De ser parte de la solución, la Asociación Dominicana de Profesores (ADP) ha sido un verdadero escollo para superar los problemas y las grandes deficiencias del sistema educativo.
Al tiempo de criticar el actual modelo de nuestra educación pública, esta semana Rafael Santos, expresidente de la ADP (1980 y 1990), destacó su baja calidad, la insuficiencia en la preparación del personal y la impertinencia de lo que se enseña. Se trata, a su juicio, de un sistema que no enseña para la vida, que tiene grandes males como la repitencia, la sobreedad y la deserción y que ya el problema no es de presupuesto como lo fue en el pasado. Basta con ver que el 87% del presupuesto del Ministerio de Educación se va en gasto corriente y apenas el 5% se dedica a la investigación e innovación. De ahí que el dinero del 4% se está malgastando y no ha servido para mejorar la calidad de la educación dominicana.
Pongo aquí unicamente una opinión relevante, por provenir de un dirigente sindical histórico, presidente durante varios períodos de la propia ADP y por la posición que ostenta en este gobierno, como director del INFOTEP, centro de especial importancia estatal para la enseñanza técnico profesional. Pero dicha apreciación es ampliamente compartida, lo que no significa que le carguemos la responsabilidad del problema solo a la ADP. Lo cierto es que se trata de una responsabilidad de muchos. La oficial, de la sociedad en general y muy particularmente de la ADP que, si bien debe reivindicar y defender los derechos de sus miembros, los profesores están obligados con la calidad de la educación y deben cambiar su forma de hacer la lucha hoy y no pueden paralizar la educación por cualquier reivindicación, por importante que esta sea sin antes pretender una solución por el diálogo, como también aduce Rafael Santos.
Decenas de huelgas, con la consecuente suspensión incontable de clases. Un día, huelgas locales, otro, provincial y otros días regionales y un rosario de parálisis nacionales. Casi siempre disfrazadas de mejoría de los servicios educativos; pero realizadas en realidad para presionar al gobierno por mayores niveles salariales, pensiones y jubilaciones, ha sido la forma generalmente adoptada por la ADP. Con ello este gremio demuestra que no le importan las graves dificultades de la educación dominicana.
Nadie ha discutido la necesidad de dotar nuestra educación pública de profesores dignamente remunerados. Es obvio que eso lo han ido logrando, pero siempre como prioridad, aún a costa del sacrificio de los estudiantes y del propósito del presupuesto de educación. Los hechos han demostrado que, lejos han quedado las razones que le dieron nacimiento a la ADP, que fueron los esfuerzos de los maestros para salvar el año escolar 1969-1970, amenazado por el cierre de los planteles escolares públicos y la ocupación militar de la UASD y no exclusivamente por un motivo “laboral” o de interés de los docentes.
Por lo que está a la vista, el accionar de la ADP da cuenta de que la formación integral de los niños, niñas, adolescentes y jóvenes, velar por su desarrollo espiritual, social, ético, moral, afectivo, intelectual, artístico y físico y estimular el desarrollo de la creatividad, la capacidad crítica, la participación ciudadana y los valores democráticos, no es lo que interesa a la ADP y los profesores que integran dicho poderoso centro de requerimientos salariales.
Para Platón, pilar de la filosofía occidental, una de las personalidades de la antigüedad que más ha influido en la educación y el pensamiento moderno, quien dedicó toda su vida a la enseñanza y fue el creador del primer centro de educación superior -La Academia-, sostenía que la fuente del saber estaba en diferenciar lo bueno de lo malo, ya sea para el individuo o para la sociedad. Por eso, quizás, podríamos entender porqué la ADP prefiere mantener en la ignorancia a los estudiantes.
De igual forma, para el célebre alumno de Sócrates, la educación es un proceso de socialización de los individuos, pues al educarnos, somos capaces de asimilar y aprender conocimientos, es el proceso que permite al hombre tomar conciencia de la existencia de otra realidad, y más plena, a la que está llamado, de la que procede y hacia la que se dirige. Que nuestros educandos sepan y puedan asumir compromisos, por tener la conciencia requerida para cumplir los objetivos individuales y colectivos, aun cuando fueran en su génesis parte de su misión institucional, desde hace décadas la ADP solo parece tener un objetivo, que no coincide con los del Estado, y con ello de la sociedad toda, para con los educandos.
En definitiva, las habilidades y capacidades necesarias para enfrentar la vida y la base moral de los estudiantes no parecen constituir las metas de los profesores nucleados en la ADP; sino solo sus intereses remunerativos y beneficios laborales. Frente al derecho fundamental de una colectividad nacional de estudiantes y cuyo derecho a la educación debe garantizar el Estado, especialmente en los niños y adolescentes, el abuso del derecho a la huelga, debe ser sancionado más allá de lo que hasta ahora han decidido los tribunales.
Cuando los profesores dejan de impartir docencia deben sufrir el descuento de cada día u hora que hayan faltado a sus obligaciones de labor obligatoria y la ADP como los profesores ser sancionados en los tribunales civiles y administrativos, donde más le duela, pues el daño que ocasionan a los derechos de todos los estudiantes es mayor que la protección debida a sus particulares intereses. De hecho deben contemplarse acciones del Estado y de la ciudadanía que pongan en juego la existencia misma de un sindicato cuyos objetivos en la práctica ponen permanentemente en vilo el Estado social y democrático de derecho y los derechos de quienes sostienen la vida de dicha empresa, camuflageada de gremio profesoral.
La educación no puede estar arrodillada ante la fortaleza y el chantage de un gremio, sobre todo cuando el Estado ha ido respondiendo a sus reclamos, más allá incluso de lo posible, y que viene comprometiendo cada día más el presupuesto casi exclusivamente para salarios y beneficios de los profesores y gastos corrientes. Con ello se roban la educación de nuestros niños y adolescentes. No creo que podemos seguir caminando con esa puntilla en los zapatos.