos que la Argentina ya había recibido un cuantioso préstamo de 45 mil mdd en el 2018 y hasta la fecha no ha podido ser capaz de devolverlo en tiempo y forma aun después de las múltiples renegociaciones de este. Milei ha prometido dolarizar la economía. Pero, sustituir el dólar por el peso argentino no es en definitiva una política viable. Sin la habilidad de devaluar su moneda en caso de un shock externo (muy frecuentes hoy día) la nación austral no contara con ninguna carta fiable con la cual pudiera restaurar su competitividad. Tendría que recurrir a una rebaja dolorosa de los precios y salarios en desmedro de las grandes mayorías argentinas. Pero aun cuando a rajatablas la nueva administración se empecinará en ejecutar dicha locura; el Banco Central de la Argentina no cuenta con las suficientes reservas y, además, tenemos que recordar que ya la Argentina se ha declarado insolvente “default” unas nueve veces y ya no puede seguir recurriendo al salvamento de los empréstitos.

El nuevo mandatario por lo visto está al corriente de dicha eventualidad pues en su reciente gira a Washington señaló que la Argentina habrá de enfrentarse a la estanflación, escenario consistente en una alta inflación y caída de la actividad económica a consecuencia del reordenamiento fiscal que su administración implementará. Lamentablemente, dicho anuncio solo vaticina el advenimiento de tiempos difíciles para el país. Caputo, enfrenta ahora la tarea de negociar la deuda de 45 mmdd contraída por Argentina en el 2018.

Sumándose a este panorama, la incertidumbre que hoy atraviesa la nueva administración se incrementa por las múltiples señales contradictorias que hasta el momento ha emitido Milei. El nuevo mandatario ha prometido reducir los subsidios al gas, mientras promete simultáneamente no afectar el presupuesto de los hogares. Milei ha prometido reducir la administración pública y distribuir los servidores públicos a otros renglones. En fin, la incertidumbre se potencia en el nuevo mandatario con la realidad de que no cuenta con un equipo de gobierno experimentado, su movimiento, La Libertad Avanza, creado alrededor de su persona no gobierna en ninguna de las provincias, por lo que tendrá desde un principio que erigir alianzas en el senado y la cámara de diputados en donde no cuenta con interlocutores.

De hecho, Milei no hubiera podido ganar en la segunda vuelta a no ser que el expresidente Macri le hubiera otorgado el 26% de los votos que obtuvo para llegar a un 55% y así derrotar a Massa. El nuevo mandatario ha insistido que sus aliados principales habrá de ser EE. UU. e Israel.  Ello, menoscabando la histórica tradición de cooperación con China, además de que ha dicho que no está interesado en que Argentina ingrese al grupo BRICS (conformado por Brasil, Rusia, India, China y Sudáfrica) lo cual pudiera favorecer su país. En suma, la espirar inflacionaria que ha puesto en jaque a las grandes mayorías, y que amenaza con la desarticulación de los sectores productivos, una vez más nos colocan en la misma ruta de las terapias de choque que a instancias del FMI fueron aplicadas en los 90s bajo la administración Menen y su indeseado ministro de Economía Domingo Cavallo en donde la inflación fue controlada aniquilando el poder adquisitivo de los trabajadores, sacrificados en aras de satisfacer los grandes capitales. En aquel entonces, Argentina paso al 5to lugar a nivel global (1991-1994) en el índice de suicidios.

Y aunque su elección represente un retroceso, teniendo en cuenta que la nación ya cumplió 40 años  desde el regreso a la democracia, es muy probable que la inexperiencia, su ego inflado, negativa de dialogo conduzcan a la nación por un sendero tumultuoso, incierto,  altamente traumático y hasta trágico. De ahí que esperemos que el entrante mandatario se abra a la negociación, al dialogo, que escuche otras perspectivas, y decida en aras de los intereses nacionales erigir un programa de gobierno consensuado, viable y que pueda aglutinar todos los sectores sociales y políticos de la argentina en aras de garantizar la gobernabilidad y pronta solución a los serios problemas que enfrenta la nación en el próximo cuatrienio.