La relevancia en el sistema internacional se fundamenta en el poder, en su capacidad de proyectarlo y de resistirlo. Sin embargo, en el caso de países pequeños y periféricos como la República Dominicana, este poder se construye a partir de la suma de diferentes componentes, especialmente dos: el diplomático y el económico. Es en este aspecto donde la administración del presidente Abinader ha logrado destacar, articulando una serie de relaciones diplomáticas que pueden ser proyectadas con la fuerza de grupo, como se demostró con las declaraciones conjuntas sobre Venezuela. Pero, además de lo diplomático, ha conseguido posicionar a la República Dominicana como un destino seguro y fiable para atraer la inversión extranjera y fomentar la inversión local.

El presidente Abinader ha tomado, desde el inicio de su primer mandato, una serie de medidas que han empujado a la República Dominicana fuera de la sombra perniciosa del populismo de izquierda, en la que los gobiernos del PLD la habían atrapado. Ha logrado posicionar a nuestro país en "el mismo trayecto del sol", bajo la luz de un centrismo democrático liberal, basado en la institucionalidad y la transparencia. De esta manera, ha establecido una clara distancia con las prácticas mesiánicas que tanto daño le han hecho a nuestro país en el pasado reciente.

En este sentido, iniciativas como la Alianza por el Desarrollo en Democracia y los acercamientos a diferentes países de la región han posicionado a la República Dominicana, de manera inequívoca, como un defensor de los procesos democráticos en la región. Más aún, el país se ha convertido en un contrapeso ante los embates dictatoriales que sufre nuestro país hermano, Venezuela, cuyo pueblo se encuentra secuestrado por las ambiciones de los remanentes del chavismo, y sostenido por el financiamiento de potencias que buscan fomentar la desestabilización del sistema democrático liberal. Este compromiso quedó claro en su discurso de toma de posesión del segundo mandato, donde de manera categórica se posicionó del lado correcto de la historia, denunciando las acciones oscuras de la satrapía madurista.

Asimismo, la apuesta por fomentar la industria, capitalizar nuestra posición geográfica convirtiendo a la República Dominicana en el hub logístico de la región, el impulso al nearshoring, la explotación de las llamadas "tierras raras" y el establecimiento de un marco para el desarrollo de la industria de los semiconductores son todos pasos que, sin lugar a discusión, anclan a la República Dominicana como el eje y centro estratégico de la geopolítica del Gran Caribe.

A tan solo tres semanas del inicio de su segundo mandato, el presidente Abinader continúa, con mayor ahínco si cabe, sentando las bases para un crecimiento sostenido a mediano y largo plazo. Un crecimiento basado en el desarrollo industrial, en el aumento de la calidad de vida de los dominicanos, y en la consolidación del país como un faro de la democracia, la transparencia y la institucionalidad en la región. Con cada paso, con cada acción, se fortalece la República Dominicana como potencia regional y líder del Gran Caribe en el siglo XXI.