El pasado domingo 18 de febrero aún no se habían cerrado las mesas en los colegios electorales cuando ciertos “expertos” empezaban a dar cuentas de un supuesto abstencionismo de hasta un setenta y cinco por ciento (75%), en un esfuerzo infructuoso por restar legitimidad a los vencedores de la justa electoral, que fueron favorecidos con el voto popular. Sin embargo, luego de excluir los 870 mil votantes registrados en el extranjero al universo de votantes, hay que concluir que la abstención real de unas elecciones municipales ha sido de un 47.82%, cifra que, aunque alta, no se encuentra tan alejada de la media de la abstención histórica para elecciones municipales en el país. 

La sabiduría popular indica que “lo que es igual, no es ventaja” y si todos los partidos políticos fueron a las mismas elecciones, en igualdad de condiciones, adhiriéndose a las mismas reglas del juego, la pregunta sería ¿qué es lo que ha pasado que los partidos de oposición no capitalizaron la indecisión de ese 47.82% de votantes indecisos y, muy por el contrario, recibieron una barrida histórica en las urnas? Basta con verificar que el PRM ganó todas las plazas importantes del país, alzándose (junto a sus aliados) con 135 alcaldías; mientras que la oposición en su conjunto solo obtuvo 23. 

La oposición dominicana debe dejar de “buscar el mal en las sábanas” y ponerse a trabajar. Abocarse a un estudio serio de su realidad política, ya confirmada en varias contiendas electorales; renovar sus cuadros obsoletos que generan desconfianza en el electorado, especialmente entre los más jóvenes; cesar en sus funciones a aquellos que enfrentan expedientes por corrupción administrativa, hasta tanto aclaren sus respectivas situaciones frente a la justicia nacional, y propiciar una verdadera transformación en sus cuadros y estructuras partidarias. 

El pueblo dominicano, por el contrario, con cada contienda electoral sigue dando lecciones de civismo. Acude a las urnas y democráticamente elige a quienes considera los mejores representantes de sus intereses; mientras algunos pseudo líderes insisten en la aplicación de métodos antidemocráticos; pretenden confundir con los mismos argumentos gastados, y vociferan un apocalipsis que solo existe en sus imaginaciones, con toda la intención de propiciar inestabilidad. 

Para hablar de abstención es oportuno esperar a ver qué es lo que pasará en las elecciones presidenciales, donde estamos completamente seguros de que volveremos a ver números muy similares a la media acostumbrada en la República Dominicana y en la región. Porque el pueblo dominicano sabe que en mayo debe volver a las urnas a elegir al presidente constitucional para el período 2024-2028 y estamos completamente convencidos de que eso precisamente es lo que pasará.