El flamante ministro de Economía Pável Isa se estrenó en sus funciones, admitiendo que “es más difícil hacer política pública de calidad de lo que yo creía.” Estas sinceras declaraciones le han surgido a raíz de encontrarse en el papel de funcionario y no de miembro de la sociedad civil.

El Dr. Isa analiza algunos elementos que impiden que se puedan diseñar buenas políticas públicas, tales como la desarticulación entre las entidades del Estado, el papel de la corrupción administrativa y la incapacidad de invertir los recursos públicos de manera acertada para ayudar a las clases más desfavorecidas.

No obstante estas limitaciones, el presidente Abinader lanzó hace unos días un programa para mejorar las condiciones de cobertura a enfermedades catastróficas, que requieren medicamentos de alto costo, aumentando esa cobertura excepcional a dos millones de pesos. Esta es quizás la única política pública sería, coherente y necesaria, que se ha producido en el país en los últimos 25 años, ya que esto beneficiará a más de siete millones de afiliados de SeNaSa. Y no se trata de un favor, sino de un derecho.

El diseño de políticas públicas de calidad es difícil, como bien dice el Ministro Isa – esencialmente, porque la concepción del “Estado botín” ha distorsionado el papel de los gobiernos y el ejercicio de la política en general. Los supuestos dirigentes -mal llamados líderes- no creen en políticas públicas, ni conocen la dimensión que tienen estas en el desarrollo de una sociedad y de un Estado moderno. La gestión que realizan estos líderes se basa en medidas populistas, a corto plazo, donde el incumbente se convierte en la figura donante personalizada, restando legitimidad a la institución.

Dicha práctica se expande hasta los más remotos espacios de la administración pública, y los empleados de las instituciones encargados de servir a la ciudadanía se convierten en la piedra de tranca, para que las pocas políticas públicas coherentes se ejecuten. Nuestro Estado tiene varios organismos que duplican tareas y funciones, junto a un sistema disperso de ayudas que compite con las instituciones de salud y asistencia social – siendo la más vergonzosa iniciativa, el “barrilito del Congreso Nacional”.

Dentro de los programas fragilizados y necesarios, está el caso de los medicamentos de alto costo: en el caso de tener, por ejemplo, un cáncer de mama, donde el tratamiento irracionalmente costoso, la dolorosa experiencia hace que el paciente sucumba a las presiones económicas, antes que a las implicaciones de la enfermedad. Sólo la aplicación de un medicamento asciende a más de 2 millones de pesos, durante 1 año de tratamiento, sin contar las consultas médicas, la aplicación de la quimio y los medicamentos soportes.

A fin de proteger a los pacientes, es necesario un protocolo predefinido para someter los expedientes de solicitud de ayuda – ya que es frecuente que los solicitantes tengan que lidiar con gente que, en vez de ayudarles, les humillan, sin empatía alguna, haciéndoles ir y venir entre diversas instituciones.

Se trata de gente que lejos de marchar al ritmo del Presidente Abinader, de querer mejorar y adecentar esta sociedad, se la “ponen en China”, retrasando así la ejecución de los programas, con solicitud de documentos innecesarios e información errática. Lamentablemente, programas de ayudas bien diseñados no llegan hasta el ciudadano, que merece y espera atención y respeto de parte del Estado, y se niega a que lo conviertan en falsos asistidos, eventuales clientes, que buscan el beneficio inmediato y directo de la falsa política pública.

El ministerio de Administración Pública debe intervenir para hacer que las instituciones involucradas en estas políticas públicas sean eficaces: debe prepararse al personal que trabaja directamente con estas instituciones y estos programas – tanto en Salud Pública, Medicamentos de alto costo, DIDA, etc. Ellos deben saber cómo hacer las cosas más dignas y unificadas, para que el "miserabilismo" no se instale en el espíritu de las personas afectadas por una enfermedad catastrófica, de la cual cualquiera puede ser víctima.